vendredi 8 avril 2016

45- Salvar a las abejas

SALVAR A LAS ABEJAS
¿David contra Goliat?

Una fotógrafa francesa, Marie Lasource de Marsella, que sigo en Facebook, acaba de publicar una serie de preciosas fotos de abejas. Os invito a verlas en el link siguiente:

Me da la ocasión de hablar del tema de las abejas, del que no he hablado hasta ahora.
Como ilustración de este artículo, os propongo esta foto que hice en primavera. No tiene la calidad de una foto profesional, pero me gusta.


Las abejas, es un tema que cualquier blog dedicado a la agricultura debe tratar algún día.
En mi caso, será hoy.

La polémica a propósito de los efectos de los insecticidas sobre las abejas aumenta cada día en todo el mundo.
El tema ha sido ampliamente difundido y sobre-utilizado por los distintos lobbies ecologistas, con el principal objetivo de hacer prohibir toda una familia de insecticidas, los neonicotinoides, muy utilizados en agricultura en todo el mundo.
Sin embargo las evidencias científicas utilizadas son muy discutibles. Hasta la propia comunidad científica mundial reconoce que el problema es extremadamente complejo.
Ya que no soy un científico, no voy a entrar en este debate.

Primero, hay que señalar que el declive de las abejas es un fenómeno muy preocupante pero cuya gravedad real es relativa, en la medida en que la población global de abejas no va tan mal como algunos quieren hacerlo creer. La curva siguiente, que procede de http://pflanzenschuetzer.ch/mit-den-honigbienen-geht-es-aufwaerts/?lang=fr
(en francés y en alemán), y con datos de la FAO, muestra como las colonias de abejas, así como la producción de miel (que demuestra que las colonias son activas) siguen una tendencia positiva de progresión.
Lo que se observa en general, es que se producen bruscos empeoramientos locales, con mortandad a veces dramática, pero puntuales en la mayoría de los casos. El estudio Epilobee en Europa muestra grandes variaciones de mortandad en las colonias de un año al otro (http://ec.europa.eu/food/animals/live_animals/bees/study_on_mortality/index_en.htm).
Sin embargo, la tendencia a largo plazo sigue siendo positiva.
En consecuencia, hay que relativizar la gravedad del problema, aunque hay que tomarlo en serio. Hoy por hoy, según la FAO, y también según Epilobee, no hay motivo para temer una desaparición de las abejas.

Quiero situarme, una vez más, del lado del agricultor.
En este debate, al igual que en muchos otros, los agricultores están acusados de defender esos insecticidas con un objetivo esencialmente productivista.
Sin embargo, existe aquí una gran contradicción.
Uno de los argumentos más frecuentes es que la desaparición de las abejas provocaría la desaparición de muchos alimentos vegetales, cuya producción quedaría prácticamente aniquilada.
Los primeros afectados por los problemas de polinización serían realmente los propios agricultores, con daños mucho más graves que los producidos por la prohibición de una familia de insecticidas. Por consecuencia son los primeros, después de los apicultores por supuesto, en tener un interés directo en la preservación de las abejas.
Soy productor de melocotones, que se polinizan muy bien sin ayuda, pero también de ciruelas, que no produciría casi nada sin la participación activa de las abejas. Sin embargo uso pesticidas, incluso neonicotinoides, pero con inmensas precauciones, del mismo modo que uso cualquier otro tipo de plaguicida, tomando en cuenta todos sus efectos indeseados.
Hay que entender que el uso de insecticidas responde a una preocupación de otro tipo. Se trata ante todo de garantizar la sanidad de las plantas y la calidad de los alimentos producidos. Si los plaguicidas se usan adecuadamente, sean químicos o ecológicos, no presentan peligro para las abejas. Y es lo mismo para los neonicotinoides. Estos últimos sufren de una tremendamente mala fama entre el público, debido principalmente a efectos inesperados del recubrimiento de las semillas. Esta técnica, practicada en los 1990-2000, tenía graves consecuencias sobre las abejas en la época de polinización, varias semanas o varios meses después de la siembra. Cuando se identificaron los problemas, este uso fue prohibido. Pero todo este grupo de insecticidas ha seguido siendo objetivo de ataques injustificados.
El debate sobre los efectos de los productos sobre las abejas es muy complejo. En el link siguiente, podeis encontrar (en inglés) un artículo, realmente una llamada a la prohibición de dos insecticidas ecológicos, la rotenona y la azadiractina por sus graves efectos secundarios en las abejas y el medio ambiente.
Pero también hay que saber que la simple pulverización de agua, sin ninguno tipo de producto añadido, en horas de trabajo de las abejas, provoca la muerte de un gran número de individuos. Las abejas son insectos muy delicados. Los agricultores lo saben, y siempre lo toman en cuenta. Necesitan a las abejas y saben preservarlas.
Pero la prohibición de una familia entera de insecticidas va inevitablemente provocar una sobre-utilización de los pocos productos restantes, y en condiciones que no siempre serán favorables a las abejas, y de modo más general, al medio ambiente.
El interés, para el agricultor, de disponer de una diversidad de productos y de modos de acción para proteger a sus cultivos, es ante todo de poder alternar las familias. Permite mejorar la efectividad mientras se reduce el número de intervenciones necesarias y el riesgo de ver aparecer cepas resistentes de la enfermedad  o de la plaga a combatir.
Porque desde unos quince años, la Comunidad Europea, como ya lo había explicado, ha eliminado entorno al 70% de los plaguicidas autorizados. Las retiradas han respondido a varios tipos de consideraciones, especialmente los riesgos medio ambientales, la capacidad de las moléculas a ser degradadas rápidamente en el aire, el agua, los suelos, los alimentos, y los riesgos sanitarios.
Los productos actualmente autorizados han tenido que pasar por numerosas fases experimentales destinadas a verificar que son aptas a ser autorizadas. Los gobiernos nacionales quedan sin embargo libres de ser más exigentes que la reglamentación europea. En ningún caso pueden ser menos exigentes.


Hay que ser muy claro: se van a prohibir los neonicotinoides, pero no se va a resolver el problema enfocado. Pero a cambio, se va a provocar otro problema, grave, con consecuencias difícilmente previsibles.

Es que la mortandad de las abejas es un fenómeno complejo, en el que es probable que los insecticidas tengan un papel agravante, pero no el papel principal.
¿Porque sinó las abejas también mueren en zonas de montaña donde los insecticidas se usan muy poco, o en determinadas áreas de África por ejemplo, donde la agricultura sigue siendo muy tradicional, con un muy bajo uso de plaguicidas?

Las causas principales son un desarrollo descontrolado de determinados problemas sanitarios de las abejas y de las colmenas (varroa, bacterias de la loque americana y de la loque europea, avispón asiático, más de 20 tipos de virus, etc.), una reducción preocupante de la biodiversidad en determinados sectores, e importaciones de razas de abejas de otros orígenes, no siempre aptas a adaptarse a sus nuevas condiciones de vida (sobre este tema, ver el reciente artículo del Huffington Post en su edición francesa http://www.huffingtonpost.fr/2015/06/17/abeilles-victimes-pesticides-pas-aussi-simple_n_7604548.html#) .
Las abejas necesitan flores. La diversidad vegetal les permite encontrar alimentos durante todo su periodo de actividad. La reducción local de esa diversidad produce, en las colonias de abejas, periodos de falta que les obliga a volar siempre más lejos para encontrar flores, y también obliga a las abejas a empezar a volar más jóvenes. Total, las abejas tienen hambre, y una de las soluciones consiste a alimentar a las colmenas. Puedes leer el artículo siguiente, en francés. http://www.forumphyto.fr/2014/09/05/pour-la-sante-des-abeilles-une-seule-priorite-les-nourrir/
Este conjunto de cosas provoca un agotamiento de las obreras, y un debilitamiento de las colmenas, lo que las hace más sensibles a los ataques de parásitos y a los efectos secundarios combinados de los plaguicidas y de la contaminación.
Esta reducción de biodiversidad es muy marcada en el entorno de las ciudades, de las carreteras, ferrocarriles y demás servicios públicos. En regiones en principio poco sensibles a esos fenómenos, también se ve afectada por los cambios climáticos. De igual modo es bastante marcada en agricultura, sobre todo por la especialización de grandes áreas. Una zona de cultivo casi exclusivo de cereales, por ejemplo, solo podrá mantener o desarrollar la biodiversidad en la preservación de zonas de bosques o sin cultivo, de barbechos. Una zona especializada en cultivo de frutales y de hortalizas al aire libre tendrá poco riesgo de empobrecimiento de la biodiversidad.

Hay que tener muy claro que se está estigmatizando un único problema, en este caso segundario, mientras se actúa poco en las causas profundas.
En vez de prohibir una familia entera de plaguicidas útiles, soy más bien partidario de una revisión de sus condiciones de uso, acompañada de un control estricto, de manera de reducir aún más su impacto medio ambiental. Para mi, su prohibición sería una aberración agronómica y medio ambiental.
Afortunadamente, también se han creado organismos de investigación pluridisciplinarios, como es el caso del estudio Epilobee en Europa, para comprender el fenómeno en su conjunto.

Esta prohibición, si se produce, hará que el pueblo sea contento. Tendrá la sensación de haber ganado una batalla contra los malvados políticos y los terribles agricultores, sin duda sostenidos por los lobbies que buscan dominar el mundo, y contra las todo-poderosas empresas de química.
David contra Goliat.

Pero las abejas seguirán muriéndose.

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