DEVOLVER SU GRANDEZA A NUESTROS SUELOS
Aparece cada vez más evidente que los suelos agrícolas
son un recurso mal valorado por las generaciones anteriores de agricultores, y
finalmente involuntariamente, o mejor dicho inconscientemente dañado.
La Revolución Verde, con sus buenas intenciones, ha
permitido resolver gran parte de los problemas de seguridad alimentaria en el
mundo, al menos a nivel de la producción.
Pero su visión reductora, y la demasiado grande parte
acordada a los insumos (plaguicidas y fertilizantes), y las progresiones
espectaculares de productividad observadas los primeros años, han hecho olvidar
a casi todos, algunos fundamentos de nuestra bella actividad.
El despertar es brutal, con constataciones a veces
dramáticas, problemas de erosión terribles en algunos sitios, suelos que a
veces han perdido su estructura, una vida del suelo reducida o aniquilada, una
actividad microbiana pobre, total, perdidas de fertilidad que se hacen críticas
en determinadas condiciones.
Pero nada es perdido, la mayoría de los errores se pueden
rectificar, y las más antiguas experiencias de cambio de prácticas culturales
demuestran que siempre es posible volver atrás, y combinar las necesidades de
productividad con el respeto a los ecosistemas, y sobre la recuperación todo de
nuestros suelos.
Te propongo este texto, publicado esta primavera por David
R. Montgomery, en la edición británica de la revista digital The Conversation,
bajo el título (parodia del lema de Donald Trump durante su campaña electoral) “Make
our soils great again”.
Make
our soils great again
Devolver su grandeza a nuestros suelos
Por David R. Montgomery
Profesor de ciencias de la Tierra y del Espacio,
Universidad de Washington
“Muchos
de nosotros no piensan mucho en los suelos, y menos aún en su salud. Pero ya
que se acerca el Día de la Tierra, ha llegado el momento de recomendar algunos
cuidados para la piel a Madre Naturaleza.
Restaurar
la fertilidad de los suelos es una de las mejores opciones de las que dispone la
humanidad para progresar en tres tremendos desafíos: alimentar a toda la
humanidad, ralentizar los cambios climáticos y preservar la biodiversidad.
La
generalización de la mecanización y la adopción de los fertilizantes químicos y
de los plaguicidas ha revolucionado la agricultura. Pero han tenido
consecuencias imprevistas sobre el suelo. Los agricultores en todo el mundo ya
han degradado y abandonado una tercera parte de las tierras cultivables del
planeta. En Estados-Unidos, nuestros suelos ya han perdido aproximadamente la
mitad de su contenido en materia orgánica que ayudaba en hacerlos fértiles.
¿Qué
esta en juego si no invertimos esta tendencia? Las zonas de conflicto
empobrecidas como Siria, Líbano o Irak están entre las sociedades que viven con
la herencia de suelos degradados. Y si el mundo sigue perdiendo sus tierras
arables productivas, será cada vez más difícil alimentar una población global
en aumento.
Pero
es posible restaurar la fertilidad de los suelos, y he aprendido mucho viajando
alrededor del mundo para conocer agricultores que han adoptado prácticas
regenerativas a gran escala comercial o a pequeña escala de subsistencia,
haciendo investigaciones para mi nuevo libro “Growing a Revolution: Bringing
our soils back to life” (Cultivar una Revolución: hacer renacer nuestros
suelos). Desde Pensilvania hasta los Dakotas y de África a Latinoamérica, he
visto pruebas convincentes de como una nueva concepción de la agricultura puede
restablecer la salud del suelo, y eso de una manera increíblemente rápida.
Talleres
sobre cultivos bajo cubiertas vegetales, la gestión de las malas hierbas y la
práctica del no-laboreo en el Ranch Starck en Gainesville, Texas.
Esos
agricultores han adoptado prácticas que favorece la vida benéfica del suelo.
Han terminado con los laboreos y minimizado las perturbaciones del suelo. Han implantado
cultivos de cubierta, especialmente leguminosas, en combinación con los
cultivos comerciales. Y han parado de sembrar la misma cosa en el mismo sitio
una y otra vez. En su lugar, han implantado una gran diversidad de cultivos con
rotaciones complejas.
La combinación
de esas técnicas favorece la diversidad en la vida microbiana benéfica del
suelo que mejora el ciclo de los nutrientes, aumenta la materia orgánica,
mejora la estructura del suelo, y de esta manera reduce las pérdidas por erosión.
Los agricultores
que han implementado las tres técnicas han empezado a regenerar la fertilidad
del suelo y después de varios años, han terminado ganando más dinero. Los volúmenes
de cosecha y la materia orgánica del suelo han aumentado mientras su consumo de
carburantes, fertilizantes et plaguicidas se reducía. Sus campos eran
permanentemente más visitados por los polinizadores – mariposas y abejas – que las
fincas convencionales del entorno. La reducción en el empleo de plaguicidas y
el respeto de las plantas autóctonas en los alrededores de las parcelas se han
traducido por un aumento de las especies predadoras que controlan a los
insectos dañinos.
Los ganaderos
innovadores también me han enseñado métodos que han mejorado su suelo, las
vacas en sus fincas pastan como lo hacían antaño los bisontes, concentrándose en
una pequeña área durante un corto periodo de tiempo, seguido de un largo
reposo. Este modelo estimula la producción de sustancias azucaradas por las raíces
de las plantas. Y este fenómeno nutre la vida del suelo que, a cambio, entrega
a las plantas hormonas de crecimiento y nutrientes minerales. Dejar pastar a
las vacas permite también enriquecer la materia orgánica del suelo por la dispersión
del estiércol en los campos, en vez de concentrarlo en las fosas de los parques
de estabulación.
La materia
orgánica del suelo es la fundación de la red alimentaria del suelo, y hay un
consenso entre los científicos con los que he podido hablar, para pensar que la
materia orgánica del suelo es el mejor indicador de la salud del suelo. ¿Cuánto
CO2 podrían almacenar los agricultores y ganaderos del mundo, por prácticas
culturales que incorporan los residuos de cultivos y estimulan la actividad
microbiana? Las estimaciones varían mucho, pero los agricultores que he conocido
han hecho más que doblar el contenido en CO2 de sus suelos, en una o dos
décadas. Si los agricultores del mundo entero hacen lo mismo, podría ayudar a
compensar parcialmente las emisiones de energías fósiles para décadas
venideras.
La restauración
de los suelos no va a resolver el hambre en el mundo, parar el cambio
climático, o evitar futuras perdidas de biodiversidad. Una sola acción no puede
resolver tales problemas. Pero los agricultores innovadores que he encontrado
me han demostrado que la adopción de la serie completa de las prácticas de la
agricultura de conservación puede proveer mejores medios de subsistencia y
ventajas medioambientales significativas tanto en fincas convencionales como en
ecológicas.
La restauración
de la fertilidad de los suelos agrícolas degradados es uno de los proyectos de
infraestructuras naturales los más urgentes y los menos reconocidos por la
humanidad, y traerá sus frutos para las generaciones futuras. Ya es necesario
un esfuerzo que se parezca a un tiro de cohete hacia la luna, para restaurar la
fuente de todas las civilizaciones prosperas:
Nuestro
suelo, la piel de la Tierra.”
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