dimanche 15 octobre 2017

116- Prohibir el glifosato, y despúes, ...¿qué?

PROHIBIR EL GLIFOSATO, Y DESPÚES, ...¿QUÉ?


Bajo este título Mathieu, en la página web francesa Graines de Mane, publicaba el 15 de febrero de 2017 un buen artículo conciso sobre las interrogaciones que deja, entre los profesionales, la posible prohibición del glifosato. https://www.grainesdemane.fr/2017/02/15/supprimer-glyphosate-apres/


“Desde varios días la telenovela sobre la prohibición del glifosato, herbicida estrella de Monsanto, ha vuelto a arrancar. Una cuarentena de ONGs ha lanzado el 8 de febrero una petición europea llamando a “la prohibición del glifosato, en conformidad con las disposiciones europeas sobre plaguicidas, que prohíbe el uso de sustancias cancerígenas para el hombre”. Esta iniciativa llega después de que la OMS ha clasificado el glifosato como cancerígeno, y las tergiversaciones de las instancias europeas referentes a la renovación de su autorización de uso en Europa. A fin de cuentas, en junio 2016, la Unión Europea decidió prolongar su autorización durante 18 meses hasta la publicación de una nueva opinión científica.

A la espera de una eventual suspensión de autorización de la molécula, la cuestión en las explotaciones agrícolas se presenta de la forma siguiente: ¿Cómo vamos hacer sin el glifosato? Algunos agricultores consiguen no usarlo o reducir las dosis pero su estatuto de herbicida más vendido en el mundo demuestra hasta qué punto un gran número de sistemas agrícolas dependen de él… Y no solamente sistemas de agricultura intensiva. Algunos agricultores comprometidos con prácticas medioambientales virtuosas, siguen usando este producto a baja dosis. Es por ejemplo el caso de la agricultura de conservación, que busca mantener el suelo constantemente cubierto por vegetación, y no ararlo para preservar al máximo su estructura, la vida que alberga (lombrices y fauna variada) y limitar la erosión. Esas técnicas representan una solución para aumentar la fertilidad de los suelos y en consecuencia la sostenibilidad a largo plazo de los sistemas agrícolas. Por la supresión del arado, los agricultores mejoran la salud de los suelos pero pierden un medio efectivo de gestión de las malas hierbas. El éxito de esos cultivos pues depende en gran parte del empleo de herbicidas, entre los cuales, el glifosato.


Para esos agricultores, la supresión del glifosato desembocaría sobre un callejón técnico sin salida que podría tener, como consecuencia, el abandono de sus prácticas medioambientales virtuosas.

Las preocupaciones de la sociedad civil son totalmente legítimas y los agricultores hacen evolucionar sus técnicas para contestarlas. Darse cuenta de los efectos de las prácticas agrícolas sobre el medioambiente o la salud permite poner diariamente en la luz nuestras elecciones como consumidores. Saber cómo se producen los alimentos que se encuentran en nuestros platos es por consecuencia primordial. Entender las consecuencias de la voluntad de los ciudadanos sobre la realidad del funcionamiento técnico de las explotaciones agrícolas también. El debate levantado por la supresión del glifosato llama pues a otro: el, urgente, de la búsqueda de alternativas permitiendo a los productores de evitar el salto a lo desconocido, respondiendo al mismo tiempo los nuevos desafíos medioambientales de la agricultura. Cada día los productores, investigadores, organismos de desarrollo agrícola, innovan hacia formas más virtuosas de agricultura. La supresión anunciada del glifosato será mucho más eficaz si alternativas sostenibles sobre los planos agronómicos, medioambientales y económicos son desarrollados. Suprimir es una cosa, proponer alternativas es mucho mejor. Ese es sin lugar a dudas el verdadero desafío de los actores de la agricultura en los próximos años.



Desde la publicación de este artículo, han ocurrido muchas cosas, respecto al glifosato, desde el anuncio estruendoso por el ministro francés del voto negativo de Francia, hasta el anuncio, por el mismo ministro de una proposición de renovación para un periodo más corto, para tener tiempo de encontrar alternativas. También hemos visto la OMS anunciar que el glifosato es probablemente no cancerígeno, contradiciendo la clasificación de su propia agencia, el CIRC.
Hemos visto todas las agencias de seguridad alimentaria del mundo, y todos los científicos no comprometidos (sin financiación privada ni presión política o ideológica) clamar alto y fuerte que el glifosato, en condiciones normales de empleo, no presenta ningún riesgo ni para la salud, ni para el medioambiente.
También es cierto que es muy difícil saber (y desde luego esta cuidadosamente calculado), entre los miles de estudios publicados, cuales son objetivos (una minoría), y los que son financiados por un lado o el otro (o cuyos comités científicos son orientados, como fue el caso del CIRC), y que son mayoría.

El dosier del glifosato es un dosier trucado, manipulado, falsificado desde el principio. Este herbicida, el más utilizado en el mundo y también el más inocuo (según todos los estudios neutrales) se ha convertido en el chivo expiatorio, símbolo involuntario de la lucha contra los OGMs y contra Monsanto (a pesar de ya no ser propietario de la molécula desde 17 años, y de sacar solo +/- 15% de sus beneficios https://www.fool.com/investing/2016/05/26/how-much-money-does-monsanto-make-from-roundup.aspx), convirtiéndose en la diana de una amplia manipulación ideológica.

Podríamos debatir durante horas sobre los motivos de esta inverosímil propaganda, empleando hábilmente todos los medios puestos a su disposición (radio, televisión, peticiones, manifestaciones, redes sociales y más), digno de los más oscuros momentos de las peores dictaduras de la historia reciente, o más cerca de nosotros, de los peores movimientos ciudadanos o independentistas como últimamente el de Cataluña (muy hábil en su papel pervertido del David catalán contra el Goliat español), o también el Brexit.

Cartel de propaganda china de la época de la Gran Revolución Cultural Proletaria, enseñando los intelectuales como responsables de los males del país.


Recordemos, para que las cosas queden bien claras, esta declaración de Bernard Url, director ejecutivo de la EFSA, que explicaba, el 1 de diciembre de 2015, ante el parlamento europeo, para explicar la posición de la EFSA :

“La carta de 96 personas ha sido señalada muy a menudo. Para mí, es un buen ejemplo de la diferencia entre los métodos de trabajo de las dos organizaciones. Trabajamos sobre el glifosato con 100 científicos de los Estados Miembros. Ven las pruebas, contribuyen, cuestionan, participan a teleconferencias – es el procedimiento de la revisión por homólogos – y es con este conjunto de 100 científicos que hemos podido producir un resultado.

No hemos pedido a esos científicos de firmar una carta, que les guste el resultado o no. Un miembro del Parlamento lo ha expresado de manera muy justa. Dijo: “96 científicos se sienten incomodos frente a la opinión de la EFSA”. Y es precisamente de lo que se trata. Personas que no han contribuido a los trabajos, que probablemente no han visto las pruebas, que no han tenido tiempo de entrar en detalles, que no están implicadas en el proceso, han firmado una carta de apoyo.

Siento decirlo, pero con esta carta, salen del campo de la ciencia, entran en el campo del lobbying y de las campañas (“campaigning”), y no es la manera que tiene la EFSA de trabajar. Para mí, esto es la señal de que estamos entrando en la edad Facebook de la ciencia. Tenéis una evaluación científica, la ponéis en Facebook y contáis cuantas personas dicen “me gusta”. Para nosotros, no es un progreso. Nosotros, producimos una opinión científica, la defendemos, pero no tenemos que tomar en cuenta si gusta o no.”



Es un auténtico problema. Si un informe científico va al revés de la opinión pública, que en general enfoca los problemas sobre el ángulo afectivo, es enseguida vilipendiado, mediáticamente destruido, y los científicos (así como sus apoyos y defensores) sospechados o claramente acusados de haber sido corrompidos por alguien.
Estamos cayendo en una decadencia que toma el camino de arruinar nuestra civilización.

Pero esa no es la cuestión.
En lo que al glifosato se refiere, el daño está hecho. Sera muy difícil volver atrás. Acuérdate del caso Alar, que sin embargo tuvo lugar mucho antes de la existencia de las redes sociales y de la gran moda de las “peticiones ciudadanas”. Nos encontramos en una situación de manipulación de la opinión, pero mucho más grave. http://culturagriculture.blogspot.com.es/2015/02/38-el-caso-alar.html

La cuestión ya no es de saber si el glifosato será prohibido o no, tarde o temprano lo será. Es más bien de saber cómo los agricultores se van a tener que adaptar a su desaparición, legal o exigida por los mercados, demasiado asustados por la opinión de los consumidores, susceptibles de ir a otras tiendas si se enteran de que sus alimentos han sido cultivados con glifosato.
Porque no me hago muchas ilusiones. Me espero ver el glifosato, hasta ahora autorizado en todos los reglamentos de clientes (excepto para la producción ecológica, por supuesto), pasar al estatuto de desaconsejado o prohibido, con o sin justificación legal.


Pero los futuros productos de sustitución del glifosato, que obviamente llegarán, costarán del orden de 5 a 6 veces más caro. Es normal, es la regla. Pero cambia considerablemente el fondo del problema para los agricultores, que ya tienen a menudo muchas dificultades para rentabilizar su trabajo.

Por lo tanto es urgente encontrar alternativas. Esperemos de la Comisión Europea tendrá la inteligencia de no abandonar esta molécula en un plazo demasiado corto, y sabrá favorecer la investigación de métodos alternativos.

Un muy interesante artículo sobre el tema ha sido recientemente publicado en el periódico cristiano “La Croix” https://www.la-croix.com/Sciences-et-ethique/Sciences-et-ethique/Comment-passer-glyphosate-2017-10-03-1200881487
Podemos leer el interesante testimonio de un joven agricultor francés, profundamente convencido e implicado en un nuevo concepto de agricultura. Trabaja el tema desde mucho tiempo y explica:
“Me dijeron que era loco, que no podía tener éxito. Pero después de varios de trabajo y de ajustes, ya está: tuve buenos resultados e año pasado, espero poder confirmarlos, pero tengo confianza”.
Sin embargo, es consciente de la dificultad de esta transición:
“No he llegado hasta eso de un día para otro. Y si estoy convencido de que podremos finalmente evitar el uso de herbicidas gracias a las cubiertas vegetales, una prohibición brusca sería un error.”


Que mis lectores no europeos lo tengan claro. Si el glifosato queda prohibido en la Unión Europea, primer mercado de alimentos en el mundo, el resto del mundo también lo hará, a más o menos largo plazo.
La búsqueda de soluciones alternativas permitirá salvaguardar las técnicas de agricultura virtuosa, como la agricultura de conservación y la producción integrada.

No hay derecho, por oscuros motivos ideológicos, cuestionar todo lo que es una garantía de seguridad alimentaria, de calidad y de seguridad de los alimentos, y de reducción de los efectos de la agricultura sobre el calentamiento global.

La agricultura europea es la más productiva, la más sana y la más respetuosa del mundo. Se viene de todas partes del planeta para aprender los métodos y las técnicas empleadas.
Seguirá su evolución y se adaptara a todas las situaciones, como siempre lo ha hecho. Pero cualquier cambio profundo requiere tiempo, formación, costes, investigación, inversiones.

Muchas preguntas, cruciales, quedan por aclarar, muchos puntos esenciales no han probablemente sido estudiados, o no lo suficiente.
¿Podría la agricultura europea perder en competitividad frente a la competencia no comunitaria?
¿Aceptarán los actores de los canales comerciales de los alimentos, el juego del aumento de los costos, respetando los precios de costes de los agricultores?
¿Están los consumidores dispuestos a aceptar un probable aumento de los precios de sus alimentos?
¿Preferirán los mercados, comprar productos no comunitarios, más baratos pero a menudo menos seguros, con el fin de mantener sus márgenes sin aumentar los precios al consumo?

El futuro de la calidad de los alimentos en la Unión Europea está en juego, pero pocas personas parecen darse cuenta de ello.



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