dimanche 26 août 2018

137- Humanos y animales

HUMANOS Y ANIMALES

Cada vez más personas, en las sociedades ricas, ven la ganadería solo como una etapa previa a una gran masacre. Ya no se hace la relación entre ganadería y alimentación, pero entre ganadería y muerte de animales.
Por extensión, el consumo de carne se criminaliza, y el consumidor se culpabiliza. El ganadero esta visto como un monstruo que se sospecha de disfrutar cuando lleva sus animales al matadero.
De algún modo, es una deriva de la generación Disney, que sufre profundamente de lo que llamo el síndrome de Bambi.


Se siente pena y se llora para la suerte de los animales que mueren, sea por culpa de los humanos, o no.
Me parece muy sano de cuestionar nuestras prácticas de superdepredadores, y sobre nuestras derivas de consumidores y de países ricos. Es cada vez más evidente que las sociedades las más ricas consumen excesiva cantidad de carne, creando un desequilibrio ecológico potencialmente muy problemático. Por nuestra cultura ancestral, consumir carne es símbolo de riqueza, hasta tal punto que cuando una sociedad accede a un nivel de vida decente, su primer reflejo es de comer carne con frecuencia. Del mismo modo, en una sociedad pobre, el consumo de carne se reserva a situaciones de celebraciones o en honor a un invitado.
Pero me parece muy abusivo (e incluso totalmente decadente) poner en el mismo nivel la caza del rinoceronte, la crianza industrial de pollos, la corrida de toros, el consumo moderado de carne, la producción de miel, el empleo de caballos de tiro en biodinámica o la matanza de las crías de foca.
El ser humano es fisiológicamente omnívora y el consumo de carne le aporta determinados elementos nutritivos imprescindibles que no se pueden encontrar en las plantas. Todas las tentativas para sustituir esos elementos por fuentes vegetales han fracasado, e incluso los complementos alimenticios a base de nutrientes sintéticos no tienen el mismo nivel de asimilación.

Pero es donde hemos llegado. El veganismo recibe una acogida siempre mayor y sus abusos, cercanos al terrorismo, se miran con cierta benevolencia por los gobiernos de todas las tendencias.
Nuestros políticos se han convertido en puro burócratas, mucho mas atentos a las encuestas de opiniones que a los resultados científicos, y a los resultados reales de las decisiones que toman (se comunica mucho sobre las decisiones que se toman, se explica mucho lo que se espera de ellas, y se deja a los siguientes el trabajo de gestionar los desastres colaterales que provocan).


La ciencia es muy molesta cuando no ve en la dirección del pensamiento políticamente correcto. Es el caso para el consumo de carne, para los neonicotinoides, al igual que para el glifosato o los OGMs.

Estamos en total decadencia mediática, social y política. El populismo ha tomado el poder, pero no el habitual, el vociferante, el que se ve venir. Este es mucho más pérfido y discreto, sin discurso apasionado, sin chivos expiatorios evidentes. Todo esta en la manipulación de la información, la palabra se da en prioridad a la anti-ciencia, al miedo.
Es el fin del imperio científico.
Esta decadencia y esta negación de la ciencia son muy evidentes en la mayoría de los gobiernos europeos y en el gobierno de Estados Unidos por ejemplo.

A principios de junio, el periódico francés L’Express publicaba un artículo me me llamó mucho la atención, sobre la nueva ley francesa sobre agricultura y alimentación, en forma de una entrevista. No voy a traducir la primera pregunta, que solo se interesa en la ley en sí, y solo interesa a los franceses. Los que quieren verla pueden seguir el link hacia el artículo original.



Pero la mayor parte del artículo se interesa por la relación entre humanos y animales, y me parece bastante fundamental.
Se trata de una entrevista con Jocelyne Porcher, ganadera, socióloga e investigadora, que tiene una trayectoria personal y profesional muy particular.

Articulo original:
“Ley alimentación: “No hay progreso para los animales”
Por Michel Feltin-Palas, publicado el 2 de junio 2018

“¿Como una secretaria parisina, un buen día, se encuentra criando gallinas, ovejas y cabras en la región de Toulouse? Al principio, Jocelyne Porcher es una neo-rural como cualquier otra, una de esas mujeres deseando dejar la capital, su estrés y su contaminación, para acercarse a la naturaleza. Da el salto en los años 80. Y se instala en un pueblo del Suroeste [de Francia], al contacto de agricultores respetuosos de su tierra. Se siente feliz.


En 1990, es el golpe. Acaba de iniciar estudios agrícolas y se encuentra en una ganadería industrial de cerdos en Bretaña. Es otro mundo: “Yo criaba animales porque me gustaba su compañía. Estaba atenta a su bienestar, los cuidaba, pensaba en ellos día y noche, tenía con ellos una verdadera relación. En Bretaña, estaban considerados como simples objetos, recursos destinados a producir materia animal. Estaban golpeados, mutilados, insultados. Con una única finalidad: el dinero.”

De esta doble experiencia, saca una convicción: las ganaderías tradicional y capitalista son dos universos que todo opone, en sus prácticas como en sus valores. Y no acepta que el primero, en el que el hombre vive en simbiosis con sus animales, sea sacrificado por culpa de los excesos del segundo. Entonces se lanza en la investigación, se especializa en las relaciones afectivas entre los humanos y los animales, pasa una tesis doctoral, esta contratada por el Instituto Nacional de la Investigación Agronómica (INRA), publica libros (1). Una trayectoria que le permite hoy denunciar tanto las derivas de la agroindustria como los extremistas de la causa animal. Entrevista.”

[…]

El gobierno decide duplicar las penas por delito de maltrato animal y la formación al bienestar animal en los institutos agrícolas. ¿No le parece que va en la buena dirección?

Cualquier texto de ley siempre incluye algunas medidas positivas, pero solo es una gota de agua en un océano de violencia. Por mi parte, solo hay un artículo que realmente apruebo: es la autorización de experimentar la matanza móvil, una idea que defiendo desde mucho tiempo con mi asociación “Cuando el matadero viene a la granja”.


¿Cuales serían las ventajas de esta solución?

Hoy por hoy, los animales están forzados en subir a un camión que les lleva a un sitio desconocido para ser matados en masa por hombres que nunca han visto. La matanza en la finca evita esas derivas. Es un progreso para los ganaderos, que pueden velar sobre sus animales desde el nacimiento hasta la muerte, un progreso para el consumidor a quien se le garantiza una perfecta trazabilidad, y un progreso para el ganado, a quien le evitamos cualquier estrés y cualquier sufrimiento.

Cualquier sufrimiento, ¿de verdad?

Sí, en la medida en que los animales están aturdidos e inconscientes en el momento de la muerte. No hay ni sufrimiento físico, ni sufrimiento mental.

Curiosamente, es Usted muy crítica hacia la asociación L 214 [una asociación animalista que milita para la prohibición de cualquier tipo de explotación animal, y contra el consumo de carne], que contribuye también a denunciar las condiciones de muerte en los mataderos industriales.

No compartimos las mismas finalidades en nuestra acción. L 214 es abolicionista: milita para una agricultura sin ganadería y una ruptura de los vínculos de domesticación. Por mi parte, considero que la domesticación es no solo necesaria para el hombre, pero que los animales de granja et los llamados de compañía también le sacan provecho.

Explíquese

Es muy sencillo de comprender: en la naturaleza, muchos animales tendrían una esperanza de vida muy corta si no eran defendidos por el hombre. Una oveja o una cabra aislada en una montaña se convierten automáticamente ¡en presas! Y la vida  de un muflón en un territorio donde hay lobos esta dominada por la ansiedad. Por eso, en la época neolítica, hace aproximadamente 10.000 años, las relaciones de domesticación se crearon, con el acuerdo de las especies afectadas. El hombre y la cabra, el hombre y la vaca, el hombre y el cerdo, han acordado una alianza y entendido que tenían un interés reciproco en convivir, por un sistema de donaciones y de contra-donaciones.


¿No es una visión un poco idílica? Cuando el hombro coge la lana, la leche y la carne de una oveja, ¿que le aporta a cambio?

El alimento y la protección. Pero hay que ir más allá. Esta relación no se reduce a cuestiones de intereses: va mucho más allá. En realidad, el hombre siempre ha necesitado la compañía de los animales. Era verdad en los tiempos del neolítico y no ha cambiado. Es por eso que los ganaderos de hoy, a menudo son jóvenes urbanos que eligen este trabajo. Y que tantos franceses tienen gatos y perros.

Pero hay una gran diferencia entre los animales de granja y los animales de compañía: se matan las vacas y los cerdos, ¡no los perros y los gatos!

¿Porque lo haríamos? No tienen ningún motivo para hacerlo en la medida en que ganan su vida de otra manera. Pero póngase en el lugar de un pastor que pasa sus días cuidando de un rebaño de vacas. No tiene más remedio que vender de vez en cuando la leche o la carne de sus animales para recibir ingresos.

Usted presenta la situación como una alianza entre el hombre y los animales. Pero los animales están forzados en trabajar para nosotros.

Pero el trabajo no siempre es una alienación. Se sabe desde mucho tiempo hasta qué punto es central en la existencia humana. He podido demostrar con mi equipo que también puede serlo para los animales.

¿De verdad?

Mire un perro de ciego o un perro pastor: ¿no se da cuenta hasta qué punto es feliz trabajando? Es lo mismo para un caballo o una vaca: esos animales están comprometidos con el trabajo que se les pide, intentan entender las exigencias de su amo y, cuando lo consiguen, le saca verdadera satisfacción.

Los “antiespecistas”, que rechazan la superioridad del hombre sobre el animal, consideran que tenemos el deber de cambiar nuestra alimentación y de liberar a los animales.

¡Se equivocan! Mire las ovejas que viven rodeadas de lobos en los Alpes, y pregúntese si quieren ser “liberadas”. Los que mantienen este discurso viven en general en las ciudades y tienen de la naturaleza una imagen idealizada y desconectada de las realidades. Intentan en realidad liberarse de un peso moral y de la culpabilidad que sienten de ver los humanos criar y matar animales. Mejor vale intentar entender lo que nos vincula con los animales, mejorar sus condiciones de vida y de muerte, antes que de quitarse el problema de encima, aún más sabiendo que solo sería crear otro, aun mas grave.


¿Cuál?

Si la humanidad deja de criar animales domésticos, no dejara sin embargo de comer carne. En consecuencia. Pasará a carne in vitro, producida desde células. Mientras tanto los perros y los gatos que supuestamente nos hemos descaradamente apropiado, tendrán que ser “liberados” y sustituidos por robots. No nos equivoquemos: esto equivale a un cambio histórico de paradigma antropológico. Después de haber vivido durante 10.000 años con animales domésticos, el hombre debería romper con ellos para construir una humanidad basad en la inteligencia artificial y las biotecnologías alimentarias. Es probablemente apasionante desde el punto de vista intelectual, pero es una perspectiva aterradora para el porvenir humano, o mejor dicho inhumano.”

(1) Especialmente “Vivir con los animales, una utopía para el siglo XXI” (La Découverte 2014)

137- Humains et animaux


HUMAINS ET ANIMAUX

De plus en plus de gens, dans les sociétés occidentales, voient l’élevage seulement comme une étape préalable à un grand massacre. On ne fait plus la relation entre l’élevage et l’alimentation, mais entre l’élevage et la mort de l’animal.
Par extension, la consommation de viande est criminalisée, et le consommateur culpabilisé.
L’éleveur est vu comme un monstre qu’on soupçonne de prendre du plaisir à conduire ses animaux à l’abattoir.
C’est en quelque sorte une dérive de la génération Disney, qui souffre profondément de ce que j’appelle le syndrome de Bambi.


On s’apitoie et on pleure sur le sort des animaux qui meurent, que ce soit par la faute des humains, ou pas.
Il me parait très sain de s’interroger sur nos pratiques de superprédateurs et sur nos dérives de consommateurs et de pays riches. Il est de plus en plus évident que les sociétés les plus riches consomment trop de viande, créant un déséquilibre écologique potentiellement très problématique. Par notre culture ancestrale, consommer de la viande est un symbole de richesse, à tel point que lorsqu’une société pauvre accède à un niveau de vie décent, son premier réflexe est de manger la viande fréquemment. De la même manière, dans une société pauvre, la consommation de viande est réservée à des situations de célébrations ou pour honorer un invité.
Mais il me parait aussi très abusif (et même totalement décadent) de mettre sur le même plan la chasse au rhinocéros, l’élevage des poulets en batterie, la corrida, la consommation modérée de viande, la production de miel, l’utilisation des chevaux de trait en biodynamie ou le massacre des bébés phoques.
L’être humain est physiologiquement omnivore et la consommation de viande lui apporte un certain nombre d’éléments nutritifs indispensables qu’on ne peut pas trouver dans les végétaux. Toutes les tentatives pour substituer ces éléments pas des sources végétales ont été des échecs, et même les compléments alimentaires à base de nutriments de synthèse n’ont pas le même niveau d’assimilation.

Or nous en sommes là. Le véganisme reçoit un accueil toujours plus grand et ses abus, proches du terrorisme, sont regardés avec une certaine bienveillance par les gouvernements de tous bords. Nos politiciens sont devenus de purs bureaucrates, beaucoup plus attentifs aux enquêtes d’opinions qu’aux résultats scientifiques, et aux résultats réels des décisions qu’ils prennent (on communique beaucoup sur les décisions prises, on explique longuement ce qu’on en attend, et on laisse aux suivants le soin de gérer les catastrophes collatérales qu’elles provoquent).


La science devient gênante lorsqu’elle ne va pas dans le sens de la pensée politiquement correcte. C’est le cas pour la consommation de viande, comme pour les néonicotinoïdes, le glyphosate ou les OGM.

Nous sommes en pleine décadence médiatique, sociale et politique. Le populisme est au pouvoir, mais pas l’habituel, le vociférant, celui qu’on voit venir. Celui-ci est sournois et discret, pas de discours enflammés, ni de boucs-émissaires évidents. Tout est dans la manipulation de l’information, la parole est prioritairement donnée à l’antiscience, à la peur.
C’est la fin de l’empire scientifique.
Cette décadence et ce refus de la science sont très évidents dans la plupart des gouvernements européens et dans le gouvernement des États-Unis, par exemple.

Début juin, le périodique français L’Express publiait un article qui m’a interpelé, concernant la nouvelle loi française sur l’agriculture et l’alimentation, sous forme d’une entrevue. Je ne reprends pas la première question qui concerne la loi en elle-même, et n’intéresse que les français. Ceux qui veulent lire cette partie peuvent cliquer sur le lien direct vers l’article original.

En revanche, la plus grande partie de l’article concerne la relation des humains avec les animaux, et me semble assez fondamental.
Il s’agit d’une entrevue avec Jocelyne Porcher, éleveuse, sociologue et chercheuse, aux parcours personnel et professionnel assez particuliers.

Article original :
“Loi alimentation: "Pas de progrès pour les animaux"
Par Michel Feltin-Palas, publié le 02 juin 2018

 « Comment une secrétaire parisienne se retrouve-t-elle un beau jour à élever des poules, des brebis et des chèvres dans la région toulousaine ? Au départ, Jocelyne Porcher est une néo-rurale comme une autre, l'une de ces jeunes femmes désireuses de quitter la capitale, son stress et sa pollution, pour se rapprocher de la nature. Elle saute le pas dans les années 1980. La voici dans un village du Sud-Ouest, au contact de paysans respectueux de leur terre. Elle est heureuse.


En 1990, c'est le choc. Elle vient de reprendre des études agricoles et se retrouve dans une porcherie industrielle de Bretagne. Un autre monde : "Moi, j'élevais des animaux car j'aimais leur compagnie. Je veillais à leur bien-être, je m'occupais d'eux, je pensais à eux jour et nuit, j'entretenais avec eux une vraie relation. En Bretagne, ils étaient perçus comme de simples objets, des ressources destinées à produire de la matière animale. Ils étaient frappés, mutilés, insultés. Avec pour une seule finalité : l'argent."

De cette double expérience, elle tire une conviction : les élevages traditionnel et capitaliste sont deux univers que tout oppose, dans leurs pratiques comme dans leurs valeurs. Et elle refuse que le premier, où l'homme vit en symbiose avec ses bêtes, soit balayé par les excès du second. Elle se lance alors dans la recherche, se spécialise dans les relations affectives entre les hommes et les animaux, passe une thèse, est embauchée à l'Institut National de la Recherche Agronomique (INRA), publie des livres (1). Un parcours qui lui permet aujourd'hui de dénoncer tout à la fois les dérives de l'agro-industrie et les ultras de la cause animale. Entretien. »

[…]

« Le gouvernement met en avant le doublement des peines pour délit de maltraitance animale et la formation au bien-être animal dans les lycées agricoles. Cela ne va-t-il pas dans le bon sens ? 

Tout texte de loi comprend évidemment quelques mesures positives, mais cela reste une goutte d'eau dans un océan de violence. Pour ma part, il n'y a qu'un article que j'approuve vraiment : c'est l'autorisation d'expérimenter l'abattage mobile, une idée que je défends depuis longtemps avec mon association Quand l'abattoir vient à la ferme. 


Quels seraient les avantages d'une telle solution ? 

Aujourd'hui, les animaux sont poussés de force dans un camion qui les emmène dans un lieu inconnu pour être tués en masse par des hommes qu'ils n'ont jamais vus. L'abattage à la ferme évite ces dérives. C'est un progrès pour les éleveurs, qui peuvent veiller sur leurs animaux de la naissance à la mort ; un progrès pour le consommateur à qui l'on garantit une parfaite traçabilité, et un progrès pour le bétail, à qui l'on évite tout stress et toute souffrance. 

Toute souffrance, vraiment ? 

Oui, dans la mesure où les bêtes sont étourdies et inconscientes au moment où elles sont saignées. Il n'y a ni souffrance physique ni souffrance mentale. 

Curieusement, vous êtes très critique vis-à-vis de l'association L 214, qui contribue elle aussi à dénoncer les conditions d'abattage de l'abattage industriel.

Nous divergeons sur les finalités de l'action. L 214 est abolitionniste : elle milite pour une agriculture sans élevage et une rupture des liens de domestication. Pour ma part, je considère que la domestication est non seulement nécessaire pour l'homme, mais que les animaux de ferme et ceux dits de compagnie y ont eux aussi intérêt.

Comment cela ? 

C'est très simple à comprendre : dans la nature, beaucoup d'animaux auraient une espérance de vie très courte s'ils n'étaient pas défendus par l'homme. Une brebis ou une chèvre isolée dans une montagne devient automatiquement une proie ! Et la vie d'un mouflon dans un territoire où rodent les loups est dominée par l'anxiété. C'est pourquoi, à la période néolithique, voilà environ 10 000 ans, des relations de domestication se sont créées, avec l'accord des espèces concernées. L'homme et la chèvre, l'homme et la vache, l'homme et le cochon, ont noué une alliance et compris qu'ils avaient un intérêt réciproque à vivre ensemble, par un système de dons et de contre-dons.


N'est-ce pas une vision un peu idyllique ? Quand l'homme prend la laine, le lait et la viande d'une brebis, que lui apporte-t-il en échange ? 

La nourriture et la protection. Mais il faut aller plus loin. Cette relation ne se réduit pas à des questions d'intérêts : elle va bien au-delà. En réalité, l'homme a toujours eu besoin de la compagnie des animaux. C'était vrai au temps du néolithique et cela n'a pas changé. C'est pour cela que les éleveurs d'aujourd'hui sont souvent de jeunes urbains qui choisissent ce métier. Et qu'autant de Français possèdent des chats et des chiens. 

Il y a tout de même une grande différence entre les animaux de ferme et les animaux de compagnie : on tue les vaches et les cochons, pas son chat ni son chien ! 

Pourquoi le feraient-ils ? Ils n'ont aucune raison d'agir ainsi dans la mesure où ils gagnent leur vie autrement. Mais mettez-vous à la place d'un berger qui passe toutes ses journées à s'occuper d'un troupeau de vaches. Il faut bien qu'il vende de temps en temps le lait ou la viande de ses bêtes pour se procurer des revenus. 

Vous présentez la situation comme une "alliance" entre l'homme et les animaux. Mais les animaux sont forcés de travailler pour nous.

Mais le travail n'est pas forcément une aliénation. On sait depuis longtemps à quel point il est central dans l'existence humaine. J'ai montré avec mon équipe qu'il peut l'être aussi pour les animaux.

Réellement ?

Observez un chien d'aveugle ou un chien de berger : ne voyez-vous pas à quel point il est heureux de travailler ? Il en va de même pour un cheval ou une vache : tous ces animaux s'investissent dans le travail qui leur est demandé, cherchent à comprendre les exigences de leur maître et, quand ils y parviennent, en tirent une réelle satisfaction.

Les "antispécistes", qui réfutent la supériorité de l'homme sur l'animal, estiment que nous avons pour devoir de changer notre alimentation et de libérer les animaux.

Ils se trompent ! Allez voir les brebis qui vivent entourées de loups dans les Alpes et demandez-vous si elles veulent être "libérées". Ceux qui tiennent ce discours vivent souvent en ville et ont de la nature une image idéalisée et déconnectée des réalités. Ils cherchent en fait à se libérer d'un poids moral et de la culpabilité qu'ils ressentent à voir l'espèce humaine élever et tuer des animaux. Mieux vaut chercher à comprendre ce qui nous relie aux animaux, à améliorer leurs conditions de vie et de mort, plutôt que de se débarrasser du problème, d'autant que l'on ne ferait qu'en créer un autre, encore plus grave.


Lequel ?

Si l'humanité cesse d'élever des animaux domestiques, elle ne cessera pas pour autant de manger de la viande. Donc, elle passera à la viande in vitro, produite à partir de cellules. Tandis que les chiens et les chats, que nous nous sommes soi-disant honteusement appropriés, devront être "libérés" et remplacés par des robots. Ne vous leurrez pas : cela équivaut à un changement historique de paradigme anthropologique. Après avoir vécu avec les animaux domestiques pendant 10 000 ans, l'homme devrait rompre avec eux pour construire à une humanité basée sur l'intelligence artificielle et les biotechnologies alimentaires. C'est sans doute passionnant d'un point de vue intellectuel, mais, de mon point de vue, c'est une perspective effrayante pour notre devenir humain, ou plutôt inhumain. »

(1)  Notamment « Vivre avec les animaux, une utopie pour le XXIème siècle » (La Découverte, 2014). 

137- Humans and animals

HUMANS AND ANIMALS

More and more people in Western societies see breeding of animals only as a previous stage to a big massacre. Relationship between rearing and feeding is not done any more, but between rearing and death of the animal.
By extension, meat consumption is criminalized, and the consumer feels guilty.
The breeder is seen as a monster who is suspected of having fun driving his animals to the slaughterhouse.
It's sort of a drift of the Disney generation, which suffers deeply from what I call the Bambi syndrome.


We feel sorry and we cry over the fate of animals that die, whether it is the fault of humans, or not.
It seems very healthy to me, to wonder about our superpredator practices and our excesses of consumers and of rich countries. It is becoming increasingly clear that the richest societies consume too much meat, creating a potentially very problematic ecological imbalance. Through our ancestral culture, consuming meat is a symbol of wealth, so much so that when a poor society reaches a decent standard of living, its first reflex is to eat meat frequently. In the same way, in a poor society, the consumption of meat is reserved for celebrations or to honor a guest.
But it seems to me also very abusive (and even totally decadent) to put on the same plane rhinoceros hunting, the breeding of chickens in battery, bullfighting, the moderate consumption of meat, the production of honey, the use of draft horses in biodynamics or the slaughter of baby seals.
The human being is physiologically omnivorous and the consumption of meat provides him with a number of essential nutrients that can't be found in plants. All attempts to substitute these elements by non-vegetable sources have been failures, and even dietary supplements based on synthetic nutrients don't have the same level of assimilation.

But this is where we are. Veganism is receiving ever greater reception and its abuses, close to terrorism, are viewed with a certain benevolence by governments of all sides. Our politicians have become pure bureaucrats, much more attentive to opinion polls than to scientific results, and to the actual results of the decisions they make (we communicate a lot about the decisions made, we explain at length what we expect, and collateral catastrophes they provoke are left to the following ones).


Science becomes embarrassing when it does not go in the direction of politically correct thinking. This is the case for meat consumption, as for neonicotinoids, glyphosate or GMOs.

We are in the midst of media, social and political decadence. Populism has the power, but not the usual, the vociferous, the one we see coming. This one is devious and discreet, no inflammatory speeches, no obvious scapegoats. Everything is in the manipulation of information, speech is first given to antiscience, to fear.
This is the end of the scientific empire.
This decadence and rejection of science is very evident in most European governments and in the United States government, for example.

In early June, the French newspaper L'Express published an article that challenged me about the new French law on agriculture and food, in the form of an interview. I don't repeat the first question that concerns the law itself, and only interested the French. Those who want to read this part can click on the direct link to the original article.

However, most of the article deals with the relationship of humans with animals, and seems to me quite fundamental.
This is an interview with Jocelyne Porcher, a breeder, sociologist and researcher, with a peculiar personal and professional background.

Original article:
"Food Law:" No progress for animals "
By Michel Feltin-Palas, published on June 02, 2018

 "How does a Parisian secretary find herself one day raising chickens, sheep and goats in the Toulouse region? Initially, Jocelyne Porcher is a neo-rural like any other, one of these young women eager to leave the capital, its stress and pollution, to get closer to nature. She takes the leap in the 1980s. Here she is in a village in the South West [of France], in contact with peasants respectful of their land. She is happy.


In 1990, it's the shock. She has just returned to agricultural studies and finds herself in an industrial pig farm in Brittany. Another world: "I raised animals because I loved their company, I was looking after their well-being, I was taking care of them, I was thinking about them day and night, I had a real conversation with them. In Brittany, they were perceived as mere objects, resources intended to produce animal matter, they were beaten, mutilated, insulted, with only one purpose: money. "

From this double experience, she draws a conviction: the traditional and capitalist breeding are two universes that everything opposes, in their practices as in their values. And she refuses that the first, where the man lives in symbiosis with his animals, be swept away by the excesses of the second. She then goes into research, specializes in the affective relations between men and animals, passes a thesis, is hired at the National Institute of Agronomic Research (INRA), publishes books (1). A path that allows her today to denounce both the excesses of agribusiness and the ultras of the animal cause. Interview. "

[…]

"The government is putting forward the doubling of penalties for the offense of animal abuse and the animal welfare training in agricultural high schools. Is that not going in the right direction?

Any piece of legislation obviously includes some positive measures, but it's still a drop in an ocean of violence. For my part, there is only one article that I really approve: it's the authorization to experiment with mobile slaughter, an idea that I have been defending for a long time with my association “When the slaughterhouse comes to the farm”.


What would be the advantages of such a solution?

Today, animals are pushed into a truck that takes them to an unknown place to be massively killed by men they have never seen. Slaughter on the farm avoids these drifts. This is a progress for breeders, who can watch over their animals from birth to death; a progress for the consumer who is guaranteed perfect traceability, and a progress for livestock, which avoids all stress and suffering.

Any suffering, really?

Yes, as the animals are stunned and unconscious at the moment they are bled. There is neither physical suffering nor mental suffering.

Curiously, you are very critical of the L 214 association [a french animalist association that militates for the prohibition of any type of animal exploitation, and against the consumption of meat], which also contributes to denouncing the slaughter conditions of industrial slaughter.

We differ on the purpose of the action. L 214 is abolitionist: it advocates for a farming without livestock and a rupture of domestication links. For my part, I consider that domestication is not only necessary for man, but that farm animals and those of company also have an interest.

What do you mean?

It's very simple to understand: in nature, many animals would have a very short life expectancy if they were not defended by humans. A sheep or a goat isolated in a mountain automatically becomes a prey! And the life of a mouflon in a territory where wolves roam is dominated by anxiety. That is why in the Neolithic period, about 10 000 years ago, domestication relations were created, with the agreement of the concerned species. The man and the goat, the man and the cow, the man and the pig, formed an alliance and understood that they had a mutual interest in living together, through a system of gifts and counter-gifts.


Is not this a vision a little idyllic? When the man takes the wool, the milk and the meat of a sheep, what does it bring him in return?

Food and protection. But we must go further. This relationship is not limited to issues of interest: it goes well beyond. In reality, man has always needed the company of animals. It was true at the time of the Neolithic and it has not changed. This is why today's breeders are often urban young people who choose this job. And as many French people own cats and dogs.

There is still a big difference between farm animals and pets: you kill cows and pigs, not your cat or dog!

Why would they do it? They have no reason to do so because they make a living differently. But put yourself in the shoes of a shepherd who spends all his days caring for a herd of cows. He must from time to time sell the milk or meat of his animals to earn income.

You present the situation as an "alliance" between man and animals. But animals are forced to work for us.

But work is not necessarily alienation. It has long been known how central it is in human existence. I showed with my team that it can be the same for animals too.

Really?

Observe a guide dog or a sheepdog: don't you see how happy he is to work? The same goes for a horse or a cow: all these animals invest themselves in the work that is asked of them, try to understand the requirements of their master and, when they succeed, get a real satisfaction.

The "antispecies", who refute the superiority of man over animals, believe that our duty is to change our diet and to free animals.

They are wrong! Go see the ewes who live surrounded by wolves in the Alps and ask if they want to be "liberated". Those who hold this speech often live in the city and have an idealized and disconnected image of nature. In fact, they seek to free themselves from the moral weight and guilt they feel in seeing the human race raise and kill animals. It is better to try to understand what connects us to animals, to improve their conditions of life and death, than to get rid of the problem, especially as we would only create another, even more serious.


Which?

If humanity stops raising domestic animals, we won't stop eating meat. So, we will go to meat in vitro, produced from cells. While dogs and cats, which we are supposedly shamefully appropriate, will have to be "released" and replaced by robots. Don't be fooled - this is tantamount to a historic change in the anthropological paradigm. After living with domestic animals for 10,000 years, man should break with them to build a humanity based on artificial intelligence and food biotechnology. It's undoubtedly exciting from an intellectual point of view, but, from my point of view, it's a frightening prospect for our human becoming, or rather inhuman. "

(1) Especially "Living with animals, a utopia for the 21st century (La Découverte, 2014).