HUMANOS Y ANIMALES
Cada vez más personas, en las sociedades ricas, ven la
ganadería solo como una etapa previa a una gran masacre. Ya no se hace la
relación entre ganadería y alimentación, pero entre ganadería y muerte de
animales.
Por extensión, el consumo de carne se criminaliza, y el
consumidor se culpabiliza. El ganadero esta visto como un monstruo que se
sospecha de disfrutar cuando lleva sus animales al matadero.
De algún modo, es una deriva de la generación Disney, que
sufre profundamente de lo que llamo el síndrome de Bambi.
Se siente pena y se llora para la suerte de los animales
que mueren, sea por culpa de los humanos, o no.
Me parece muy sano de cuestionar nuestras prácticas de
superdepredadores, y sobre nuestras derivas de consumidores y de países ricos.
Es cada vez más evidente que las sociedades las más ricas consumen excesiva
cantidad de carne, creando un desequilibrio ecológico potencialmente muy
problemático. Por nuestra cultura ancestral, consumir carne es símbolo de
riqueza, hasta tal punto que cuando una sociedad accede a un nivel de vida
decente, su primer reflejo es de comer carne con frecuencia. Del mismo modo, en
una sociedad pobre, el consumo de carne se reserva a situaciones de celebraciones
o en honor a un invitado.
Pero me parece muy abusivo (e incluso totalmente
decadente) poner en el mismo nivel la caza del rinoceronte, la crianza
industrial de pollos, la corrida de toros, el consumo moderado de carne, la
producción de miel, el empleo de caballos de tiro en biodinámica o la matanza
de las crías de foca.
El ser humano es fisiológicamente omnívora y el consumo
de carne le aporta determinados elementos nutritivos imprescindibles que no se
pueden encontrar en las plantas. Todas las tentativas para sustituir esos
elementos por fuentes vegetales han fracasado, e incluso los complementos
alimenticios a base de nutrientes sintéticos no tienen el mismo nivel de
asimilación.
Pero es donde hemos llegado. El veganismo recibe una
acogida siempre mayor y sus abusos, cercanos al terrorismo, se miran con cierta
benevolencia por los gobiernos de todas las tendencias.
Nuestros políticos se han convertido en puro burócratas,
mucho mas atentos a las encuestas de opiniones que a los resultados científicos,
y a los resultados reales de las decisiones que toman (se comunica mucho sobre
las decisiones que se toman, se explica mucho lo que se espera de ellas, y se
deja a los siguientes el trabajo de gestionar los desastres colaterales que
provocan).
La ciencia es muy molesta cuando no ve en la dirección
del pensamiento políticamente correcto. Es el caso para el consumo de carne,
para los neonicotinoides, al igual que para el glifosato o los OGMs.
Estamos en total decadencia mediática, social y política.
El populismo ha tomado el poder, pero no el habitual, el vociferante, el que se
ve venir. Este es mucho más pérfido y discreto, sin discurso apasionado, sin
chivos expiatorios evidentes. Todo esta en la manipulación de la información,
la palabra se da en prioridad a la anti-ciencia, al miedo.
Es el fin del imperio científico.
Esta decadencia y esta negación de la ciencia son muy
evidentes en la mayoría de los gobiernos europeos y en el gobierno de Estados
Unidos por ejemplo.
A principios de junio, el periódico francés L’Express
publicaba un artículo me me llamó mucho la atención, sobre la nueva ley
francesa sobre agricultura y alimentación, en forma de una entrevista. No voy a
traducir la primera pregunta, que solo se interesa en la ley en sí, y solo
interesa a los franceses. Los que quieren verla pueden seguir el link hacia el
artículo original.
Pero la mayor parte del artículo se interesa por la
relación entre humanos y animales, y me parece bastante fundamental.
Se trata de una entrevista con Jocelyne Porcher,
ganadera, socióloga e investigadora, que tiene una trayectoria personal y profesional
muy particular.
Articulo original:
“Ley
alimentación: “No hay progreso para los animales”
Por
Michel Feltin-Palas, publicado el 2 de junio 2018
“¿Como
una secretaria parisina, un buen día, se encuentra criando gallinas, ovejas y
cabras en la región de Toulouse? Al principio, Jocelyne Porcher es una
neo-rural como cualquier otra, una de esas mujeres deseando dejar la capital,
su estrés y su contaminación, para acercarse a la naturaleza. Da el salto en
los años 80. Y se instala en un pueblo del Suroeste [de
Francia], al contacto de agricultores
respetuosos de su tierra. Se siente feliz.
En
1990, es el golpe. Acaba de iniciar estudios agrícolas y se encuentra en una
ganadería industrial de cerdos en Bretaña. Es otro mundo: “Yo criaba animales
porque me gustaba su compañía. Estaba atenta a su bienestar, los cuidaba,
pensaba en ellos día y noche, tenía con ellos una verdadera relación. En
Bretaña, estaban considerados como simples objetos, recursos destinados a
producir materia animal. Estaban golpeados, mutilados, insultados. Con una
única finalidad: el dinero.”
De
esta doble experiencia, saca una convicción: las ganaderías tradicional y
capitalista son dos universos que todo opone, en sus prácticas como en sus
valores. Y no acepta que el primero, en el que el hombre vive en simbiosis con
sus animales, sea sacrificado por culpa de los excesos del segundo. Entonces se
lanza en la investigación, se especializa en las relaciones afectivas entre los
humanos y los animales, pasa una tesis doctoral, esta contratada por el
Instituto Nacional de la Investigación Agronómica (INRA), publica libros (1).
Una trayectoria que le permite hoy denunciar tanto las derivas de la
agroindustria como los extremistas de la causa animal. Entrevista.”
[…]
El gobierno
decide duplicar las penas por delito de maltrato animal y la formación al
bienestar animal en los institutos agrícolas. ¿No le parece que va en la buena
dirección?
Cualquier
texto de ley siempre incluye algunas medidas positivas, pero solo es una gota
de agua en un océano de violencia. Por mi parte, solo hay un artículo que
realmente apruebo: es la autorización de experimentar la matanza móvil, una
idea que defiendo desde mucho tiempo con mi asociación “Cuando el matadero
viene a la granja”.
¿Cuales
serían las ventajas de esta solución?
Hoy
por hoy, los animales están forzados en subir a un camión que les lleva a un
sitio desconocido para ser matados en masa por hombres que nunca han visto. La
matanza en la finca evita esas derivas. Es un progreso para los ganaderos, que
pueden velar sobre sus animales desde el nacimiento hasta la muerte, un
progreso para el consumidor a quien se le garantiza una perfecta trazabilidad,
y un progreso para el ganado, a quien le evitamos cualquier estrés y cualquier
sufrimiento.
Cualquier
sufrimiento, ¿de verdad?
Sí,
en la medida en que los animales están aturdidos e inconscientes en el momento
de la muerte. No hay ni sufrimiento físico, ni sufrimiento mental.
Curiosamente,
es Usted muy crítica hacia la asociación L 214 [una
asociación animalista que milita para la prohibición de cualquier tipo de
explotación animal, y contra el consumo de carne], que contribuye también a denunciar las condiciones de muerte en los
mataderos industriales.
No
compartimos las mismas finalidades en nuestra acción. L 214 es abolicionista:
milita para una agricultura sin ganadería y una ruptura de los vínculos de
domesticación. Por mi parte, considero que la domesticación es no solo necesaria
para el hombre, pero que los animales de granja et los llamados de compañía también
le sacan provecho.
Explíquese
Es
muy sencillo de comprender: en la naturaleza, muchos animales tendrían una
esperanza de vida muy corta si no eran defendidos por el hombre. Una oveja o
una cabra aislada en una montaña se convierten automáticamente ¡en presas! Y la
vida de un muflón en un territorio donde
hay lobos esta dominada por la ansiedad. Por eso, en la época neolítica, hace
aproximadamente 10.000 años, las relaciones de domesticación se crearon, con el
acuerdo de las especies afectadas. El hombre y la cabra, el hombre y la vaca,
el hombre y el cerdo, han acordado una alianza y entendido que tenían un interés
reciproco en convivir, por un sistema de donaciones y de contra-donaciones.
¿No
es una visión un poco idílica? Cuando el hombro coge la lana, la leche y la
carne de una oveja, ¿que le aporta a cambio?
El
alimento y la protección. Pero hay que ir más allá. Esta relación no se reduce
a cuestiones de intereses: va mucho más allá. En realidad, el hombre siempre ha
necesitado la compañía de los animales. Era verdad en los tiempos del neolítico
y no ha cambiado. Es por eso que los ganaderos de hoy, a menudo son jóvenes
urbanos que eligen este trabajo. Y que tantos franceses tienen gatos y perros.
Pero
hay una gran diferencia entre los animales de granja y los animales de
compañía: se matan las vacas y los cerdos, ¡no los perros y los gatos!
¿Porque
lo haríamos? No tienen ningún motivo para hacerlo en la medida en que ganan su
vida de otra manera. Pero póngase en el lugar de un pastor que pasa sus días cuidando
de un rebaño de vacas. No tiene más remedio que vender de vez en cuando la
leche o la carne de sus animales para recibir ingresos.
Usted
presenta la situación como una alianza entre el hombre y los animales. Pero los
animales están forzados en trabajar para nosotros.
Pero
el trabajo no siempre es una alienación. Se sabe desde mucho tiempo hasta qué
punto es central en la existencia humana. He podido demostrar con mi equipo que
también puede serlo para los animales.
¿De
verdad?
Mire
un perro de ciego o un perro pastor: ¿no se da cuenta hasta qué punto es feliz
trabajando? Es lo mismo para un caballo o una vaca: esos animales están
comprometidos con el trabajo que se les pide, intentan entender las exigencias
de su amo y, cuando lo consiguen, le saca verdadera satisfacción.
Los
“antiespecistas”, que rechazan la superioridad del hombre sobre el animal,
consideran que tenemos el deber de cambiar nuestra alimentación y de liberar a
los animales.
¡Se
equivocan! Mire las ovejas que viven rodeadas de lobos en los Alpes, y
pregúntese si quieren ser “liberadas”. Los que mantienen este discurso viven en
general en las ciudades y tienen de la naturaleza una imagen idealizada y
desconectada de las realidades. Intentan en realidad liberarse de un peso moral
y de la culpabilidad que sienten de ver los humanos criar y matar animales.
Mejor vale intentar entender lo que nos vincula con los animales, mejorar sus
condiciones de vida y de muerte, antes que de quitarse el problema de encima,
aún más sabiendo que solo sería crear otro, aun mas grave.
¿Cuál?
Si la
humanidad deja de criar animales domésticos, no dejara sin embargo de comer
carne. En consecuencia. Pasará a carne in vitro, producida desde células.
Mientras tanto los perros y los gatos que supuestamente nos hemos
descaradamente apropiado, tendrán que ser “liberados” y sustituidos por robots.
No nos equivoquemos: esto equivale a un cambio histórico de paradigma
antropológico. Después de haber vivido durante 10.000 años con animales
domésticos, el hombre debería romper con ellos para construir una humanidad
basad en la inteligencia artificial y las biotecnologías alimentarias. Es
probablemente apasionante desde el punto de vista intelectual, pero es una
perspectiva aterradora para el porvenir humano, o mejor dicho inhumano.”
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