AGROECOLOGIA – EL RESPETO
La palabra ecología fue inventada en 1866 por Ernst
Haeckel, un biólogo alemán de la corriente darwinista. En un libro titulado
Morfología general de los organismos, definía este término como “la ciencia que
estudia las interrelaciones de los diferentes seres vivos entre sí y con su
entorno, es decir, en sentido amplio, la ciencia de la condiciones de
existencia”.
La primera cosa que puede ser recordada de esta
definición, es que la ecología es ante
todo, una ciencia. Más recientemente, esta palabra ha sido desviada de su
sentido para convertirla en una ideología, y luego en un movimiento político. El
término evoluciono hacia todo lo que se refiere al medioambiente, integrando,
al contrario de lo que pensaba Haeckel, una oposición entre las actividades
humanas y la Naturaleza, como si los humanos no formaran parte de ella.
El
término ecología ha sido desviado de su sentido por necesidades políticas.
Pero es otro tema…
Es evidente que la agroecología especializa la definición
entorno a las actividades agrícolas y a la producción de alimentos y de las
materias primas de origen agrícola.
La agroecología
no es una ciencia, pero más bien una filosofía, un concepto, que busca
compatibilizar las necesidades y exigencias de la agricultura con el objetivo
de sostenibilidad y el respecto al medio ambiente.
También pretende integrar la agricultura en la sociedad civil y rural, para
incrementar su capacidad de desarrollo rural sostenible.
Foto: http://crdp.ac-amiens.fr/idp/hirson-environ-02-bocage-idfidp/.
Algunos han hecho de la protección del medioambiente una
cruzada, con la agricultura como objetivo prioritario. La agricultura ecológica
se ha convertido, para ellos, en la única vía aceptable. Sin embargo, no es, ni
mucho menos, tan respetuosa con el medioambiente como pretenden hacerlo creer.
De
querer hacer de un dogma un método de producción, se encuentra uno con serias
dificultades, o incluso con callejones sin salida. Sin
embargo, gracias a una comunicación muy agresiva y dinámica, este dogma ha
conseguido convertirse en una opción importante, haciendo creer que propone soluciones
a todos los problemas. Por una parte, no es verdad, y por otra parte, un gran
número de esas soluciones son muy agresivas para la salud o el medio ambiente
(uso descontrolado del cobre, metal pesado peligroso para la salud y para los
suelos, aceite de neem perturbador endocrino conocido, pelitre natural muy
tóxico para la fauna acuática, entre muchos otros plaguicidas utilizados en
agricultura ecológica).
Será difícil volver atrás en esta percepción falseada, ya
que se ha dejado campo libre a personas que se han convertido en personajes
públicos, grandes comunicantes, populistas entre los mejores, que han hecho de
su visión, por lo menos cuestionable, de la agricultura y del medioambiente, su
razón de existir, y sobre todo, su principal fuente de ingresos. Es el
caso, por ejemplo, de Vani Hari (Food Babe), o de Claude Bourguignon, entre
otros muchos.
La agroecología va mucho en la misma dirección, incluso
va mucho más allá, dejándolos de alguna manera como combatientes de la
reta-guardia, y les quita su razón de existir. En consecuencia, es probable
que, a pesar de todos los progresos realizados y por venir, seguirán avanzando
con los mismos argumentos, negando los beneficios reales de las evoluciones
positivas, con el fin de seguir justificando su lucha, ya obsoleta.
El respeto
Elijo seguir con esta serie por este aspecto que no
aparece en los artículos o informes sobre agroecología, pero que, en mi
opinión, es absolutamente fundamental.
Cuando hablamos de agroecología y de respeto, pensamos
enseguida al bienestar animal, al respeto por las plantas, a la conservación de
la biodiversidad y del medioambiente, a la conservación de los suelos, a las
precauciones para evitar los riesgos de contaminación de aguas, al ahorro de
agua, etc.
Es cierto, todos esos aspectos deben ser considerados,
sin lugar a dudas, incluso es la base del concepto.
Sin embargo, limitarlo a esto, con la idea de montar un amplio proyecto de sociedad,
como es el caso en Francia, solo es inventar una herramienta más de regulación,
de limitación y de control. Si es el caso, habrá que imponerlo a la fuerza, a
base de reprimendas y de penalizaciones, con lo que será muy difícil que cuaje.
A la inversa, si se considera la definición de Haeckel de
la ecología, y si se considera la agricultura como una actividad productora de
alimentos y de materias primas usadas en la mayoría de las actividades humanas,
pues se debe ver la agroecología como un verdadero proyecto para el conjunto de
la sociedad.
La agroecología lleva en sí una inmensa coherencia, una
lógica y una efectividad que hace que, incluso antes que legislaciones
adecuadas hayan sido establecidas, mucho más de la mitad de los agricultores
franceses ya ha implantado acciones específicas. http://www.campagnesetenvironnement.fr/les-agriculteurs-de-plus-en-plus-engag-s-dans-8266.html
Foto: http://www.cnrs.fr/cw/dossiers/dosbiodiv/?pid=decouv_chapC_p4_d1&zoom_id=zoom_d1_6
Pero para hacer de la agroecología un auténtico proyecto
de sociedad, la noción de respeto debe enseñada a todos, actores directos o
indirectos, en una sociedad moderna a la que le falta muchísimo.
Estamos de acuerdo que el agricultor debe tener un papel
central, pero todos los actores de la sociedad tienen una parte que asumir. Hago
aquí referencia al hecho que hablamos de producción y de medioambiente, con lo
que es imprescindible incluir jardines, terrazas, reciclaje, desperdicio de
alimentos, etc.
Cuando el gobierno de un país, como es el caso en Francia
en la actualidad, pone la agroecología en el sitio de objetivo nacional, pues
este tema se convierte en objetivo societal. Aunque en la actualidad es una
acción voluntaria, la agroecología que concierne el conjunto de la sociedad.
Cada escalón de la sociedad tiene derechos, pero también
deberes, y entre los deberes, se encuentra el deber de respeto.
Respeto a la plantas, los animales, las personas, los
equilibrios, el medioambiente, los suelos, el agua, los proveedores, los
consumidores, y sin olvidar el respeto a los productores, artesanos
industriales y agricultores.
Cuando hablo de respeto, a propósito de consumidores,
proveedores o agricultores, hago referencia a muchas pequeñas cosas como, y
especialmente:
- Respetarlos
en los programas de televisión que tienden muy a menudo a presentar los
agricultores como monstruos contaminadores envenenadores, los proveedores como
explotadores y los consumidores como víctimas. La libertad de prensa y la
libertad de expresión se han convertido en libertad de opresión. Porque incluso
los canales públicos se han lanzado en este juego muy peligroso e injusto. ¿Se
puede tolerar en un país democrático y orgulloso de serlo, con razón, y en el
caso de Francia, en uno de los países fundadores de las democracias modernas?
¿Es aceptable en un país cuyo lema esta estampado por todos lados Libertad,
Igualdad, Fraternidad, pero del que solo el primero existe, la igualdad y la
fraternidad han sido tiradas en las mazmorras de la política?
- Respetarlos
en las políticas de precios. ¿Cómo se pretende implicar a todo el mundo en un
proyecto societal, si cada uno de sus miembros activos se siente víctima del
sistema? Los consumidores son ampliamente explotados por una política de
precios aberrante y una desinformación cuidadosamente organizada, los
productores están muy mal pagados por un sistema que valora más la
administración y los intermediarios, que los productores que asumen el trabajo
el más difícil y la mayoría de los riesgos.
Son seguramente los puntos más graves que dan como
resultado que 14% de los agricultores franceses están dispuestos a abandonar su
actividad en el año (ver artículo en francés http://www.lefigaro.fr/flash-eco/2016/04/20/97002-20160420FILWWW00193-france-14-des-agriculteurs-prets-a-abandonner-dans-l-annee.php), y
que los agricultores son una de las poblaciones más afectadas por el suicidio (otro artículo en francés http://www.bfmtv.com/societe/le-tabou-du-suicide-des-agriculteurs-954464.html).
Dificultades financieras, soledad, cansancio, sentimiento
de ser mal considerado, son realidades diarias para muchos agricultores, y
proceden más que nada de un sistema social que ha dejado de valorar la
producción.
Obrero, artesano, agricultor, se han convertido en
actividades a evitar, al revés de la comunicación, la informática, la salud, el
control, la venta y otros, todos lucrativos, ninguno productivo.
¿Pero quién hace los productos que se venden?
¿Quién fabrica?
¿Quién cultiva?
¿Quién construye?
Este proyecto no tiene ninguna posibilidad de éxito si no
se acompaña con una política de formación/información enfocada hacia una
rehabilitación de los oficios locales y sobre una información clara y
transparente de la realidad de las cosas, sin ideología ni dogmatismo.
La ideología y el dogmatismo bloquean a menudo las
soluciones más respetuosas para resolver cada problema. Es especialmente real
en agricultura.
En cierto modo, debemos intentar volver a la filosofía
del cazador-recogedor, pero en un modo moderno, productivo y respetuoso en su
aprovechamiento de la naturaleza.
A ver si me entiendes. No se trata de ir de cacería para
alimentarse, eso era la situación de una Tierra poblada con 500.000 habitantes,
que vivían todos en el campo…
La situación ha cambiado un poco. Somos tan solo 15.000
veces más numerosos, y la gran mayoría de la población no sabe lo que es el
campo, incluso le da miedo, o le da asco.
Sin embargo, la filosofía del cazador-recogedor tiene
aspectos muy buenos, y al menos algunos son adaptables. Especialmente el
respeto. Ahí estamos. El cazador-recogedor solo extraía lo que necesitaba de
manera inmediata, para preservar el recurso y poder seguir aprovechándolo.
Foto: http://static.skynetblogs.be/media/132777/busmen.jpg
Este modo de vida sigue existiendo entre determinadas
poblaciones de África o de Sudamérica especialmente, en zonas aisladas, de muy
baja densidad poblacional.
Nuestro sistema económico moderno produce una gran cantidad de alimentos y
materias primas que son destruidas por ser no conformes. Es una falta de
respeto total hacia la Naturaleza y hacia los que los producen.
Es
imperativo proteger los cultivos contra los bioagresores (enfermedades y
plagas). Es también una cuestión de sostenibilidad. Cuanto más seremos capaces
de producir en cada hectárea de tierra cultivada, menos hectáreas serán
necesarias para alimentar la población. Es una cuestión de
equilibrio, y también una cuestión medioambiental.
Relacionar la protección del medioambiente con la lucha
contra la productividad agrícola es un enorme error y un efecto de populismo de
muy bajo nivel. En realidad es todo lo contrario. La protección del
medioambiente y de la biodiversidad pasa obligatoriamente por una limitación
máxima de las superficies dedicadas a la agricultura, y por consecuencia una limitación
máxima de su impacto negativo.
O tendremos que admitir que la población mundial es
demasiado numerosa, y que hay que matar a mucha gente.
¿Quién es voluntario?
Todo esto no significa que hay que producir de cualquier
manera. La agricultura debe aprender a
producir mucho aprovechando al máximo los recursos disponibles, sin agotarlos.
Es la gran apuesta de la agroecología.
Vale mil veces mejor un producto sintético respetuoso que
un producto natural agresivo. Si somos capaces de aceptar este principio, que
prefiere las cualidades al origen, entonces nos acercaremos de la filosofía de
la agroecología.
Alguien, algún día, tendrá que entender que la
agricultura solo es un eslabón de la cadena alimentaria y económica.
Pero si este eslabón se rompe, es toda la cadena que se
disloca.
Los agricultores, así como los artesanos y los
industriales locales deben poder vivir dignamente de su trabajo. Es una simple
cuestión de visión a largo plazo.
Si no lo consiguen, dejaran su actividad, o la
deslocalizarán, tal como lo observamos a
diario en los países ricos.
Sin embargo, los mismos bienes de consumo seguirán
estando disponibles, pero procedentes de países terceros, cuyas normas
medioambientales, sociales, sanitarias o políticas no siempre llegan al mismo
nivel de exigencia.
¿Es aceptable?
La política de la avestruz (esconder la cabeza en la
arena para no ver el peligro), nunca ha llevado a nada bueno. Los que en la
actualidad se tapan la cara para no ver esta realidad, son los grandes
responsables de los futuros desastres económicos, sociales, sanitarios y
medioambientales.
Pero la agroecología también debe afectar a la
distribución. Actualmente, es el eslabón central, que dirige y decide del
presente y del futuro de la producción y del consumo de los bienes.
Pero les empresas de distribución están exclusivamente orientadas
hacia la producción de resultados financieros confortables para satisfacer a
sus accionarios. Las ganas y necesidades de los dos extremos, el productor y el
consumidor, se analizan solo para sacar de ellos el máximo beneficio.
Esta falta total de respeto debe ser una de las
prioridades para los órganos encargados de la implantación de la agroecología.
¿Una prueba de esta falta de respeto por parte de la
distribución? Carrefour, en Francia, ya comunica sobre la agroecología, pero
introduciendo voluntariamente confusión. http://www.forumphyto.fr/2016/05/24/carrefour-et-ses-fraises-sans-pesticides-mensonge-par-omission-et-faute-morale/?utm_medium=social&utm_source=linkedin
Al revés de lo que Carrefour pretende, la agroecología
acepta el uso de plaguicidas de síntesis, pero usándolos según los principios
de la protección integrada, de la que hablaré en un futuro capitulo.
Foto: http://www.ouestlyonnais.fr/photo/art/grande/6668498-10188808.jpg?v=1402493857
Favorecer
una agricultura diversificada, abierta, no dogmática ni ideológica, plural para
usar una palabra de moda, es la mejor manera de hacer aceptar la agroecología por
el conjunto de la sociedad. Para hacerlo, la sociedad civil entera debe
ser informada y sensibilizada a los desafíos, y a los aspectos positivos y
negativos, de cada tipo de agricultura.
Nada es perfecto, todos los métodos de producción tienen
ventajas e inconvenientes.
Seamos honestos sobre este punto crucial. Aquí otra vez, es una cuestión de respeto.
Los resultados de este gran movimiento serán aún mejores.
Es
imperativo integrar al proyecto de desarrollo de la agroecología una importante
vertiente de funcionamiento económico, político y social.
Es la única manera de
convertirlo en un verdadero proyecto societal.
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