EL ESPIRITU DE LAS PLANTAS – NUBES
Hace mucho tiempo, en el siglo pasado (a principio de los
90s), tuve la ocasión de hacer un viaja a Chipre, preciosa isla del
Mediterráneo, con un pasado histórico especialmente rico. Me había entonces
llamado la atención la increíble cantidad de plantaciones de árboles forestales
en todas las zonas no agrícolas, especialmente las zonas de montaña, a veces
instaladas en terrazas.
Me habían explicado que se trataba de un plan
gubernamental para frenar la evolución del clima local. Las lluvias se hacían
cada vez más escasas, y la isla se encaminaba poco a poco hacia un importante
riesgo de desertificación.
Se sabe empíricamente, y desde mucho tiempo, que los
bosques favorecen la aparición de lluvias, hasta el punto que varios países con
un clima árido, como es el caso de Chipre, han lanzado programas de
reforestación, a veces muy ambiciosos, cuyo objetivo es de intentar aumentar la
pluviometría, además de frenar la erosión y la pérdida de fertilidad de los
suelos.
Lo que ahora se sabe, gracias a la experiencia Cloud, una
serie de trabajos científicos llevados por el CERN, en Ginebra (Suiza), es cómo
se produce este fenómeno.
Te aconsejo la lectura del artículo original (en
francés), por los numerosos links y explicaciones que incluye.
“Clima: según el CERN, los árboles influyen sobre la formación de las
nubes.
Cómo lo mostraban en 2016 los resultados de la experiencia Cloud, del
CERN, los árboles serían mucho más aptos de lo que se pensaba para fabricar
nubes y refrescar el clima. Su acción pasa por los aerosoles.
Desde
2009, la experiencia Cloud, instalada en el CERN, en Ginebra, simula diferentes
condiciones de presión y de temperaturas para estudiar mecanismos que actúan en
la atmosfera terrestre, y especialmente el efecto de los aerosoles sobre el
clima. Esas pequeñas partículas actúan como “semillas de nubes”, favoreciendo
la condensación del vapor de agua en gotitas y en consecuencia la formación de
nubosidad. Globalmente, el efecto sobre el clima es refrescante ya que gran
parte de la luz solar es reflectada hacia arriba.
La
mitad de esos aerosoles son partículas de polvo procedentes de la tierra y de
las sales marinas emitidas por los océanos, y la otra mitad son moléculas de
gas que se agregan en partículas de 50 a 100 nanómetros. Es el caso del ácido
sulfúrico (SO2). En la actualidad, este gas es producido en grandes cantidades
por las actividades industriales. Esos aerosoles de origen humano, ya que crean
más nubes, tienen un efecto refrescante, que reduce el efecto de calentamiento
del dióxido de carbono (CO2). Es un forzamiento radiactivo. Los árboles son
también actores de esta maquinaria, con moléculas, como el pineno, liberadas en
el aire, y que también juegan el papel de núcleos de condensación.
Las
cantidades actuales de emisiones de dióxido d azufre complican el estudio de la
atmosfera preindustrial, que era diferente. Es lo que hizo un equipo de Cloud,
que se basó sobre los resultados de esta experiencia para elaborar una
simulación de la atmosfera preindustrial. Sus conclusiones, publicadas en los
Pnas http://www.pnas.org/content/113/43/12053.abstract (y discutidas en un artículo de The
Conversation https://theconversation.com/trees-are-much-better-at-creating-clouds-and-cooling-the-climate-than-we-thought-66713), detallan los estudios anteriores (…).
Según esos resultados (todavía por
confirmar, indican los autores), las cantidades de aerosoles presentes en la
atmosfera de antes de 1750 han sido hasta ahora subestimados, ya que los
aerosoles emitidos por los árboles son mucho más efectivos de lo que se pensaba
para fabricar nubes. En consecuencia, el efecto enfriador de los aerosoles de
origen industrial sería más débil de lo previsto, de aproximadamente 27%.
Los autores deducen también que
limitar las emisiones de aerosoles por las actividades humanas podría reducir
su acción refrescante. Pero esta reducción podría ser compensada por la acción
de los árboles, que solo piden volver a la importancia que tenían antes del era
preindustrial. En resumen, los bosques tienen la capacidad de ayudarnos a
limitar el calentamiento climático…”
Pues a la
vista de esta muy interesante experiencia, ¿qué pasa con la evolución del clima
de Chipre?
Encontré
datos climáticos históricos sobre la página web del Banco Mundial http://sdwebx.worldbank.org/climateportal/
Ahí encontré
dos informaciones, la acumulación de lluvia y la media de temperaturas, para el
periodo 1901-2015. Aquí están las curvas:
El análisis
de las curvas muestra una tendencia clara al aumento de las temperaturas, pero
una tendencia menos clara en cuanto a la pluviometría. Porque si las lluvias
tienden a ser menos frecuentes (la curva de tendencia está clara), también son
mucho más aleatorias. Los años de lluvias escasas son más frecuentes pero
también lo son los años de lluvias abundantes. Total, en cuanto a la
pluviometría, los años medios casi han dejado de existir.
De evidencia,
los efectos de esas reforestaciones no saltan a la vista. Se pueden imaginar
muchos motivos posibles. Personalmente, me imagino que gran parte de
responsabilidad viene de la edad de los árboles. Tienen más o menos 25 años
(para los que han sido plantados en los años 90), y es todavía muy joven.
Además, sus primeros años, con toda seguridad, no han sido un camino de flores,
como suele ser el caso de las reforestaciones en regiones áridas, con
dificultades de supervivencia en los primeros años por falta de lluvia durante
los 3 o 4 meses de verano, y mortandades a menudo numerosas de jóvenes árboles,
a las que se suman probablemente ataques parasitarios, como puede ser el caso
de algunos insectos de plantas débiles, o de salud precaria. Está claro que una
reforestación es un trabajo a muy largo plazo, especialmente en regiones
áridas.
Salvo que, la
bajada de la pluviometría, proporcionalmente menos fuerte de lo que es la
subida de las temperaturas, sea una señal de un buen efecto de esas
reforestaciones. En cual caso, la desertificación de Chipre habría ya progresado
mucho, si este programa no se hubiera iniciado suficientemente temprano.
Dicho eso, y
para volver al tema de los aerosoles, este trabajo, muy interesante dará
probablemente lugar a investigaciones complementarias, para estudiar la
producción de aerosoles según la edad, el desarrollo, y sobre todo según la
especie vegetal. Me imagino, como es el caso de muchas cosas con los seres
vivos, que existe una gran variabilidad de producción de aerosoles según la
especie vegetal. Algún día se elaborará una lista de especies más aptas para
luchar contra la desertificación por la abundancia de su producción de
aerosoles.
Entonces los
humanos se encontrarán una vez más delante una elección ecológica difícil, como
la que te contaba en un artículo ya antiguo, a propósito del necesario ahorro
de agua dulce y de sus consecuencias medioambientales (http://culturagriculture.blogspot.com.es/2014/12/34-agua-y-riego-3-caso-de-conciencia.html).
¿Tendremos
que plantar masivamente especies vegetales por su capacidad a favorecer las
lluvias, incluso fuera de sus regiones de origen?
¿Qué
desequilibrios vamos a provocar en la biodiversidad local por culpa de la
implantación de esas especies?
¿Los
desequilibrios provocados pueden ser preferibles a una desertificación?
El eterno problema de la elección… y
de sus consecuencias.
A la espera
de tener que elegir, la fundación GreenCyprusCom sigue trabajando para la
reforestación de la isla de Chipre, con especies autóctonas. Es mucho tiempo,
lento, laborioso y costoso, pero necesario.
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