¿PORQUE REGAR?
Antes de hablar más de riego, es importante entender de qué estamos
hablando. Pues voy a intentar responder a la pregunta :
¿Qué es y para qué sirve?
Las plantas, al igual que todos los seres vivos, necesitan agua. Se trata
de un elemento vital, sin agua, no hay vida, ni animal, ni vegetal. Pero en el
caso de las plantas, el agua juega un papel multiple, al final más complejo que
en el caso de los animales.
El primer papel, al igual que para todos los seres vivos, es de ser el
líquido que llena y baña las células, manteniendo los órganos celulares en
estado activo.
El agua es también el ”sudor” de las plantas, es decir lo que le permite
a la planta realizar su propia regulación térmica por la transpiración, que en
este caso llamamos evapotranspiración.
El agua también es el vehículo de los distintos elementos minerales y
hormonales por toda la planta, en forma de savia, del mismo modo que lo hace la
sangre en los animales. Pero lo que distingue las plantas de los animales, en
lo que a agua se refiere, es que la planta no tiene medio autónomo de comer. Comer
representa, para los animales, el medio de absorber los elementos minerales que
su organismo necesita, por el consumo de alimentos más o menos sólidos. La planta
realiza esta acción vital principalmente por las raíces, y también parcialmente
por las hojas y la corteza joven. Pero las raíces solo pueden absorber agua,
cargada con elementos minerales disueltos.
El agua pues, representa para la planta tanto la bebida como la comida.
El riego representado en la tumba de Sennedjem, en Egipto, en la época del faraón Ramses II, hacia los años 1275 AC, es decir hace más de 3.000 años.
El riego se usa en agricultura desde más de 5.000 años para permitir a las plantas, organizadas en la
mayoría de los casos en monocultivo, de mantener su actividad, incluso durante
los meses en los que las lluvias son insuficientes o ausentes.
El agricultor debe poder cubrir las necesidades de sus cultivos cuando
la naturaleza no lo puede hacer. Se trata, en este caso, de permitir a la
planta de terminar su ciclo, de asegurar la producción de alimentos (la falta
de agua lo podría impedir) y, en el caso de cultivos perennes, de garantizar su
supervivencia hasta el año siguiente.
Cuando está el concepto entendido, entramos en consideraciones técnicas,
que van a afectar el sistema de riego, la disponibilidad de agua, la calidad
del agua disponible, las dosis de agua, la frecuencia de riego, etc.
Una buena gestión del agua va permitir optimizar los recursos
consiguiendo buenos resultados agronómicos y productivos.
Una mala gestión, al revés, va provocar todas clases de estreses
hídricos, por falta o por exceso, acompañados de problemas agronómicos, de
riesgos de contaminación de los acuíferos y de malos resultados productivos.
Para tan solo dar un ejemplo que conozco muy bien, en mis condiciones de
vega en la zona de Sevilla, puedo llevar los árboles hasta la recolección, y
preparar la cosecha siguiente con menos de 3.000 m3 de agua por hectárea y por
año, cuando conozco fincas, en condiciones comparables, o incluso menos
desfavorables, que gastan entre 2 y 5 veces más agua.
Los elementos nutritivos absorbidos por las raíces siempre van disueltos
en agua. Su procedencia, del suelo o de los abonos naturales o químicos, no
cambia la forma en que la planta los puede asimilar.
Ya que son solubles en agua, los elementos no absorbidos por las raíces,
pueden ser arrastrados hacia los acuíferos en caso de exceso de agua o de
lluvia abundante. Una mala gestión del agua, provoca un riesgo de contaminación
de los recursos hídricos.
En un clima en el que las lluvias se reparten de manera bastante homogénea
a lo largo del año, el riego no es necesario, ya que la reserva hídrica del
suelo se reconstituye naturalmente con cada episodio de lluvia. Al contrario,
en clima mediterráneo, continental seco, árido o semi-árido, la mayoría de las
plantas no pueden sobrevivir sin ayuda del agricultor. El riego es necesario
para aportar a las plantas el agua que necesita en los momentos en los que la
reserva de agua del suelo es insuficiente.
Hace algunos años, aquí en Sevilla, región en la que, sin riego casi no
existiría agricultura, tuve la visita de un grupo de jóvenes alumnos de una
escuela de agricultura de Dinamarca. No entendían porque la finca estaba
equipada de bombeos y de tuberías. Tuve que explicarles las características del
clima de la zona para que entiendan la utilidad de un sistema que, obviamente,
no es necesario en su país.
Otra diferencia entre plantas y animales, es que estos últimos se pueden
desplazar para buscar agua. En concreto, el agricultor puede localizar el
aporte de agua a los animales de tal manera que cada litro de agua se consume,
sin desperdicio.
En el caso de las plantas, es diferente ya que la planta debe encontrar
el agua en el volumen de suelo que prospecta con sus raíces. Es más difícil para
el agricultor no desperdiciar agua, ya que es difícil controlar de manera
exacta, tanto el consumo de la planta como el ajuste de los aportes de agua. Es
cuando la tecnificación del riego puede aportar soluciones.
Hay que ser consciente que el riego no es un capricho de agricultor,
pero una real necesidad en muy numerosas áreas del planeta. Sin riego, los
problemas de disponibilidad de alimentos serían aún más graves.
Además el arroz, uno de los principales alimentos básicos a nivel
mundial, necesita una fase de inundación permanente para producir, ocasionando
un fuerte consumo de agua dulce.
Está claro que sin riego, los problemas alimentarios serían mucho más
graves. El hambre lleva a menudo a la revuelta. Se puede considerar pues que el
riego es un importante factor de paz social.
Sin embargo, hay que conocer los límites. Los recursos de agua dulce no
son inagotables y es imprescindible gestionarlos de manera coherente.
Uno de los principales factores de desperdicio de los recursos de agua
dulce es la mala gestión del riego. El agricultor ha de conocer sus cultivos,
sus necesidades en cada momento y saber (y poder) aumentar o reducir los
aportes de agua para adaptarlos a las necesidades. Está claro que existe, por
un lado un importante problema de formación/información de los agricultores, y
de concienciación por otra parte.
Una buena gestión de los cultivos permite aumentar la productividad de
cada campo. Un campo bien regado producirá más, con lo que serán necesarias
menos hectáreas regadas para producir la misma cantidad de alimentos. Una mejora
de la productividad por la formación y la tecnificación representan pues un
importante factor de ahorro de agua, y de sostenibilidad de la agricultura de
regadío.
¿Cuáles son los problemas que van a llevar a un agricultor a regar en
exceso?
Son numerosos. Se puede hablar
- Del sistema
de riego (riego por inundación, por aspersión, por goteo)
-
De la disponibilidad del agua (sondeos o
balsas que permiten disponer del agua a voluntad, o redes comunitarias con
turnos que solo dejan periodos de disponibilidad limitados)
-
De la calidad del control de las necesidades
de agua de la planta por el agricultor (control de la humedad del suelo, del
funcionamiento de la planta, de los datos climáticos, etc.)
-
Del miedo del agricultor. Es frecuente que
los agricultores teman la falta de agua más que el exceso. Sin embargo en
exceso es generalmente más dañino que la falta. Este miedo proviene de que una
planta asfixiada muestra, al principio del problema, un síntoma muy similar al de
una planta afectada por sequía.
- Del tipo
de suelo. Algunos suelos son difíciles de gestionar ya que la circulación del
agua es complicada en ellos. El agricultor en general prefiere tomar un riesgo
de exceso de agua, lo que es casi siempre un error.
Volveré sobre estos puntos en varios artículos
en el futuro.
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