mercredi 28 février 2018

124- Agroecología -6- ¿Es buena la naturaleza?


AGROECOLOGÍA - ¿ES BUENA LA NATURALEZA?

Está bien visto, en la corriente de “pensamiento correcto” actual, de pensar que la naturaleza es buena, y que los humanos solo la perturban.

Veamos la naturaleza por una parte, y la relación de los humanos, así como de los otros animales a nuestra Madre Naturaleza.


Los animales siempre han aprovechado la naturaleza para sus propias necesidades.
Las aves fabrican sus nidos, los conejos cavan sus madrigueras, las ardillas hacen reserva de alimentos, los cuervos fabrican herramientas para resolver sus problemas, las hormigas crían y defienden pulgones para alimentarse de la melaza que producen, los grandes felinos cazan agrupando rebaños de antílopes o de cebras para poder aislar un individuo, los osos destruyen colmenas silvestres para comer la miel, los cormoranes pescan, los gatos juegan con sus víctimas, los atunes cazan al azar en gigantes bancos de arenques, masacrando miles, incluso algunos animales se asocian para ganar en efectividad de caza.
Mira esta lucha y la suerte de pez volador huyendo como pueda delante un depredador mucho más potente.

Nos da lástima. Sin embargo es su destino. Es el ciclo natural. Tiene que morir para que sus depredadores puedan vivir y reproducirse.
El romanticismo de la humanidad moderna le ha hecho perder nociones tan esenciales como esta.


Somos depredadores. Llorar para la vaca que va a ser abatida es totalmente anti-natural.
Lo que no significa que tengamos que hacer sufrir el animal cuando lo matemos.
Muchos movimientos ideológicos actuales (especialmente dedicados a la alimentación) en el fondo son absurdos ya que son una negación de la naturaleza.
¿Cómo puede uno pretender respetar la naturaleza mientras se niega a aceptar la naturaleza humana?

Los humanos solo han reproducido y adaptado lo que habitualmente se produce en la naturaleza. La peculiaridad es que una sola especia animal, gracias al desarrollo atípico de su cerebro, ha podido reunir la mayoría de las aptitudes de otros animales.

Los humanos siempre han intentado protegerse de la naturaleza, porque no es buena, es salvaje, cruel y peligrosa para sus miembros.
Inventaron la ropa para protegerse del frio y del sol,
Inventaron los zapatos para protegerse los pies,
Inventaron las armas para cazar más fácilmente animales más potentes que ellos,
Aprendieron a domesticar el fuego para calentarse, para ahuyentar a sus propios depredadores, y para cocer sus alimentos,
Construyeron casa para abrigarse de la lluvia, de la nieve, del viento y de los animales,
Inventaron el pararrayos para protegerse de los rayos,
Han domado y domesticado animales para aliviarse de la tareas más difíciles y para poder desplazarse,
Han domesticado otros para defenderse,
Han inventado la agricultura para controlar la disponibilidad de sus alimentos.


Inventar todas esas cosas increíbles les ha desarrollado la inteligencia, y han inventado técnicas para mejorar y modernizar todas esas invenciones anteriores.

Paro finalmente, ¿Por qué todo esto?
Para protegerse.
Esta necesidad fundamental y visceral de protección les ha permitido evolucionar y desarrollar su inteligencia. Y han hecho lo mismo que todos los seres vivos en la naturaleza: han utilizado la naturaleza para su propia necesidad.

Es que hoy está de moda querer volver a una agricultura que no disturbe el equilibrio de la naturaleza. Esta idea se apoya especialmente en el concepto que dice que la naturaleza es buena, y por otra parte, que lo que hace la naturaleza es perfecto.
Se puede debatir, y mucho el tema.

Andrew McGuire, agrónomo del Centro de la WSU para la Conservación de la Agricultura y de los Recursos Naturales, ha publicado en 2014 un interesante artículo inicialmente publicado en la web del Centro para la Conservación de la Agricultura y de los Recursos Naturales de la Universidad de Washington, bajo el título “Don’t Mimic Nature on the Farm, Improve it” (no imita la Naturaleza, mejórala), (http://csanr.wsu.edu/dont-mimic-nature-improve-it/).

Solo voy a tomar su conclusión, que me parece fundamental para entender que nuestra agricultura debe seguir su evolución.

“Si lo que vemos en los ecosistemas naturales no es optimizado, sino aleatorio (stocástico como dicen los ecólogos), deberíamos ser capaces de hacer igual de bien o mejor. Podemos, con ingenio, sensatez y una bueno dosis de humildad, ensamblar queriendo sistemas que superan los ecosistemas naturales proporcionando juntos productos y servicios ecosistémicos. A través de la explotación de las propiedades y de los procesos de las distintas especies y a través de de la gestión de las condiciones abióticas (propiedades físicas y químicas del suelo, niveles de agua, etc.), podemos crear agro-sistemas de diseñadores, que serán exitosos en criterios que importan a la agricultura: productividad, eficiencia y estabilidad. Sugiero que es, en realidad, lo que hemos hecho a todo lo largo de nuestra historia (más en el artículo siguiente), y que el “equilibrio de la naturaleza” solo nos ha distraído de nuestros esfuerzos para mejorar la sostenibilidad de nuestra agricultura, una distracción que es imprescindible abandonar.”



En el segundo artículo indicado en este texto, el mismo autor propone pistas de reflexión para una agricultura de futuro bajo el título “Ecosystems are Not Smart, We Are – Applications on the Farm” (Los ecosistemas no son inteligentes, lo somos nosotros – Aplicaciones en la finca). (http://csanr.wsu.edu/ecosystems-are-not-smart/)

Me quedo sobre todo con el principio y el fin de este artículo:

“Si la naturaleza no ha sido optimizada por un proceso que conocemos y que en consecuencia se compone principalmente de mezclas aleatorias de especies dictados esencialmente por perturbaciones naturales, pues no hay ningún motivo para “seguir la vía que nos enseña la naturaleza”. Pero si no seguimos esta vía, ¿con qué nos quedamos?
Nos queda una agricultura basad sobre la inventividad humana y compuesta de lo siguiente:

Rotaciones de cultivos, o mejor aún, sucesiones de cultivos dinámicos;

La gestión de los residuos y la siembre sin laboreo para conservar el suelo cubierto y controlar la erosión;

El uso cauteloso de abonos de síntesis en asociación con abonos orgánicos;

Cultivos de cobertura y abonos verdes, incluidos mezclas para cubiertas; es a este nivel que se puede estudiar las especies no utilizadas e infra-utilizadas para sacar partido de la “sabiduría de la Naturaleza”. La siembra de precisión secuencial con cultivos de cubierta podría aumentar los beneficios de la agricultura de conservación ayudando a la raíces a colonizar provechosamente los canales radiculares de los cultivos muertos (es la colonización secuencial de los canales radiculares).

La gestión integrada de las plagas, incluyendo el uso de pesticidas mejorados.

Los OGM incluidos para los cultivos de cubierta.


Todas esas prácticas podrían ser más ampliamente empleadas y aplicadas con mayor eficiencia.
[…]

Otra ventaja conseguida por el rechazo de “las nociones románticas de un Edén estable” es que debería hacernos menos sensibles a las soluciones “mágicas”, a los deseos piadosos y otras tonterías. Según mi experiencia, es especialmente importante en la gestión de los suelos y de las plagas. No existe un método rápido, fácil y barato para mejorar los suelos. Hacen falta grandes cantidades de materia orgánica, sean producidas en el lugar (más baratas) o traídas (más caras). A largo plazo, los elementos fertilizantes exportados por el cultivo deben ser sustituidos; no pueden ser producidos por “una mejor biología”. Para los insectos, las malas hierbas y las enfermedades, ningún esfuerzo para mejorar el sistema los hará desaparecer.

Están los que encontrarán que toda esta noción es otro ejemplo de la arrogancia humana tratando de controlar la naturaleza y es cierto que existen muchos casos en los que no hemos hecho una buena gestión de la Tierra. Sin embargo, debemos reconocer que la agricultura controla la naturaleza para nuestras propias necesidades. Seguimos necesitando a la naturaleza, y a zonas silvestres, pero a menos que los críticos puedan indicar un mecanismo por el que los ecosistemas naturales han sido constantemente mejorados, no deberíamos emplearlos como modelos para la agricultura, ni suponer que no podemos mejorar. No hay un estado utópico de la naturaleza, con lo que podemos parar de intentar restaurar, recuperar o regresar a tal estado en la agricultura. No hay vuelta atrás, solo hay un camino hacia adelante.”


Nuestra agricultura tiene que seguir su evolución. Hemos pasado de una agricultura tradicional totalmente expuesta a los caprichos de la Naturaleza, a una agricultura productivista, conceptualmente extraída de esta misma naturaleza. Es obvio, para quien quiere reflexionar a este asunto, que era un error.
Pero una revolución siempre pasa por fases extremas. La revolución francesa, fundadora de gran parte de las ideologías políticas modernas, provocó daños colaterales terribles, ha sido el teatro de todas clases de ajustes de cuenta, ha sido el origen de cientos de miles de víctimas, inocentes de los delitos de los que se les acusaba.
Pero ha sido necesario pasar por esas aterradoras etapas para llegar a establecer una democracia en la que el regalito a los políticos es una señal evidente de clientelismo y de corrupción.

En agricultura es lo mismo.
Hemos vivido durante siglos con una agricultura tradicional y frágil, difícil y poco productiva, alternando fase de sobreproducción con fases de hambruna.
Luego, sucesora de la Revolución Industrial, llegó la Revolución Verde, llena de buenas intenciones, y catastrófica en muchos aspectos. Sin embargo, esta revolución tan denigrada ha sido el origen de un movimiento fundamental de investigación, de experimentación, de comprensión de fenómenos a los que está vinculada nuestra producción de alimentos.
Nos encontramos actualmente en un movimiento de péndulo inverso, que tiende a llevarnos a una época en la que la modernidad se entiende como sinónimo de contaminación, de aberración.
Pero inevitablemente, el provenir nos demostrará que la verdad no es esta. La producción de alimentos tiene una imperativa necesidad de modernidad en todos los puntos de vista.
Pero la preservación de nuestro entorno es también una condición de sostenibilidad, no solo de nuestra agricultura, pero también de la especie humana y del resto de especies vivas.


El futuro se sitúa OBLIGATORIAMENTE en el medio, a la vez moderno y productivo, y a la vez respetuoso con el medioambiente, la biodiversidad, el agua y los suelos.
Pero la agricultura ecológica, hoy por hoy, no es capaz de proponer una correcta combinación de todos los criterios.
Es la Producción Integrada que lo permite, o la agroecología, según cómo se quiera llamar.
Porque seamos claros, el uso de la química de síntesis a veces es una necesidad, no de cualquier manera, por supuesto, pero debemos proteger nuestra agricultura contra las agresiones de la naturaleza. Es una cuestión de ecología.
Claro, algunos van a pegar botes. Sin embargo, producir mucho sobre una superficie reducida es la mejor manera para respetar los espacios naturales no dedicados a la agricultura.
El productivismo no es contaminante si se gestiona bien, es incluso todo lo contrario.

Los humanos matan plantas y animales a los que han previamente permitido vivir. Es así cómo nos alimentamos.
Y veo difícil una humanidad de 7.500 millones de habitantes, y en aumento, de los que más de la mitad son urbanos, volver a un estatuto de cazador-recogedor.

La Naturaleza no es buena. Tampoco es mala. Solo es Naturaleza, siempre a medio camino entre vida y muerte. La muerte de unos es el seguro de vida de otros. Es lo que hay. Es la ley de la Naturaleza.

Lo complicado, para los agricultores, es de resolver la difícil ecuación de una producción optimizada con efectos segundarios muy reducidos, para respetar lo mejor posible la Naturaleza.



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