LA PERCEPCIÓN DEL RIESGO
Un interesante artículo publicado en mayo en el blog español
“El ecologista transgénico” nos informa sobre la percepción del riesgo por el
público, y nos advierte sobre la enorme presión mediática que soportamos
diariamente, con la percepción a veces errónea que podemos coger de
determinados temas.
Este artículo me interesa mucho ya que la agricultura, y
especialmente los plaguicidas, forman parte de los temas más afectados por este
problema, muy a menudo de manera injustificada.
“La percepción del riesgo: un asunto peligroso
12 mayo,
2018
Los
errores en la percepción del riesgo son la base de muchos problemas en la
comunicación de la ciencia, por lo tanto voy a dedicar la entrada a este tema,
intentando aclarar conceptos mediante unos cuantos ejemplos. Porque, cada día,
en nuestra vida diaria, tenemos que tomar un sinfín de decisiones que son
ejercicios de balance entre beneficios y riesgos, unas inconscientes otras más
razonadas. Por desgracia los humanos no somos muy buenos a la hora de evaluar
estos riesgos. Esto complica nuestra capacidad para tomar decisiones
coherentes, desde decisiones médicas, más o menos importantes, hasta qué
alimentos nos llevamos a la boca.
De
hecho, la evidencia es clara, no podemos evitar cometer esos errores. Nuestra
aparente irracionalidad en este tema es fruto de procesos innatos que operan
fuera de nuestro control consciente. Se han identificado una serie de “factores
de miedo” emocionales que hacen que algunas amenazas potenciales produzcan más
temor que otras, sin importar lo que la evidencia pueda decir:
- Los
riesgos creados por el hombre nos asustan más que los naturales, por lo que es más probable que tememos los
transgénicos, la radiación de plantas nucleares y químicos industriales que los
riesgos “naturales” como leche no pasteurizada, medicinas naturales o radiación
cancerígena del sol.
- Nos
preocupamos más por los riesgos que no podemos controlar y tendemos a pasar por
alto los riesgos que podemos controlar, por ejemplo, sobreestimamos es riego del glifosato (u otros
fitosanitarios) pero subestimamos el riesgo de no comer suficiente fruta o
verdura o del sedentarismo.
- Los
riesgos impuestos nos atemorizan más que aquellos que tomamos voluntariamente. Por ello, la percepción del riesgo es mayor
en el caso de la radiación de las centrales nucleares que con la radiación del
sol, a la que nos exponemos voluntariamente.
- Somos
malos evaluando los riesgos y beneficios a largo plazo; tenemos una tendencia innata a centrarnos
en el corto plazo. Por ejemplo, cuando desaparecen enfermedades como el
sarampión o las paperas, los beneficios de las vacunas que los vencieron ya no
son obvios y pueden llegar a ponerse en entredicho.
- A
menudo olvidamos considerar el riesgo de no hacer nada o de la alternativa.
Estos
atajos mentales y nuestro deseo de respuestas simples sobre la causalidad, el
riesgo y el beneficio conducen a algunos errores comunes en la forma en
actuamos en nuestras propias vidas.
Peligro y riesgo
Peligro
y riesgo son dos conceptos diferentes pero relacionados.
Un
peligro es un agente que tiene el potencial de causar daño.
El
riesgo mide la probabilidad de daño por un peligro.
Los
peligros solo se convierten en riesgos cuando hay exposición. Ejemplo: la
radiación solar es un peligro. Pero si nunca me expongo (o me protejo) a la
radiación, no me enfrentaré al riesgo de quemaduras o melanomas, aunque el
peligro ahí está. A pesar de esta diferencia, tendemos a considerar todos los
peligros como riesgos, independientemente de nuestro nivel de exposición.
Esto
es muy visible en la clasificación de carcinógenos de la International Agency
on Cancer Research (IARC http://monographs.iarc.fr/ENG/Classification/). La identificación de peligros es el primer
paso de la evaluación de riesgos, pero no es en sí una evaluación de riesgos.
Sin embargo, constantemente vemos informes de identificación de peligros
presentados como evidencia de riesgo real. Estas clasificaciones se basan en la
fuerza de la evidencia y no en el grado de riesgo. Dos factores de riesgo
podrían incluirse en la misma categoría aunque uno triplicara el riesgo de
cáncer y el otro lo aumentara en una pequeña fracción. Un ejemplo claro es el
tabaco y la carne procesada, incluidos ambos en la categoría 1 de dicha
clasificación. Según Cancer Research UK (http://scienceblog.cancerresearchuk.org/2015/10/26/processed-meat-and-cancer-what-you-need-to-know/), fumar causa el 19% de todos los cánceres;
por el contrario, se cree que “solo” el 3% de todos los cánceres son causados
por la carne procesada y las carnes rojas combinadas. Por lo tanto, la
evidencia de que la carne procesada causa cáncer es tan fuerte como la del
tabaco, pero el riego del tabaco es mucho mayor.
Todos los peligros no son iguales
Como
hemos visto, todos los peligros no son iguales, estos pueden afectar a distinto
número de personas y/o ser más o menos dañinos.
Observando el gráfico, podemos dividir los peligros en cuatro categorías
según la cantidad de personas afectadas y la gravedad del daño. La naturaleza
del producto (natural vs sintético) no afecta a la peligrosidad.
Sin
embargo, a veces tendemos a considerar que todos los peligros a los que
prestamos atención son igual de dañinos. El aumento del movimiento anti-vacunas
muestra esta tendencia a ver todos los riesgos como iguales (considerando los
peligros de las vacunas y los peligros de las enfermedades como equivalentes
tanto en gravedad como en riesgo de daño). Las enfermedades prevenibles por
vacunación pertenecen al cuadrante superior derecho del gráfico. Las vacunas trasladan
el peligro de estas enfermedades al cuadrante superior izquierdo reduciendo
drásticamente el número de personas afectadas por estas enfermedades. Por otro
lado, las vacunas en sí mismas tienen una peligrosidad generalmente baja en una
pequeña proporción de la población, colocándolas en el cuadrante inferior
izquierdo. Sin embargo, en la mente de muchas personas, los riesgos
extremadamente raros (reales o imaginarios) asociados con las vacunas se han
vuelto iguales o mayores que los riesgos (muy reales) de contraer la
enfermedad. Lo mismo es cierto para los aditivos alimentarios.
Conclusión
Estamos
continuamente expuestos a una gran cantidad de peligros, algunos de las cuales pueden tener riesgo para nuestra salud si nos exponemos a ellos, si se encuentran
en una concentración demasiado alta o de una forma demasiado frecuente. Los
errores en la percepción del riesgo
son la base de muchos problemas en la comunicación social de la ciencia. En
parte, estos errores, son debidos a nuestra escasa capacidad para evaluar
correctamente estos riesgos (otras veces son interesados). Para evitarlos
debemos evaluar cada peligro por separado, analizando su potencial para causar
daño y su nivel de exposición así como su posible alternativa o las
consecuencias de prescindir de él para informarnos si algo realmente representa
un riesgo.
La
confusión creada en torno a la diferencia entre peligro y riesgo es
cuidadosamente cultivada, con una meta, generalmente oculta, destinada a
favorecer ventas o a provocar una modificación de la opinión o del
comportamiento.
Es sin lugar a dudas lo que está pasando desde varios años en contra de la agricultura
convencional, para favorecer el consumo de productos ecológicos. Los que más
comunican en este sentido son empresas capitalistas que distribuyen alimentos
ecológicos, u ONGs ecologistas intentando conseguir nuevos seguidores o
aumentar su poder.
Este mercado es muy lucrativo, y los medios implementados
para desarrollarlo no dudan en denigrar cualquier cosa que se interponga en su
camino.
Atraer
el consumidor jugando con sus miedos, es lo único que les importa.
Y los
daños colaterales producidos, que a veces son graves, no les importan.
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