El tema de
hoy preocupa a casi todo el mundo, y es muy polémico. La seguridad alimentaria.
En los últimos años, los casos de intoxicaciones, más o menos graves, y las
alertas han sido numerosas, pero generalmente poco explicadas. Se pueden
resumir a dos categorías principales, que voy a abordar por separado.
Parte 1:
los residuos de plaguicidas.
Este tema
preocupa a todo el mundo. Las recientes alertas se han referido a la presencia
de residuos prohibidos en Europa o, en algunos casos, en superaciones de
niveles autorizados. Sin embargo, hoy en día, y como lo comentaba en una
publicación anterior, las cosas han cambiado, y mucho.
Pero primero,
¿de qué estamos hablando?
Los cultivos,
al igual que cualquier ser vivo, son sometidos a ataques de varios parásitos,
enfermedades y plagas (insectos, ácaros, pájaros, roedores), o a agresiones
climáticas (heladas, granizo, inundaciones, sequías, golpes de calor, tormentas
de viento). El agricultor debe proteger sus cultivos con el uso de plaguicidas,
también llamado productos fitofarmacéuticos. Según la situación, los productos
actúan de manera preventiva, curativa, como repelente o atrayente, o también
como anti-estrés o como cicatrizante.
Al igual que
en cualquier organismo vivo, estos productos, después de su aplicación, van
actuar superficialmente o dentro de la planta, luego se inicia un proceso de
degradación progresiva, que termina por la desaparición total, en un plazo
variable, que va de unos días a unas semanas, dependiendo de la molécula y del
cultivo.
La
degradación se produce bajo los efectos combinados de la descomposición por el
propio vegetal (hidrolisis), la descomposición por la luz (acción de los rayos
UVA), la vaporización por el calor, la oxidación por el agua de lluvia y el
oxígeno del aire, y el lavado por las lluvias (y posterior degradación por los
microorganismos del suelo).
Se distinguen
dos grupos de plaguicidas: los que proceden de la química de síntesis, y los
plaguicidas llamados “ecológicos” o plaguicidas bio, es decir de origen
natural, cuyo proceso de fabricación no integra ninguna técnica de síntesis
(existen excepciones, de las que quiero hablar en una posterior publicación).
Entre los
métodos naturales de protección de los cultivos, existe una categoría que no
entra en esta publicación: los organismos auxiliares, que son seres vivos que,
por su acción natural, van a actuar en sitio y lugar de los plaguicidas. Son
los virus, bacterias, hongos microscópicos, nematodos auxiliares, insectos
auxiliares, así como los animales predadores, como son los murciélagos,
pájaros, aves rapaces, zorros, ginetas, serpientes, etc. Son seres vivos, con
lo que su evolución es distinta, y no dejan traza ni rastro que se pueda
considerar como un residuo, aunque en cuanto a bacterias, virus, hongos
microscópicos y nematodos auxiliares, puede uno dudar de ello.
Regresemos a
nuestras moléculas.
Las
moléculas de síntesis.
Del mismo
modo que las moléculas farmacéuticas, antes de su autorización de venta, pasan
por un largo y costoso proceso de estudio. Os invito a volver a mirar mi
publicación nº 2 para más detalles. Lo que me importa hoy es la noción de
residuos de plaguicidas.
Para cada
molécula, se fija, a nivel europeo, y a nivel de cada país fuera de la
Comunidad Europea, un LMR (límite máximo de residuo), expresado en ppm, es
decir en mg de la molécula por kg de alimento. Se trata del nivel máximo por
encima de la cual las autoridades sanitarias consideran que el producto puede
presentar un peligro para la salud, o corto y a largo plazo. La realidad es que
los niveles fijados como LMR oficial se sitúan entre 100 y 200 veces por debajo
de los niveles determinados por los estudios de registro. Este LMR tiene valor
legal. Cualquier alimento que presente una superación de LMR no puede ni
circular por carretera, y ha de ser destruido. Se considera como contaminado y
no apto para el consumo. Las alertas de estos últimos años se han referido a
este tipo de situación.
Se realizan
controles en el punto de partida (campo del agricultor y/o almacén de
confección), por las administraciones de sanidad vegetal, los servicios
veterinarios, los servicios de higiene o el SEPRONA, luego se pueden hacer
durante el transporte por la aduana, o en destino en los almacenes o en los
puntos de venta.
Un camión
controlado con superación de LMR o con presencia de una molécula no autorizada
sería desviado sobre la marcha hacia un centro especializado, para ser
descargado. La carga sería luego destruida. El almacén de origen recibiría una
multa importante, con cese de actividad, al menos de manera provisional.
Una tienda de
distribución, en la misma situación y si no fuera capaz de demostrar su buena
fe, puedría ser acusada de poner en riesgo la salud de los consumidores, con las
consecuencias que podría conllevar.
La
moléculas bio
Aquí, tenemos
un verdadero problema. El agricultor bio tiene a su disposición determinados
productos autorizados para la protección sanitaria de sus cultivos. Pero al día
de hoy, existe un vacío legal, a nivel europeo, referente a estos productos. El
fabricante no tiene la obligación de declarar la composición completa. Puede,
por ejemplo, declarar “extracto de Neem”. El neem o margosa (Azadirachta
indica) es un árbol procedente de la India, cuyas semillas producen un aceite
con propiedades insecticidas. El compuesto principal, cuyas propiedades
insecticidas están muy reconocidas se llama azadiractin. Pero ¿Cuáles otras
moléculas naturales constituyen el extracto? ¿Son peligrosas para la salud
humana? ¿Hay residuos de estas moléculas en las frutas y las hortalizas frescas
tratadas con este aceite natural? ¿En qué niveles?
Por otra
parte ¿Este extracto esta puro? ¿Contiene coadyuvantes en la formulación (el
producto tal como se vende al agricultor)? ¿Cuáles son los coadyuvantes? ¿Estos
coadyuvantes están autorizados en agricultura ecológica? ¿Estos coadyuvantes
presentan algún tipo de riesgo para la salud? En la mayoría de los casos, no
existe respuesta a estas preguntas, y no hay ningún estudio serio que permite
saberlo.
No hago
agricultura ecológica, pero integro, en los métodos de cultivo y en los
programas de gestión técnica, determinados elementos autorizados en agricultura
ecológica. Tengo la experiencia personal de una situación de este tipo, en 2012.
Después de
una primavera muy seca y fría, con problemas de heladas, empezamos la
recolección, con una semana de retraso a finales de abril. Pocos días antes, se
anuncias lluvias, y decidimos tratar con un fungicida ecológico, de manera de
proteger la fruta contra el riesgo de podredumbres, sin tener riesgo alguno de
residuo. Elegimos un producto conocido, de un nivel de efectividad demostrado,
y autorizado para este uso en agricultura ecológica, y como tal exento de plazo
de seguridad (número legal mínimo de días a respetar entre el tratamiento y la
recolección), y de LMR. Se trata de un “extracto de rutáceas”, amplía familia
de plantas, con ciertas propiedades fungicidas. Cuatro días después del envío
del primer lote de frutas, nos llega una reclamación de un importante cliente
alemán, por presencia de un residuo de amonio cuaternario (un desinfectante
utilizado en la industria agroalimentaria y en instalaciones sanitarias, pero
prohibido en alimentos). Como es un producto que usamos en nuestras instalaciones
para la desinfección del material de confección y envasado, revisamos en
prioridad todos nuestros procedimientos de limpieza e higiene, hacemos
muestreos para mandarlos a un laboratorio. Ya que no encontramos nada,
revisamos nuestros procedimientos de campo y analizamos, entre otros, este
producto ecológico. ¡Vaya sorpresa! Encontramos con un nivel elevado de amonio
cuaternario en el producto. En este caso, el fabricante lo había integrado, sin
declararlo, en la formulación como coadyuvante. La duda queda permitida: ¿Cuál
era el verdadero compuesto activo del producto? ¿El extracto de plantas o el
amonio cuaternario? Después de numerosas protestaciones y reclamaciones (no
fuimos un caso único, obviamente), el producto fue retirado del mercado, pero
el fabricante no fue sancionado, ya que no había infringido la ley. Una
investigación fue conducida a nivel europeo, para determinar si existían otros
casos parecidos, llevando a la retirada del mercado de varios productos del
mismo tipo.
Este ejemplo
demuestra que los procedimientos y los controles son muy insuficientes, y este
caso no ha llevado a un cambio en la legislación sobre el registro de
plaguicidas ecológicos.
Se hace creer
al consumidor que está comprando productos sanos y sin riesgo para la salud,
pero la realidad es muy diferente.
El mercado de
los productos ecológicos ha atraído a mucha gente poco escrupulosa, que se
aprovechan para enriquecerse sobre la credulidad de consumidores mal
informados, y sobre los agricultores ecológicos que tienen que llevar sus
cosechas con un mínimo de problemas para poder seguir adelante, económicamente
hablando.
Por otra
parte, las autoridades no han puesto en marcha los procedimientos necesarios
para garantizar que los productos utilizados en agricultura ecológica sean
realmente aptos y conformes, que se puedan analizar, y que su trazabilidad
permita conocer exactamente su procedencia y su composición completa.
Si a eso
añadimos que la mayoría de los productos ecológicos son menos efectivos que sus
equivalentes de síntesis, hay que considerar que le agricultor, para conseguir
un rendimiento suficiente de producto comercializado, queda obligado a tratar
con mayor frecuencia, con el consiguiente mayor riesgo de residuos. Pero los
controles no se hacen ya que la mayoría de las moléculas no se declaran, y a
veces, ni se conocen. Un laboratorio, solo puede medir la presencia de
moléculas conocidas, y tiene que haber previamente calibrado sus equipos con
soluciones patrón.
Parte 2:
la seguridad bacteriológica.
Paradójicamente,
este tema preocupa menos los consumidores, cuando el peligro real es
infinitamente más elevado. Este aspecto no presenta diferencia, a primera
vista, según el método de producción. Sin embargo, hay que resaltar algunos
puntos importantes.
En
agricultura convencional, se utilizan libremente fertilizantes de síntesis o de
origen natural.
La
agricultura ecológica prohíbe el uso de fertilizantes de síntesis, dando la
preferencia a fertilizantes de origen natural, entre los que los estiércoles
ocupan una situación privilegiada.
Estos
elementos tiene que pasar por un proceso de compostaje que los prepara para su
utilización agronómica, y los sanea (un compostaje bien hecho elimina la
totalidad de la bacterias presentes en las deyecciones animales).
Sin embargo,
si el proceso no está bien controlado, y no es completo, el estiércol no queda
totalmente saneado. Por otra parte, el estiércol fresco, sin compostaje previo,
se puede usar para calentar el suelo, para mejorar los resultados agronómicos
de los cultivos, o para adelantar el ciclo del cultivo, ganado en precocidad.
En estas condiciones, sí existe un auténtico riesgo bacteriológico.
Los casos
recientes de la bacteria Escherichia coli en Europa (procedente de un cultivo
ecológico de semillas germinadas en Alemania), o de listeriosis en Estados
Unidos (cultivos ecológico de melón), produciendo un centenar de muertos en
total, demuestran que hay que ser extremadamente prudente en el empleo de estas
técnicas, y sobre todo, que los controles sanitarios no están a la altura del riesgo.
En mi conocimiento, no existe ningún caso parecido procedente de agricultura
convencional.
Parte 3:
la distribución.
Otro punto
conflictivo. No soy especialmente a favor de los supermercados para la
distribución de los productos frescos, ya que suelen abusar de su posición de
fuerza para negociar condiciones comerciales, y al final es el productor que
sufre las consecuencias, con a veces, la imposibilidad de cubrir simplemente
sus gastos de cultivo. Siendo yo mismo productor de frutas, no puedo estar de
acuerdo con estas prácticas abusivas. Por otra parte, los precios que se
encuentran los consumidores no tiene ninguna relación con el precio pagado al
productor, y la calidad de los productos presentados suele dejar mucho que
desear.
Sin embargo,
hay que reconocer que, en el aspecto de la seguridad alimentaria es, hoy por
hoy, el sistema mejor controlado. Hay que entender que una marca de
supermercados necesita de manera imperativa consolidar su reputación. La
competencia es muy dura entre grupos y marcas. Se espían, cogen muestras en
tiendas de la competencia para analizarlas, y en caso de encontrar cualquier
desviación en aspectos de seguridad alimentaria, no dudan en publicarlo.
Existen numerosos casos de este tipo, especialmente en Alemania. Los medios de
control implantados son muy duros, y el más mínimo error del productor puede
ser motivo de anulación de acuerdos comerciales. En el ejemplo que contaba
antes, nuestro cliente alemán puso en suspenso todos los pedidos pendientes y
venideros hasta que le hayamos entregado un informe completo incluyendo los
argumentos suficientes para convencerlo. Si no hubiésemos capaces de demostrar
nuestra buena fe, habríamos sido eliminados de su cartera de proveedores,
simplemente.
Ningún otro
sistema de comercialización presenta, al día de hoy, el mismo nivel de
seguridad.
En el lado
opuesto, el medio menos seguro actualmente, y es muy triste, en mi opinión, es
la venta directa en los mercadillos y en finca. Obviamente, solo me refiero al
aspecto de seguridad alimentaria, y solo en términos de riesgo y de calidad del
control.
Desde luego,
no significa que los agricultores que venden en los mercados o que venden
directamente en su finca trabajen mal. Significa que, si tiene costumbre de
comprar huevos, pollos, frutas y hortalizas u otros productos por este tipo de
sistema de distribución, tiene que informarse, pedir las acreditaciones (si el
producción ecológica o producción integrada), los registros de control y las
verificaciones sanitarias. Estos documentos tienen que existir y estar
disponibles para consulta. El simple hecho de recibir esta petición de sus
clientes, obligara los eventuales incumplidores, a organizarse para efectuar
los controles necesarios para no arriesgarse a perder sus clientes.
Hay que tener
cuidado cuando se habla de seguridad alimentaria. Lo más seguro no es siempre
el que se piensa. Lo que no retira ni cualidades ni defectos a los distintos
métodos de producción, y los distintos modelos de comercialización, de los que
estoy preparando varios textos.
Esta publicación
trata de la seguridad alimentaria, no de la calidad del producto. Hablare más
adelante del tema, y será un capitulo largo. Mientras tanto, invito a los que
sean capaces de entender bien el francés, a mirar el vídeo siguiente, que
propone un punto de vista muy diferente, también muy respetable, y no
incompatible, al revés. Ne estoy de acuerdo con todo lo que dice, peor creo que
merece la pena escucharlo, aunque tan solo sea por el humor que lo acompaña a
pesar de ser un asunto muy serio.
http://www.ariegenews.com/news-1464-67205.html
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