CALIDAD – CUANDO AL ECOLÓGICO TAMBIÉN LE LLEGA
Era de esperar. Lo ecológico empieza a sufrir el cáncer
de los productos frescos: la apariencia. Ya te lo comente hace unos meses,
cuando te explicaba que es probablemente el primer criterio de calidad, ya que
su influencia es directa, tanto sobre el gesto de compra, como sobre el precio
de compra para el consumidor, así como sobre el precio que cobrara el
agricultor para su producción. http://culturagriculture.blogspot.com.es/2015/12/61-calidad-2-la-apariencia.html
Hasta el momento, la agricultura ecológica había evitado
este problema, que genera una impresionante cantidad de desperdicio de
alimentos. Es que la clasificación de los productos ecológicos no se hace con
las mismas exigencias que la de los productos convencionales.
En ecológico, se toleran los daños de roces, gran parte
de las deformaciones, incluso disparidad de calibre en un mismo lote. No hay
primera y segunda categoría. La normalización, todavía no se ha metido con lo
ecológico.
Esta diferencia es desde mucho tiempo una fuente de
tensiones entre productores ecológicos y convencionales, ya que la mayoría de
esos defectos de apariencia no tienen nada que ver con el método de producción.
Pueden ser debidos al viento, el granizo, el frío, a problemas de polinización,
a ataques de pájaros, a muchas más causas que no se pueden controlar
químicamente.
Total, esta diferencia de criterio es puramente política,
destinada a favorecer la agricultura ecológica con respecto a la agricultura
convencional.
Desde siempre, la diferencia de productividad entre
ecológico y convencional, evidente en muchos cultivos, aunque no
sistemáticamente, estaba en gran medida compensada por esas diferencias de
criterios comerciales, otorgando al ecológico conseguir una cantidad vendida
por hectárea comparable, gracias a un porcentaje de destrío inferior.
Sin embargo, esta regla comúnmente admitida, aunque sin
justificación en términos de calidad gustativa, empieza a flaquear. El año 2017
es un año negro para muchas producciones, principalmente por graves problemas
comerciales, grandes dificultades para vender, y precios de venta a menudo
inferiores, para el agricultor, a sus costes de producción.
¿Y qué pasa cuando el mercado se encuentra en esta
situación?
Se vuelve cada vez más exigente en calidad.
Es que resulta que la agricultura ecológica empieza a
enfrentarse a una de las principales dificultades de la agricultura
convencional. http://www.lexpress.fr/actualite/societe/coup-de-gueule-d-un-couple-d-agriculteurs-les-gens-veulent-du-bio-parfait_1926522.html
(Artículo
recientemente publicado en la versión digital de una conocida revista
generalista francesa).
Mira el caso de esos pequeños agricultores ecológicos de
Francia, desesperados por una situación, relativamente habitual, pero a la que
no están preparados:
“Una
pareja de agricultores se prepara a dejar pudrirse cerca de 3.000 kilos de
calabacines por culpa de las exigencias del consumidor.
¿Una
mancha en un calabacín te impide comprarlo? Pues es el motivo de este
desperdicio de gran parte de la producción de esta pareja de agricultores
ecológicos. Por culpa de leves defectos sobre sus hortícolas, Caroline y Cyril
Roux no tienen más remedio que de quedar mirando el resultado de su duro
trabajo por culpa de las exigencias de los consumidores.”
Pues entiendo perfectamente su estado de ánimo, es
difícil de aceptar.
¿Sabes por ejemplo, que cuando preparo mis previsiones de
recolección, varios meses o varias semanas antes de su inicio, para los
frutales de los que tengo la responsabilidad, introduzco en los cálculos
destinados al equipo comercial, un valor de 15% de desperdicio?
Pues sí, 15% de frutas no comercializadas, tiradas a la
basura en su mayoría por culpa de los defectos de apariencia.
Y vamos, 15% no esta tan mal. Este año, por culpa de unas
condiciones comerciales tan difíciles, este porcentaje se elevó al 20%, y el
año pasado, año climático excepcionalmente difícil, casi alcanzamos el 25%.
Cada semana durante la cosecha, decenas de toneladas de melocotones y nectarinas esperan los camiones de la industria, forma moderna y rentable (excepto para el agricultor) para evitar la destrucción directa. Serán procesadas en zumo, puré o concentrado. La única otra opción es la basura. Estas frutas no coinciden con el estándar comercial, principalmente por razones estéticas (defectos de piel).
Cada semana durante la cosecha, decenas de toneladas de melocotones y nectarinas esperan los camiones de la industria, forma moderna y rentable (excepto para el agricultor) para evitar la destrucción directa. Serán procesadas en zumo, puré o concentrado. La única otra opción es la basura. Estas frutas no coinciden con el estándar comercial, principalmente por razones estéticas (defectos de piel).
En mis condiciones, tempranas, con ciclos cortos, con
variedades específicas, globalmente poco productivas, pero adaptadas al clima
local, quiere decir que para mi producción de melocotones y de nectarinas, sé
antes de empezar que se van a tirar más o menos 4.000 kilos de frutas por
hectárea cada año, y si me toca un año difícil, por el motivo que sea, este
valor puede pasar de 6.000 kilos.
Porque, como lo dicen esos agricultores,
“esas
pequeñas manchas sobre los calabacines han sido provocadas por las fuertes
calores dl mes de junio. Sin embargo no modifican en absoluto el sabor o la
calidad del producto. “Muchos quieren ecológico perfecto””.
Es una evolución inevitable del ecológico. Es una de las
consecuencias de su éxito, de su popularización.
Más producción ecológica, también es el acceso a lo
ecológico de un público más amplio, no preparado, no informado, que compra
ecológico solo porque piensa que mejor, sin haber reflexionado sobre el alcance
de este cambio.
Por otra parte, ya que es una inmensa fuente de
enriquecimiento para muchos (mira por ejemplo Biocoop o Kokopelli, empresas poco
escrupulosas, que explotan a fondo este mercado muy jugoso), todos los medios
se emplean para atraer a nuevos consumidores, y la desinformación es un
excelente para conseguirlo.
Muchos consumidores se convierten al ecológico, asustado
por las tonterías que se les cuenta, o por los escándalos sanitarios, en los
que solo se pone delante lo que interesa…
¿Quién sabe por ejemplo, que entre los lotes de huevos
contaminados por el fipronil (un escándalo alimentario actual en Europa),
también hay lotes de huevos vendidos como procedentes de producción ecológica?
Este ejemplo es de Bélgica.
Imagen: https://img.over-blog-kiwi.com/1/63/57/44/20170813/ob_f746b0_capturer-oeufs-bio-fipronil.JPG
Los grandes capitalistas del ecológico están consiguiendo
su apuesta: los consumidores están preocupados por la calidad de su
alimentación. Por el planeta también, por supuesto. Pero es en general un gesto
individual.
Y los que se convierten al consumo de productos
ecológicos mantienen sus hábitos y exigencias de consumidores d productos
convencionales normalizados, sobre los productos ecológicos.
El círculo se está cerrando. Los consumidores van a
forzar la producción ecológica a subir los criterios de calidad, al menos para
el aspecto.
Una parte cada vez mayor de la producción ecológica se
vende en supermercados, sin consejos ni asesoramiento, y los consumidores
compran con la vista, según la apariencia.
Y lo que hace uno de los principales atractivos de la
agricultura ecológica, desde el punto d vista del agricultor, el margen
económico por hectárea, se está derritiendo, como nieve al sol.
Porque un productor ecológico produce menos, pero
comercializa una mayor parte de su producción, y a un mejor precio…hasta el
momento.
Está cambiando.
¿Sea este problema solo un accidente en el recorrido de
la carrera al ecológico, el desarrollo (demasiado) rápido y (relativamente) fuera
de control de este modo de producción? Es posible, a corto plazo.
Pero ni lo dudes, tarde o temprano, llegaremos a eso.
¿Y qué ocurrirá cuando hayamos llegado a eso?
Lo que te explicaba, hace unos meses, sobre la
apariencia: una parte cada vez mayor de las intervenciones fitosanitarias
ecológicas tendrá una meta cosmética.
Los productos serán ecológicos, por supuesto, pero
tendrán efectos segundarios claramente mayores. Porque cuando un agricultor
sabe que al menos el 15% de su cosecha no se va poder vender, entonces hace
todo lo que se encuentra en su poder para controlar todo lo que puede
controlar, con el fin de limitar, al máximo de sus posibilidades, los defectos
de apariencia, es decir los ataques de insectos, de bacterias y de hongos (los
daños leves se aceptan teóricamente en ecológico, pero no en convencional).
En consecuencia empleara una cantidad siempre mayor de
insecticidas y de fungicidas ecológicos, pero no exentos de efectos secundarios
indeseables.
¿Y el respeto al medioambiente con esto?
Es un deseo, una voluntad o una exigencia de personas que
tiene los medios de exigirlo, o la ignorancia que no les permite saber que esos
pequeños defectos de epidermis no afectan en absoluto la calidad de la mayoría
de los productos, ni en ecológico, ni en convencional.
Y esas mismas personas que “quieren ecológico perfecto” son también a menudo los mismos que se
escandalizan del desperdicio de alimentos, o de los efectos negativos de la
agricultura sobre el medioambiente.
Porque esas exigencias llevan inevitablemente el
agricultor a poner en marcha prácticas agronómicamente inútiles, pero
económicamente imprescindibles.
La lógica individual es a menudo incompatible con la
lógica comunitaria.
¿Se puede remediar?
Probablemente por una información no deformada, sin
ideología ni insinuaciones comerciales, y por la educación del consumidor.
El agricultor puede hacer cosas y de hecho, los blogs,
los programas objetivos (no sensacionalistas) de información agraria y las
jornadas de puertas abiertas en las fincas se multiplican en los países
occidentales.
Pero el trabajo de fondo no es al alcance del agricultor,
debería ser el papel de la sociedad civil, de la administración pública.
Siempre se puede soñar, ¿verdad?
En Francia, se están desarrollando ahora mismo los “Estados
Generales de la Alimentación”. Una gran consultación à escala nacional, involucrando
a todos los actores del sector. Es una promesa electoral del nuevo Presidente
Macron.
Podría desembocar sobre casi nada, o poner en marcha
tantos frenos y obligaciones que los agricultores solo se convertirían en
jardineros paisajistas.
Pero los ministros involucrados se han puesto de acuerdo
para pensar que “para mejorar las
prácticas agrícolas, medioambientales y sociales de los productores, hay que
hacer primero que ganen unos ingresos adecuados, para favorecer la inversión.”
Hay que indicar que en Francia, país miembro del G8 (uno
de los países más modernos y ricos del mundo), uno de cada dos agricultores
ganaba, en 2016, menos de 350 € por mes (unos 400 $). Esta cantidad no
significa nada si no se pone en relación con el SMIC (salario mínimo
interprofesional) que era en 2016 de 1143 € por mes, libres de cargo. O sea que
uno de cada dos agricultores ¡gana tres veces menos que sus propios empleados,
o que lo que las autoridades nacionales consideran, hoy día, como el mínimo
ingresos para vivir dignamente en Francia!
¿Y se pretende que estas personas sean en prioridad preocupadas
por temas, finalmente bastante abstractos, cuando luchan día a día para hacer
que sus empresas sobrevivan, y para poder ofrecer a sus familias unas condiciones
de vida y de instrucción dignas?
Algunos habían encontrado en la agricultura ecológica una
escapatoria digna y elegante, económicamente interesante, e intelectualmente y
socialmente gratificante.
Es posible que algunos salgan decepcionados…
Es un tema muy interesante en el que no había reparado . Desde el Proyecto Conocer la Agricultura intentamos precisamente eso que cuentas, informar de una manera imparcial y completa al consumidor, asi que información como esta es importante compartirla.
RépondreSupprimerUn saludo
Seamos muy constantes con la vida orgánica llena de buena alimentación aquellos productos los podemos encontrar en el blog de https://www.organicminimarket.com/
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