dimanche 27 août 2017

113- Protección de las plantas -7- El control quirúrgico

PROTECCIÓN DE LAS PLANTAS: EL CONTROL QUIRÚRGICO


El uso de insecticidas, sintéticos o naturales, incluso si son muy bien aplicados, siempre conlleva efectos segundarios negativos.
El agricultor debe proteger su cultivo contra, por ejemplo un tipo concreto de pulgón. Pero al mismo tiempo, por su pulverización aficida, va a eliminar, sin que sea necesario, todos los otros pulgones presentes, coleópteros, lepidópteros y otros insectos dañinos, pero también un gran número de insectos útiles (abejas, crisopas, mariquitas y otros auxiliares), y también un gran número de insectos, ni dañinos ni útiles, solo presentes, como mosquitos o moscas.


Es un tratamiento general, con un producto elegido por el problema enfocado, pero siempre más o menos polivalente, actuando también sobre insectos no objetivos.

Los insecticidas modernos no son perfectos, lo sabríamos, pero sus efectos segundarios han sido considerablemente reducidos en comparación con los anteriores a los años 70-80. Es que desde esos años la legislación, y por consecuencia la investigación en nuevas moléculas, ha puesto una prioridad absoluta en reducir los efectos segundarios directos de los plaguicidas. Se trata, entre muchos otros criterios, de los riesgos referentes al agua, el suelo, las aves, los mamíferos, la fauna y la flora acuáticas, los insectos auxiliares, pero también sobre los riesgos sobre la salud de los usuarios y de los consumidores.
Nada es perfecto, sin lugar a dudas, pero los perfiles toxicológicos y medioambientales de los productos actuales son, a pesar de sus defectos, incomparablemente más favorables que los de las moléculas más antiguas, en su mayoría ya prohibidas.
Sin embargo, la polivalencia de acción de un pesticida sigue siendo un serio problema, mal resuelto.
Al día de hoy, solo las técnicas de “confusión sexual” o de “captura masiva” consiguen una especificidad casi perfecta, gracias al empleo de feromonas específicas.


Los efectos colaterales de los insecticidas ya que, al reducir la presencia de numerosos insectos no dañinos, se reduce el potencial de alimentación de numerosos otros animales (roedores en particular los murciélagos, aves, reptiles), y por consecuencia la biodiversidad de la finca.
Al reducir la biodiversidad en la finca, se reduce la presión de depredación sobre los insectos dañinos, con lo que se aumenta su impacto en los cultivos.
Total, es la serpiente que se muerde la cola. Se trata para evitar los daños, pero tratando, se reduce la biodiversidad, con lo que la presión de plagas aumenta y los riesgos de daños también, obligando a tratar más.

Es uno de los grandes argumentos de los ecologistas, y en eso, tienen razón. Pero cuidado, eso no quita que el ataque inicial, el que provoco el tratamiento, que a su vez provoco el desequilibrio inicial, era muy real. El agricultor necesitaba tratar, y lo hizo probablemente bien. El problema se sitúa en los medios de los que disponía para resolver su problema.
Es tan real que la producción ecológica debe también resolver esos mismos problemas con insecticidas que, aunque sean naturales no son exentos de efectos segundarios, con consecuencias sobre la biodiversidad en general comparables, al menos a corto plazo.

Los discursos atontadores que pretenden que “el ecológico puede alimentar al mundo” o “si se elimina el desperdicio de alimentos, se resolverá el hambre en el mundo”, son intelectualizaciones de conceptos, y sobre todo la acusación de otros de supuestas faltas.
Sin embargo, la mayor parte del desperdicio de alimentos se produce en el campo, debida a daños de enfermedades e insectos. Y eso, en sistemas agrícolas que no emplean ningún pesticida.
Pero es otro debate.


La humanidad sigue creciendo inexorablemente.
Si a eso se le suma el urbanismo que devora tierras agrícolas, los efectos de la erosión de los suelos, todavía muy mal dominada, y la necesidad absoluta de controlar los recursos de agua dulce, pues el control de la producción de alimentos es sin duda uno de los mayores retos de la humanidad en este siglo XXI. Cuando hablamos de control de producción, hablamos de reducción de la parte no consumible, es decir, entre otras cosas, los daños de insectos y enfermedades.
A título personal, no dudo ni un segundo que llegaremos, en los próximos años a mantener, e incluso probablemente a incrementar la productividad de la agricultura, a la vez que se irá reduciendo mucho su impacto negativo sobre el medioambiente.
Pero tampoco dudo que seguiremos necesitando pesticidas, naturales Y sintéticos.

Es ahora, después de esta larga introducción, que llega el tema del día, pescado en Twitter https://twitter.com/collemyria/status/900489867108470785


El equipo científico de ISCA Technologies (https://iscatech.com/), una empresa americana especializada en técnicas alternativas de protección de los cultivos (trampas, atrayentes, repulsivos, etc.) presento hace poco los resultados de sus investigaciones sobre mosquitos, de manera de reducir al máximo los efectos negativos de los tratamientos, en las situaciones donde los mosquitos son un verdadero peligro por la transmisión de numerosas enfermedades, en especial el dengue, el zika, el chikungunya o la malaria.


“Los investigadores han recogido el perfume de flores y otras plantas que producen néctar. Después han utilizado la cromatografía en fase gaseosa y detección electro-trienal (GC-EAD) para separar e identificar los compuestos olfativos que llevan. Han expuesto antenas de mosquitos a miles de esos compuestos para determinar los que podrían tener un efecto biológico. También han eliminado los perfumes y aromas que podrían atraer a las abejas. Finalmente, han empleado una mezcla semi-química en una matriz que contiene azucares y proteínas para imitar 20 señales químicos frecuentes que atraen los mosquitos y les lleva a alimentarse.”


La idea es de realizar una mezcla del atrayente específico con un insecticida moderno. Esta mezcla se aplica en unos puntos determinados y limitados. El mosquito es irresistiblemente atraído por la mezcla, que lo elimina.
“La mezcla de productos químicos que empleamos para atraer los mosquitos es tan potente que ignoran los olores naturales de las plantas para alcanzar nuestra formulación” declara Agenor Mafra-neto del equipo de investigación.

Esta técnica es de momento destinada a la lucha contra los mosquitos, para reducir la incidencia de las enfermedades infecciosas. De hecho, como lo dice el artículo, “los investigadores están realizando ensayos de terreno en Tanzania donde 93% de la población está en riesgo de paludismo. En los resultados preliminares, han constatado que las poblaciones de mosquitos han bajado de dos tercios en tan solo dos semanas en las comunidades tratadas […] en comparación con las no tratadas.”

Me parece una noticia extraordinaria.
Extraordinaria por supuesto por la resolución de las enfermedades transmitidas por mosquitos y para las poblaciones expuestas.
Pero extraordinaria también en la medida en la que abre la puerta al mismo trabajo sobre insectos dañinos en la producción de alimentos. Se podría entonces efectuar tratamientos totalmente enfocados, con una efectividad elevada, pero con efectos negativos extremadamente reducidos. 


Esta técnica ya se emplea en agricultura, por ejemplo contra la mosca de la fruta (Ceratitis capitata). Se habla de tratamiento de parcheo. Consiste en dispersar en el cultivo pequeñas manchas, o parches de la mezcla que va atraer el insecto y matarlo, con un mínimo impacto negativo. Todo depende de la calidad del atrayente. Si es suficientemente fuerte, el insecto se desvía del cultivo para ir sobre el parche insecticida.

Pues obviamente todo esto no solo tiene cualidades. Suponiendo que se llegue en el futuro a seleccionar atrayentes de todos los insectos dañinos para los cultivos, podríamos encontrarnos en la situación en la que insectos segundarios, actualmente controlados por la polivalencia de los insecticidas, vuelvan a aparecer y se vuelvan dañinos, por culpa de la gran selectividad de la técnica.
Pero seamos positivos. La experiencia de la confusión sexual, técnica muy específica empleada a gran escala y en el mundo entero desde al menos 25 años, ha tenido pocas consecuencias de este tipo. Es cierto que esporádicamente, algunos insectos “segundarios” pueden hacer daños pero, menos en algunos casos, la gravedad es generalmente baja. 


De este tipo de técnica, por comparación con los efectos observados en el caso de la mosca de la fruta, se puede razonablemente esperar, con total dependencia de la eficacia del atrayente:
-       Una conservación o incluso mejora de la eficacia de la protección,
-       Una reducción de las dosis de aplicación de insecticidas del 80 al 90% por hectárea por un tratamiento por parcheo, y más silo que funciona es el trampeo masivo,
-       Una reducción de las pérdidas de insecticida por deriva en el entorno del cultivo (zonas no cultivadas, láminas de aguas y ríos, cultivos colindantes) o por lavado por lluvias, de al menos el 90%,
-       En consecuencia una casi eliminación de los efectos segundarios negativos del empleo de los insecticidas,
-       Una combinación de esos atrayentes de nueva generación con insecticidas sintéticos (para la duración de acción) o con insecticidas naturales (para la producción ecológica),
-       Para determinadas plagas al menos, la posibilidad de emplear el insecticida sin tocar el cultivo (aplicación en la cubierta vegetal, en placas engomadas o en trampas), y por consecuencia una eliminación total del riesgo de residuos en el alimento final.

En esas condiciones, podemos esperar una mejora considerable de las técnicas de aplicación de los insecticidas.
De la misma manera que la confusión sexual es ampliamente empleada en agricultura convencional como en agricultura ecológica, se puede esperar que esas técnicas encontraran rápidamente y a gran escala, su sitio en todas las fincas agrícolas.

Solo nos queda esperar que los investigadores y los químicos progresen rápidamente con esta técnica, aportándole la polivalencia por el aumento del número de insectos-dianas posibles.
Me parece una innovación de enorme alcance para la evolución de la agricultura hacia una producción más respetuosa, y para una producción de alimentos más eficiente y sostenible.


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