PROTECCIÓN DE LAS PLANTAS: EL CONTROL QUIRÚRGICO
El uso de insecticidas, sintéticos o naturales, incluso
si son muy bien aplicados, siempre conlleva efectos segundarios negativos.
El agricultor debe proteger su cultivo contra, por
ejemplo un tipo concreto de pulgón. Pero al mismo tiempo, por su pulverización
aficida, va a eliminar, sin que sea necesario, todos los otros pulgones
presentes, coleópteros, lepidópteros y otros insectos dañinos, pero también un
gran número de insectos útiles (abejas, crisopas, mariquitas y otros
auxiliares), y también un gran número de insectos, ni dañinos ni útiles, solo
presentes, como mosquitos o moscas.
Es un tratamiento general, con un producto elegido por el
problema enfocado, pero siempre más o menos polivalente, actuando también sobre
insectos no objetivos.
Los insecticidas modernos no son perfectos, lo sabríamos,
pero sus efectos segundarios han sido considerablemente reducidos en comparación
con los anteriores a los años 70-80. Es que desde esos años la legislación, y
por consecuencia la investigación en nuevas moléculas, ha puesto una prioridad
absoluta en reducir los efectos segundarios directos de los plaguicidas. Se
trata, entre muchos otros criterios, de los riesgos referentes al agua, el
suelo, las aves, los mamíferos, la fauna y la flora acuáticas, los insectos
auxiliares, pero también sobre los riesgos sobre la salud de los usuarios y de
los consumidores.
Nada es perfecto, sin lugar a dudas, pero los perfiles
toxicológicos y medioambientales de los productos actuales son, a pesar de sus
defectos, incomparablemente más favorables que los de las moléculas más
antiguas, en su mayoría ya prohibidas.
Sin embargo, la polivalencia de acción de un pesticida
sigue siendo un serio problema, mal resuelto.
Al día de hoy, solo las técnicas de “confusión sexual” o
de “captura masiva” consiguen una especificidad casi perfecta, gracias al
empleo de feromonas específicas.
Los efectos colaterales de los insecticidas ya que, al
reducir la presencia de numerosos insectos no dañinos, se reduce el potencial
de alimentación de numerosos otros animales (roedores en particular los
murciélagos, aves, reptiles), y por consecuencia la biodiversidad de la finca.
Al reducir la biodiversidad en la finca, se reduce la
presión de depredación sobre los insectos dañinos, con lo que se aumenta su
impacto en los cultivos.
Total, es la serpiente que se muerde la cola. Se trata
para evitar los daños, pero tratando, se reduce la biodiversidad, con lo que la
presión de plagas aumenta y los riesgos de daños también, obligando a tratar
más.
Es uno de los grandes argumentos de los ecologistas, y en
eso, tienen razón. Pero cuidado, eso no quita que el ataque inicial, el que
provoco el tratamiento, que a su vez provoco el desequilibrio inicial, era muy
real. El agricultor necesitaba tratar, y lo hizo probablemente bien. El
problema se sitúa en los medios de los que disponía para resolver su problema.
Es tan real que la producción ecológica debe también
resolver esos mismos problemas con insecticidas que, aunque sean naturales no
son exentos de efectos segundarios, con consecuencias sobre la biodiversidad en
general comparables, al menos a corto plazo.
Los discursos atontadores que pretenden que “el ecológico
puede alimentar al mundo” o “si se elimina el desperdicio de alimentos, se
resolverá el hambre en el mundo”, son intelectualizaciones de conceptos, y
sobre todo la acusación de otros de supuestas faltas.
Sin embargo, la mayor parte del desperdicio de alimentos
se produce en el campo, debida a daños de enfermedades e insectos. Y eso, en
sistemas agrícolas que no emplean ningún pesticida.
Pero es otro debate.
La humanidad sigue creciendo inexorablemente.
Si a eso se le suma el urbanismo que devora tierras
agrícolas, los efectos de la erosión de los suelos, todavía muy mal dominada, y
la necesidad absoluta de controlar los recursos de agua dulce, pues el control
de la producción de alimentos es sin duda uno de los mayores retos de la
humanidad en este siglo XXI. Cuando hablamos de control de producción, hablamos
de reducción de la parte no consumible, es decir, entre otras cosas, los daños
de insectos y enfermedades.
A título personal, no dudo ni un segundo que llegaremos,
en los próximos años a mantener, e incluso probablemente a incrementar la
productividad de la agricultura, a la vez que se irá reduciendo mucho su
impacto negativo sobre el medioambiente.
Pero tampoco dudo que seguiremos necesitando pesticidas,
naturales Y sintéticos.
Es ahora, después de esta larga introducción, que llega
el tema del día, pescado en Twitter https://twitter.com/collemyria/status/900489867108470785
El equipo científico de ISCA Technologies (https://iscatech.com/),
una empresa americana especializada en técnicas alternativas de protección de
los cultivos (trampas, atrayentes, repulsivos, etc.) presento hace poco los
resultados de sus investigaciones sobre mosquitos, de manera de reducir al
máximo los efectos negativos de los tratamientos, en las situaciones donde los
mosquitos son un verdadero peligro por la transmisión de numerosas
enfermedades, en especial el dengue, el zika, el chikungunya o la malaria.
“Los
investigadores han recogido el perfume de flores y otras plantas que producen
néctar. Después han utilizado la cromatografía en fase gaseosa y detección
electro-trienal (GC-EAD) para separar e identificar los compuestos olfativos
que llevan. Han expuesto antenas de mosquitos a miles de esos compuestos para
determinar los que podrían tener un efecto biológico. También han eliminado los
perfumes y aromas que podrían atraer a las abejas. Finalmente, han empleado una
mezcla semi-química en una matriz que contiene azucares y proteínas para imitar
20 señales químicos frecuentes que atraen los mosquitos y les lleva a
alimentarse.”
La idea es de realizar una mezcla del atrayente
específico con un insecticida moderno. Esta mezcla se aplica en unos puntos
determinados y limitados. El mosquito es irresistiblemente atraído por la
mezcla, que lo elimina.
“La
mezcla de productos químicos que empleamos para atraer los mosquitos es tan
potente que ignoran los olores naturales de las plantas para alcanzar nuestra
formulación” declara Agenor Mafra-neto del equipo de
investigación.
Esta técnica es de momento destinada a la lucha contra
los mosquitos, para reducir la incidencia de las enfermedades infecciosas. De
hecho, como lo dice el artículo, “los
investigadores están realizando ensayos de terreno en Tanzania donde 93% de la
población está en riesgo de paludismo. En los resultados preliminares, han
constatado que las poblaciones de mosquitos han bajado de dos tercios en tan
solo dos semanas en las comunidades tratadas […] en comparación con las no
tratadas.”
Me parece una noticia extraordinaria.
Extraordinaria por supuesto por la resolución de las
enfermedades transmitidas por mosquitos y para las poblaciones expuestas.
Pero extraordinaria también en la medida en la que abre
la puerta al mismo trabajo sobre insectos dañinos en la producción de
alimentos. Se podría entonces efectuar tratamientos totalmente enfocados, con
una efectividad elevada, pero con efectos negativos extremadamente reducidos.
Esta técnica ya se emplea en agricultura, por ejemplo
contra la mosca de la fruta (Ceratitis capitata). Se habla de tratamiento de
parcheo. Consiste en dispersar en el cultivo pequeñas manchas, o parches de la
mezcla que va atraer el insecto y matarlo, con un mínimo impacto negativo. Todo
depende de la calidad del atrayente. Si es suficientemente fuerte, el insecto
se desvía del cultivo para ir sobre el parche insecticida.
Pues obviamente todo esto no solo tiene cualidades.
Suponiendo que se llegue en el futuro a seleccionar atrayentes de todos los
insectos dañinos para los cultivos, podríamos encontrarnos en la situación en
la que insectos segundarios, actualmente controlados por la polivalencia de los
insecticidas, vuelvan a aparecer y se vuelvan dañinos, por culpa de la gran
selectividad de la técnica.
Pero seamos positivos. La experiencia de la confusión
sexual, técnica muy específica empleada a gran escala y en el mundo entero
desde al menos 25 años, ha tenido pocas consecuencias de este tipo. Es cierto
que esporádicamente, algunos insectos “segundarios” pueden hacer daños pero,
menos en algunos casos, la gravedad es generalmente baja.
De este tipo de técnica, por comparación con los efectos
observados en el caso de la mosca de la fruta, se puede razonablemente esperar,
con total dependencia de la eficacia del atrayente:
- Una
conservación o incluso mejora de la eficacia de la protección,
- Una
reducción de las dosis de aplicación de insecticidas del 80 al 90% por hectárea
por un tratamiento por parcheo, y más silo que funciona es el trampeo masivo,
- Una
reducción de las pérdidas de insecticida por deriva en el entorno del cultivo
(zonas no cultivadas, láminas de aguas y ríos, cultivos colindantes) o por
lavado por lluvias, de al menos el 90%,
- En
consecuencia una casi eliminación de los efectos segundarios negativos del
empleo de los insecticidas,
- Una
combinación de esos atrayentes de nueva generación con insecticidas sintéticos
(para la duración de acción) o con insecticidas naturales (para la producción
ecológica),
- Para
determinadas plagas al menos, la posibilidad de emplear el insecticida sin
tocar el cultivo (aplicación en la cubierta vegetal, en placas engomadas o en
trampas), y por consecuencia una eliminación total del riesgo de residuos en el
alimento final.
En esas condiciones, podemos esperar una mejora considerable
de las técnicas de aplicación de los insecticidas.
De la misma manera que la confusión sexual es ampliamente
empleada en agricultura convencional como en agricultura ecológica, se puede
esperar que esas técnicas encontraran rápidamente y a gran escala, su sitio en
todas las fincas agrícolas.
Solo nos queda esperar que los investigadores y los
químicos progresen rápidamente con esta técnica, aportándole la polivalencia
por el aumento del número de insectos-dianas posibles.
Me parece una innovación de enorme alcance para la
evolución de la agricultura hacia una producción más respetuosa, y para una
producción de alimentos más eficiente y sostenible.
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