AGROECOLOGÍA - AGRICULTURA, SIEMPRE
MÁS VERDE
Aunque el gran público, gracias a una
amplia exageración de los medios, piensa lo contrario, el acercamiento de la
agricultura convencional y de la agricultura ecológica es evidente para quien
se interesa verdaderamente por esa cuestión.
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Después de la Segunda Guerra Mundial,
la agricultura occidental abusó de la química de síntesis, arrastrando consigo
muchos países en desarrollo. No se trataba de una voluntad deliberada de los
agricultores, pero más bien un acondicionamiento, y de una fuerte voluntad política.
Era la época de la Revolución Verde, llena de buenas intenciones y de conceptos
muy básicos y a veces equivocados.
La agricultura era uno de los grandes
motores del desarrollo económico. El productivismo estaba al orden de día. Había
que alimentar a una población hambrienta de confort y de buena comida después de
años de privación. También hacía falta divisas, y en consecuencia exportar, y
la agricultura era uno de los ejes más evidentes.
Las necesidades de alimentos y de
divisas eran enormes, al igual que también lo era el desconocimiento de los
riesgos, al menos a nivel de los usuarios (era la época de todo poderoso DDT,
presente hasta en los insecticidas domésticos y en los champús anti-piojos para
niños, con el beneplácito de la administración sanitaria). A eso hay que añadir
que el nivel de formación de los agricultores era generalmente muy bajo.
Progresivamente, la investigación
hizo, y de buena manera, su trabajo, con numerosos descubrimientos, entendiendo
cada vez mejor el funcionamiento de los animales, de las plantas, de los suelos,
así como de los ecosistemas, y divulgando poco a poco esos nuevos
conocimientos.
Total, el progreso estaba en marcha.
En paralelo a esos avances
agronómicos, las tecnologías progresaban a un ritmo aún más rápido. En la época del DDT, no se procedía a
analizar los residuos de plaguicidas en los alimentos. Esas técnicas se
desarrollaron en los 70s, con los progresos de la electrónica, y de la química.
Y el DDT se prohibió a principio de los 70s.
Los primeros equipos de análisis de
residuos eran capaces de medir la presencia de una molécula en niveles de 1
mg/kg (1 ppm), o sea 1 gramo de molécula química en 1.000 kilos de alimento.
Algunos productos podían tener plazos
de uso antes de recolección de 0 día. Dicho de otra manera, era posible hacer
un tratamiento químico, y cosechar la fruta el mismo día. Y con todo eso, los
análisis daban ausencia de residuo.
En la actualidad, esos mismo equipos
de medición pueden determinar la presencia de una molécula en niveles de 0,001
mg/kg (1 ppb), o sea 1 gramo de molécula química en 1 millón de kilos de
alimento, es decir un nivel de precisión 1.000 veces más elevado.
Esas evoluciones técnicas han
permitido detectar aberraciones en los usos autorizados, y de manera más
general, en las legislaciones.
Todas las legislaciones que afectan a
las autorizaciones y los usos de plaguicidas químicos han sido modificadas
adecuadamente.
En el mismo tiempo, la medicina,
también ha progresado mucho, y ha permitido darse cuenta que algunas prácticas
o determinados productos, considerados como inocuos, no lo eran tanto. Es otra
fuente de modificaciones en los usos.
También las investigaciones realizadas
sobre el medio ambiente, y sobre el impacto de esas mismas prácticas, han
permitido medir sus efectos positivos, y sobre todo negativos.
Siguiendo la misma época, la enseñanza
agrícola ha progresado enormemente, y el nivel de formación de los agricultores
es ahora bueno, al menos en los países industrializados. Con esta formación,
vino la reflexión, el razonamiento, la integración de la actividad agrícola en
su entorno.
Para terminar, los progresos
tecnológicos también han afectados, y de manera muy directa la información,
dando acceso a todos los actores de la sociedad, a una inmensa fuente de
información.
Por desgracia Internet, verdadera
revolución en materia de disponibilidad de informaciones, también se ha
convertido en una enorme tribuna en la que cualquiera puede decir cualquier
cosa, sin aportar prueba ninguna de lo que afirma, y alcanzando una gran
audiencia.
Todos esos progresos realizados en
paralelo, pero sin concertación los unos con los otros, han llevado a numerosos
cambios en las legislaciones, en las preocupaciones, en los comportamientos.
Sin embargo, a pesar de todos los
problemas detectados a posteriori gracias a las evoluciones tecnológicas y
científicas, a pesar de la toxicidad verificada de algunos productos de uso
común, la esperanza de vida no ha parado de progresar en los países
industrializados. La calidad y la diversidad de los alimentos aportaban más que
los problemas ocasionados.
Esto no quiere decir que había que no
hacer nada, todo lo contrario. Pero hay que relativizar la gravedad de
determinados problemas.
También hay que recordar,
especialmente en lo que se refiere a contaminación de aguas subterráneas y
suelos, que seguimos pagando, hoy todavía, las consecuencias de determinados
errores de hace varias décadas. Seguimos encontrando, en algunos suelos,
residuos del DDT, más de 40 años después de su prohibición, pero descompuesto
en forma de DDE. Harán faltan varias décadas más para que desaparezca del todo.
Es por eso que las evaluaciones
actuales son tan estrictas, especialmente referente a la degradación de la
moléculas nuevas en los suelos y en el agua.
Para volver al tema del día, todos
esos cambios han tenido una serie de consecuencias importantes sobre la
agricultura:
-
Los
agricultores en la actualidad están bien formados, y se preocupan por su salud,
la de los consumidores y por el medio ambiente.
-
Los
movimientos ecologistas se han desarrollado de manera importante y, por sus
acciones a menudo criticables, han tenido un papel primordial en esta toma de
conciencia, ahora generalizada a toda la sociedad.
-
Los
gobiernos han tomado la medida de la problemática y han hecho leyes, tanto
sobre las autorizaciones de los productos químicos como sobre el control de su
uso.
-
El
número de moléculas autorizadas ha sido drásticamente reducido, con la
eliminación de todos los productos los más peligrosos, y los niveles de
residuos autorizados han sido fuertemente revisados a la baja. Actualmente, la
legislación europea es la más restrictiva del mundo, con diferencia.
-
Las
empresas químicas han radicalmente cambiado sus orientaciones de investigación,
para poder responder a esas evoluciones, con el resultado de aparición de
productos cada vez más respetuosos con el medio ambiente, el usuario y el
consumidor. Hasta las principales empresas mundiales de química, se han lanzado
en la investigación de productos ecológicos.
-
La
mayoría de los agricultores convencionales integran actualmente en sus métodos
y técnicas de producción, elementos, cada vez más numerosos, compatibles con la
agricultura ecológica.
-
Sin
embargo, algunos puntos no se han solucionado todavía, especialmente en las
mediciones del impacto real de los plaguicidas no químicos, autorizados en
agricultura ecológica, sobre el medio ambiente, sobre el usuario y sobre el
consumidor. Es donde la presión mediática hace mal su trabajo.
Imagen: http://www.terredetouraine.fr/wp-content/uploads/2017/09/beau-contr%C3%B4le-des-adventices.jpg
En realidad, si miramos de cerca, nos
damos cuenta que la agricultura convencional ha seguido una fuerte evolución
hacia una producción integrada para los cultivos leñosos (frutales, viña,
olivo, cítricos, etc.) y para numerosos cultivos anuales como las hortalizas. Para
otros cultivos (cereales, algodón, cultivos forrajeros, etc.), la agricultura
de conservación va en la misma dirección. Esos dos métodos y sus variantes han
incorporado a las prácticas de cultivo, numerosas técnicas más respetuosas con
el medioambiente, han reducido el empleo de plaguicidas y de abonos, las dosis
y momentos de aplicación han mejorado mucho gracias a los conocimientos
adquiridos sobre biología de los cultivos, de los suelos y del medioambiente.
Ver por ejemplo http://culturagriculture.blogspot.com.es/2014/11/32-metodos-de-produccion-4-produccion.html)
En el mismo periodo, la agricultura
ecológica también ha evolucionado, especialmente gracias a la llegada de nuevas
soluciones a los problemas sanitarios y nutricionales de los cultivos. Hay que
reconocer que las investigaciones, privadas o públicas sobre las técnicas de
protección fitosanitaria y los plaguicidas no químicos son numerosas.
La protección de los cultivos sigue
siendo un reto esencial para el agricultor, sea cual sea el método de
producción. Es que la rentabilidad del cultivo es la principal preocupación del
agricultor que es, ante todo, un empresario cuya actividad no solo debe ser
rentable, sino que además tienen que generar unos ingresos suficientes para el
mismo, a fin de permitirle vivir dignamente con su familia.
Imagen personal
En realidad el acercamiento de esas
dos grandes corrientes es rápido, e inevitable. No creo que se llegue a una
fusión, ya que la agricultura ecológica rechaza algunas orientaciones, como las
biotecnologías, aunque sean probablemente la vía más directa y rápida hacia una
desaparición de la necesidad de uso de plaguicidas, sean químicos, o no
químicos.
La producción ecológica está tiende a
quedarse estancada en la evolución de sus técnicas (excepto en la protección
fitosanitaria), conserva numerosas zonas de opacidad (sobre todo en su
comunicación), y sobrevive con numerosos problemas actualmente sin solución,
gracias a la autorización de uso de algunos plaguicidas sintéticos, en
condiciones controladas. Las ayudas públicas, claramente más elevadas en ecológico
que en convencional, participan en su desarrollo. Pero se industrializa por
necesidad, para poder responder a la demanda de un mercado cada vez más
dominado por los supermercados.
La producción convencional se está
reformando en profundidad, se hace cada día más respetuosa con el medio
ambiente, los suelos, los acuíferos, y también con los consumidores. Total, se
está haciendo cada vez más verde.
El consumidor, tan cortejado por todo
el mundo, y ampliamente intoxicado por
una desinformación políticamente correcta y cuidadosamente orquestada,
terminara perdido. Algunas señas muestran que le cuesta cada vez más ver la
diferencia.
Y no es del gusto de todos.
Porque ¿quién, entre los numerosos
aprovechados del ecológico, desean de verdad que la agricultura ecológica coja
una gran amplitud? ¿Quién desea este acercamiento y la casi-desaparición de las
diferencias?
Sería la muerte de la gallina de los
huevos de oro.
¿No podría ser esto uno de los
principales motivos de los ataques cada vez más numerosos y cada vez más
virulentos en contra de la agricultura convencional?
¿Quién sabe?
Es una visión a corto plazo, pero
mientras tanto, los beneficios acumulados serán aún mejores, tanto
económicamente, como políticamente hablando.
Si los intereses particulares y
políticos no tomasen la prioridad sobre el interés público, deberíamos en
realidad, asistir a una colaboración entre las dos tendencias. No obstante, la
realidad es que asistimos a un enfrentamiento.
¿Quién se beneficia del crimen, por así decirlo?
Lo cierto es que no es ni el
agricultor, ni el consumidor.
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