dimanche 27 mai 2018

131- Agroecología -8- Un mundo sin petróleo

AGROECOLOGÍA – UN MUNDO SIN PETROLEO

Hace cerca de 50 años, desde la época de la primera crisis del petróleo de 1973, que se nos repite una y otra vez que las reservas de petróleo se agotaran en unos 50 años. En 1972, mientras esta grave crisis se iba perfilando desde un año, el Club de Roma, con la ayuda de un grupo de investigadores del MIT, había incluso previsto un agotamiento de las reservas petroleras unos 20 años más tarde, en la publicación “The limits of growth” (Los límites del crecimiento) https://www.clubofrome.org/report/the-limits-to-growth/.
Llegará el momento, sin lugar a dudas, aunque nadie sea capaz de predecir seriamente cuando se producirá. Sin embargo, no hay que ser adivino para entender que un recurso minero que se extrae y se consume a este ritmo, tiene obviamente una esperanza de vida corta.
Es lo que se producirá al final de la era del petróleo que me interesa hoy.


El petróleo es la base de una increíble y muy diversificada actividad industrial y económica, la química, la farmacia, la agroquímica, el textil, los plásticos, los pegamentos, las pinturas, los transportes, los lubricantes, los carburantes y todos sus productos derivados como la parafina por ejemplo. Esta inmensa actividad se parará entonces, al menos en su forma actual. El petróleo es hoy por hoy la materia prima principal del conjunto de la actividad humana.
Frente a este sitio primordial, una enorme actividad de investigación se ha puesto en marcha, desde varias décadas, con el fin de encontrar materias primas de sustitución para todas esas actividades y producciones.
De hecho, el muy fértil genio humano ya ha encontrado soluciones de sustitución para muchas cosas. A menudo es el precio, la resistencia o la dificultad de aprovisionamiento que hace compleja su generalización, como se observa por ejemplo para los plásticos agrícolas de origen vegetal. A esas dificultades técnicas o económicas, se suma la resistencia de las industrias actuales que, a veces, frenan tanto como pueden algunas soluciones susceptibles de crear une nueva competencia.
Sustituir una materia prima tan polivalente y económica no es fácil, en un modelo económico e industrial hecho por y para el petróleo desde 150 años, cuya adaptación es compleja.

Para hacer las cosas sencillas, se puede decir que los sustitutos del petróleo son el aceite, la celulosa y las fibras. Esos tres elementos esenciales destinados a tomar el sitio del petróleo proceden todos de la producción vegetal y animal.


El futuro de la humanidad pues, pasa por la agricultura. No es un secreto para nadie cuando hablamos de alimentos. Pero es probable que poca gente sea consciente de esto en los que se refiere a la industria química, el textil, los plásticos, muchos materiales modernos o para los carburantes.
Total, el porvenir de las actividades humanas depende de la agricultura.


El fin del petróleo perturbará profundamente el equilibrio geopolítico del planeta, y los países poderosos serán entonces los que habrán sabido sus capacidades productivas en agricultura, sea mediante la preservación de las superficies agrícolas, la conservación de la fertilidad de los suelos, o la cantidad y la calidad de los recursos de agua dulce disponibles para la agricultura.

Es cuando la agroecología entra en el juego, no por las ideologías que se le relacionan, pero por su desarrollo por decisión política, y sobre todo por su práctica diría por los agricultores, y en la diversidad de sus múltiples facetas.
Grandes países productores de cereales como Ucrania, ¿seguirán siendo capaces de producir lo mismo sin una evolución hacia prácticas que conserven mejor los recursos?
El frecuente rechazo actual de creación de nuevos embalses por motivos ecológicos o políticos, ¿no se convertirá en un grave problema agroecológico?


Los países tienen que desarrollar su potencial agrícola con una visión a largo plazo, en la base de una agricultura de conservación, capaz de producir mucho preservando los recursos fundamentales que son la biodiversidad, el suelo y el agua.

La agricultura industrial no es un mal como tal. Producir a gran escala tiene sus ventajas en términos de calidad de las estructuras, de cumplimiento de los protocolos y de las normas, y de poder de inversión, así como de puesta a disposición de los productos. Pero debe ser claramente enmarcada y controlada con el fin de evitar sus riesgos de derivas sociales y medioambientales.

La agricultura ecológica, en sus actuales formas, no tendrá, en mi opinión, la posibilidad de cubrir todas las necesidades de la humanidad en la perspectiva de la desaparición de la actual principal materia prima.
La actual puesta por delante como un modelo a seguir y cómo vía de futuro de la humanidad de la permacultura, procede más de la necesidad de serenarse de una clase social intelectual, más bien pudiente y urbana, ampliamente desconectada de las realidades, que de una visión clarividente de las necesidades reales de la humanidad y del planeta.
Alimentar el mundo es una cosa, proveerlo a la vez de alimentos, de energía y de materia primas, es otra cosa.

La vía razonable de futuro si sitúa en el término medio, como a menudo es el caso. Y en el caso de la agricultura, el término medio se sitúa en una producción intensiva, pero respetuosa con el medioambiente y el consumidor, que no rechaza la química de síntesis por puro dogmatismo, pero elige todas sus prácticas productivas por su combinación de ventajas técnicas y agronómicas por una parte, y sus mínimos efectos sobre el medioambiente y la salud y el ahorro de recursos por otra parte.

Imagen personal 

Esta agricultura ya existe. Evoluciona de manera permanente, mejora día tras día, pero no tiene verdadero reconocimiento político y social porque no rechaza la química de síntesis. Se llama agricultura de conservación para los cultivos anuales de cereales y cultivos industriales, y agricultura integrada para los cultivos perennes y las hortalizas. Pero no es considerada como políticamente correcta, y se encuentra situada por la sociedad civil al mismo nivel que la agricultura industrial o incluso que el productivismo agrícola heredado de la Revolución Verde, tal como se practicaba en los años 60.
Sin embargo no tiene nada que ver, y se asemeja mucho más a la agricultura ecológica que a la agricultura industrial.
Los guardianes de este dogma son especialmente las grandes ONGs medioambientalistas con el apoyo, declarado o no, de numerosas personalidades de la política, del espectáculo, de la cocina y del periodismo, y rechazan lo que consideran una perversión.
“Es difícil aceptar la verdad cuando las mentiras son exactamente lo que quieres escuchar.” (Frase de origen desconocido encontrada en la web).

La agricultura ecológica conserva su sitio en este panorama agrícola del era post-petróleo, para servir un público exigente, más bien pudiente, y preferentemente urbano. También sigue siendo una importante fuente de evolución y de investigación de soluciones nuevas. El hecho de no poder recurrir a determinadas soluciones obliga a inventar, a imaginar. La agricultura ecológica, bajo todas sus formas, es un excelente laboratorio de progreso.

Pero la agroecología es a la vez una decisión de agricultor y una orientación política.
Los países que están interesados en su desarrollo, o que ya han decidido usarla como objetivo socioeconómico, deben saber tomar decisiones progresivas.
Nadie puede olvidar que la agricultura no es una persona.

La agricultura es un conjunto de personas, de empresas y de actividades interdependientes, a menudo frágiles, que es conveniente hacer evolucionar de manera progresiva y con el acompañamiento necesario para no debilitarlas más.

Los países que sabrán preparar adecuadamente la era post-petróleo tienen un brillante futuro por delante.

Aún hace falta poder llegar a ese crucial momento con una agricultura en buen estado, capaz de responder a esos nuevos retos.

Imagen: https://image.freepik.com/photos-libre/paysage-rural-en-ete-la-rioja_1398-4757.jpg

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