La mayoría de
los consumidores están de acuerdo para decir que el sabor de los alimentos ha
bajado mucho en los últimos años. Es verdad sin duda, pero hay que considerar
que hay una gran subjetividad y que la memoria puede engañar mucho. Hay que
añadir que los recuerdos de sabor de la infancia son casi siempre asociados a
sensaciones agradables o desagradables que modifican la memoria de la realidad.
No estoy buscando una excusa, pero es una realidad que incrementa la impresión de
pérdida de calidad.
Me voy a
centrar en los elementos que actúan sobre el sabor. Voy a hablar sobre todo de
frutas y hortalizas, de los que conozco bastante bien los criterios, y al
final, añadiré algunos detalles referentes a los animales.
La
clasificación de los factores no es una casualidad, están puestos por orden de
influencia sobre el sabor.
Primer factor: la variedad
También
hablamos de “material vegetal”. Es lo que va determinar el potencial gustativo
de un alimento. El sabor de un alimento es inscrito en su potencial genético,
así como la mayoría de sus características (calibre, firmeza, color, textura,
jugosidad, aromas, equilibrio azúcar/acidez, epidermis, etc.). Sean cuales sean
las condiciones de cultivo, una variedad solo puede expresar gustativamente lo
que tiene inscrito en sus genes. Una mala variedad siempre será mala; puesta en
condiciones optimizadas, solo puede llegar a ser menos mala. Por el contrario,
si está mal llevada, puede llegar a ser incomible.
Una muy buena
variedad puede ser solamente buena, o ser excelente. Es a nivel de esta
diferencia que intervienen los otros factores.
Segundo factor: la madurez
El estado de
madurez va permitir a la variedad expresar todo su potencial gustativo, o no.
Cada tipo de fruta u hortaliza, y cada variedad tiene su momento ideal de
recolección, que es el momento en el que llega al punto de equilibrio entre
todos los elementos que constituyen la calidad gustativa. Uno de los casos más
típicos es la pera. Para la mayoría de las variedades de pera, el punto ideal
de madurez se sitúa varios días antes de su madurez fisiológica. ¿Porque? Porque
es el momento en el que el equilibrio entre la textura de la carne, el
desarrollo de los aromas y de los azúcares es el mejor. Hay que coger la fruta
en ese momento y afinarla antes de su consumo. ¿Qué pasa si dejamos la fruta
más tiempo en el árbol? La aproximación de su madurez fisiológica provoca una
producción natural de etileno por las pepitas, que va a contrarrestar los
aromas y reducir la calidad gustativa.
¿Qué pasa si
consumimos la fruta cogida en su punto, pero sin afinar? La textura de la carne
será demasiado dura, a veces granular, su acidez será excesiva, los aromas
todavía parcialmente ausentes. Sera una fruta insípida, sin interés.
Coger una
fruta en su punto no siempre significa cogerlo maduro, pero en el momento más
adecuado para poder disfrutar de todas
sus cualidades.
Tercer factor: el clima del año
Una planta
funciona gracias a la fotosíntesis, o sea gracias a la luz del sol. Un tiempo
muy cubierto durante las últimas fases del ciclo va reducir el sabor de la
variedad.
Del mismo
modo, un exceso de lluvia no va permitirle a la planta absorber los elementos
nutritivos que necesita, provocando una “dilución” de la calidad organoléptica.
Un clima
demasiado frío, o demasiado cálido, fuertes alternancias de frío y calor, el
granizo son elementos climáticos que
pueden afectar al buen funcionamiento de la planta, y que no le permiten
alimentar adecuadamente sus frutos. Obviamente, son factores en los que
agricultor tiene generalmente poca posibilidad de actuación, excepto en
determinados casos. Es así que puede instalar mallas anti-granizo, o cultivar
bajo invernaderos, de manera de poder crear un clima artificial que mejor le
convenga al cultivo.
Cuarto factor: el terroir
El término
terroir es una palabra francesa usada en agricultura para designar un área de
producción que se caracteriza especialmente por criterios de zona geográfica,
orografía, suelo, subsuelo, microclima y exposición.
En viña, el
terroir es un factor esencial. ¿Porque? Porque es un cultivo no regado, o poco
regado, con lo que es sometido casi enteramente a condiciones agronómicas y
climáticas naturales del lugar donde crece. También es verdad para los cultivos
de similares condiciones (olivar, albaricoquero, almendro por ejemplo, si se
llevan en condiciones tradicionales).
Por el
contrario, la importancia de terroir se reduce mucho en cultivos fertilizados
y/o regados, ya que el agricultor le aporta a la planta el “confort” que no
encontraría en condiciones naturales.
Sin embargo,
existen algunos casos particulares, como por ejemplo el de la manzana Golden.
Tenía fama de manzana insípida hasta los años 80, se ha convertido en una
manzana buena, incluso muy buena, según en qué zona se produce. Es una variedad
muy sensible al terroir, y las zonas de montaña pueden producir una calidad muy
elevada. Es así como en Europa, los terroirs reconocidos como los mejores son Limosín
y Savoya en Francia, y el Valle de Aosta y el Sud Tirol en Italia. En otros
países se están desarrollando zonas por su potencial cualitativo (Somontano en
España, Lago de Constancia en Alemania, determinadas áreas de los estados de
Oregón y de Washington en Estados Unidos, etc.)
Quinto factor: las condiciones de
cultivo
Para
conseguir un nivel óptimo de calidad, el agricultor debe intentar equilibrar el
cultivo. Es decir que la relación entre vigor y producción debe ser óptimo, que
el número de hojas por fruto sea suficiente (la hoja es el proveedor de casi
todos los elementos que necesita el fruto). Un vigor excesivo lo debilita y
reduce su calidad. Una falta de vigor va generalmente aumentar la calidad del
fruto, pero reduce su calibre, reduce la productividad del árbol y reduce la
capacidad de la planta a renovar sus órganos de producción. Pero esto depende
también del causante de la falta de vigor. Si es un problema se sequía, de
asfixia radicular por exceso de agua o un problema sanitario, la calidad puede
bajar.
El
fotoperiodo actúa también sobre la planta. Se trata de la evolución de la
duración del día (reducción u aumento, dependiendo de la temporada). Es la principal referencia de la
planta sobre la temporada en curso. Es especialmente sensible para los cultivos
anuales, ya que los cultivos perennes desarrollan su ciclo de manera natural.
Hay que sembrar los cultivos anuales en el momento que más les conviene para
que la planta se encuentre en las condiciones que más le convienen. Si no es el
caso, el cultivo va poder instalarse, a veces malamente, pero el producto final
no tendrá las características cualitativas deseadas.
El punto más
crítico, entre las técnicas de cultivo, y que actúa sobre la calidad, es la
gestión de la nutrición de la planta. Necesita ciertos elementos en momentos
determinados para poder optimizar su funcionamiento fisiológico. Todo el arte
nutricional del agricultor es de saber (y poder) aportar a la planta los
elementos que necesita, en el momento preciso en que los necesita, y en
cantidad necesaria y suficiente, sin exceso. Y eso es realmente difícil ya que
todavía existen muchas incógnitas en nutrición vegetal, además de que las
condiciones climáticas y agronómicas tienen una gran influencia sobre la
capacidad de la planta para alimentarse. Resaltar que cuando se habla de
nutrición vegetal, se incluye la fertilización, obviamente, pero también el
riego, es decir la alimentación hídrica de la planta, siendo el agua el medio
del que dispone para absorber los elementos nutritivos.
Sexto factor: el modo de cultivo
¿Aporta la
agricultura ecológica una mejora del sabor? La respuesta es muy clara, y
numerosos estudios en curso o terminados lo demuestran: es no. Sin embargo, su
fama de mejor sabor está bien establecida. Es cierto, pero los motivos son muy
diferentes del modo de cultivo. El fondo del problema es que los mercados
aceptan un nivel de presentación estética claramente inferior para los
productos ecológicos que para los productos convencionales. Esto permite
cultivar variedades que los mercados
habitualmente rechazan. Pues volvemos al primer factor: la base genética es el
fundamento del sabor.
Se puede
incluso llevar el razonamiento más lejos: si cogemos la misma variedad, de
cualquier cultivo, y la optimizamos en varios sistemas de cultivo. Podemos
comparar, por ejemplo la hidroponía bajo invernadero (la planta se cultiva sin
suelo, con un substrato inerte, y recibe la totalidad de sus necesidades
nutritivas por el sistema de riego, con dosificación muy precisa gracias a una
automatización avanzada), el cultivo en suelo y bajo invernadero, el cultivo
exterior en suelo y en agricultura convencional, y el cultivo exterior en suelo
y en agricultura ecológica. Es la única vía objetiva para medir diferencias, y
es habitualmente con este tipo de esquema que se realizan ensayos. Es obvio que
los criterios de comparación de calidad serán iguales para cada sistema. Solo
varían los criterios específicos de cada técnica de producción.
Es probable
que se obtenga la clasificación siguiente:
Primero, la
hidroponía
Segundo, el
invernadero en suelo
Tercero, la
agricultura exterior convencional
Cuarto, la
agricultura exterior ecológica
¿Por qué?
Simplemente
por la calidad de la nutrición. Cada sistema tiene cualidades y defectos. Pero
con respecto a la nutrición, la clasificación es cierta.
Pero cuidado,
estas diferencias siempre serán muy bajas.
Y la idea que
la fruta será mejor si la planta solo esta fertilizada por estiércol es
totalmente falsa. Lo explicare con más detalles próximamente en una publicación
sobre nutrición vegetal.
A propósito de los animales
Los factores
son muy similares. Sin embargo, hay que añadir una diferencia evidente y
fundamental que distingue los animales de los vegetales: son móviles. Lo
principal de lo que se come de un animal (incluido el pescado) es la carne, es
decir los músculos. Y un animal necesita moverse para que el músculo se
desarrolle correctamente y gane la consistencia que hará una carne de calidad
(recuerdo que no estoy hablando de ética ni de bienestar animal, sino de
calidad de alimentos). Sea cual sea el modo o la técnica de ganadería y el
cuidado aportado a la gestión de la granja, la carne solo puede adquirir una
calidad óptima si el animal tiene la posibilidad de moverse. Y en este marco,
las ganaderías tradicionales (en ecológico, o no), en los que los animales disponen
de (relativa) libertad de movimiento, siempre conseguirán una sensible mejora
de calidad. Uno de los mejores ejemplos es el caso del cerdo ibérico, cuando se
hace de la mejor manera. Los animales se crían en inmensos recintos (de varias hectáreas,
a veces varias decenas de hectáreas), situados en dehesas de encinas y
alcornoques, y su alimentación procede casi exclusivamente de hierba y bellotas
que tiene que buscar solos. Solo en años de sequía, cuando los alcornoques y
las encinas no pueden producir una cantidad suficiente de bellotas, el
agricultor puede verse obligado a aportarles complementos de alimentos.
Para comer
bien, ¿siempre tendremos que comprar productos de la agricultura ecológica o ir
a la tienda de barrio? ¿Están las personas que suelen comprar en los
supermercados, condenadas a comer mal?
La evolución
está en marcha. Desde varios años, hibridores de todos tipos y de todos países
han integrado a sus programas de mejora genética, parentales seleccionados por
el sabor, de manera de poder combinar cualidades comerciales (aspecto y
conservación especialmente), con la calidad gustativa. Es un trabajo lento,
pero que empieza a dar resultados. El cambio debería ser concreto en los
próximos años. Por ejemplo el fresón de Huelva, muy criticado por su falta de
sabor, debería cambiar bajo la impulsión de nuevas variedades, todavía en
experimentación, que son cruces de fresón con fresas del bosque. Del mismo
modo, los tomates sin sabor de los años 1980-2000, están cambiando con la
llegada de nuevas variedades del tipo RAF o corazón de buey. Estas nuevas
variedades agrupan muchas cualidades que hacen de ellas productos muy bien
valorados en todos los niveles del circuito incluso por los consumidores. Son
la prueba del cambio en marcha.
¿Dónde encontrar
productos frescos buenos? A esta pregunta, hay que contestar de otra manera que
en mi publicación sobre seguridad alimentaria. Es que, al día de hoy, es difícil
garantizar la seguridad y asegurar un elevado nivel de calidad. Para comer
productos frescos de calidad, hay que ir a la finca, buscar una tienda de
barrio, o ir al mercado de abastos, o al mercadillo. ¿Por qué? Simplemente
porque son sitios que viven de la satisfacción de sus clientes. Si un día te
sirven mal, al día siguiente, se lo vas a decir, pero si se repite, cambiaras
de sitio. Estos sitios solo viven de eso, con lo que tienen que cuidar de la
calidad que ofrecen. En cambio, en el supermercado, vas a encontrar un producto
diferente, con mayor garantía pero del que desconoces totalmente la calidad. Pero
vas al supermercado por otros motivos, porque lo encuentras todo en el mismo
sitio, por comodidad y por precio (en principio). Todo depende de tus
prioridades.
En una próxima publicación, hablare de las
distintas interpretaciones de la noción de calidad, por los actores del sector,
que os ayudara a entender que todos hacen un producto de calidad, pero no
siempre con la misma idea del resultado final.
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