Esta semana, a través de la página web
de Forumphyto (ver el link en la columna lateral derecha de este blog), me ha
llegado un artículo que me ha parecido original en su argumentación.
En una columna de opinión del diario
digital argentino ON24 del 1 de julio, Alcira Cavallo, de CASAFE (asociación
argentina de empresas de tecnologías para la protección de los cultivos), ha publicado
el billete siguiente. Me ha parecido muy interesante, con lo que lo reproduzco in
extenso.
Es
necesario cambiar el temor por el conocimiento.
El debate sobre el aporte de los fitosanitarios y su
impacto en el ambiente y la población, es una de las cuentas pendientes.
Los
cuestionamientos al uso de productos para la protección de cultivos en
comunidades históricamente relacionadas con la agricultura obligan a afianzar
la relación entre el sector productivo y la sociedad.
El debate
amplio sobre el aporte de los fitosanitarios a la eficiencia productiva y la
calidad de los alimentos, y su impacto en el ambiente y la población, es una de
las cuentas pendientes de la Argentina.
“El manejo de
las plagas no es un capricho, su fundamento principal es la conservación de la
calidad de los alimentos; el segundo objetivo es el de los rendimientos”,
afirmó Alicia Cavallo, del Departamento Protección Vegetal, de la Facultad de
Ciencias Agropecuarias de la Universidad Nacional de Córdoba. Y agregó que “uno
de los métodos más eficientes para llevarlo adelante es el uso de productos para
la protección de cultivos específicos y aplicados correctamente”.
En tanto,
resaltó que “no usar ningún tipo de control puede llevar a la pérdida total del
cultivo o problemas en la calidad” de graves consecuencias para el consumo
humano. Como ejemplo, Cavallo señaló los “hongos como el fusarium que puede
quedar en la semilla del maíz, es tóxico por sí mismo y cancerígeno”.
El impacto ambiental
Para la
especialista, los primeros plaguicidas sintéticos ingresados al país a partir
de la segunda guerra mundial y los que hoy se emplean en la agricultura son
“prácticamente el día y la noche. Además, la mayoría de los que se utilizan en
forma masiva son productos cuya clase toxicológica mejora día a día”.
En su visión,
la polémica por el uso de los productos para la protección de cultivos proviene
de “personas que no son especialistas en la materia y construyen teorías
alejadas de lo científico, muchas veces influidas por posiciones ideológicas
que terminan demonizando el tema”.
A esto se
suma el descreimiento de los estamentos públicos. “Si no le creemos a los
organismos de control, a los organismos internacionales, a la Organización
Mundial de la Salud ni a la FAO, la situación se vuelve anárquica porque no se
reconoce ningún tipo de autoridad”, razonó Cavallo.
Esto lleva a
“la creencia de que todo lo químico es tóxico y todo lo natural es santo. Esa
dicotomía asusta a la gente y ahí se crea el movimiento anti fitosanitarios,
que es lo grave”, afirmó.
Como
contrapartida, propone cambiar el temor por conocimiento. Por ejemplo, algunos
herbicidas que se aplican al suelo corren peligro de llegar a las napas
superficiales si se aplican en dosis muy altas, tal como ocurrió con la
atrazina en Europa donde los inconvenientes
se debieron a las exageraras dosis que aplicaban en suelos no aptos para
soportarlas”. Entonces, el producto
percolaba en el suelo y se dirigía a las napas, en algunos casos muy
superficiales. “Pero si se aplica con la dosis correcta y en la forma que se
debe aplicar no debería haber inconvenientes.
Con respecto
a las responsabilidades, Cavallo subrayó la necesidad de que las aplicaciones
de fitosanitarios sean supervisadas por profesionales. “Un plaguicida no puede
ser aplicado por cualquiera. Para eso están los ingenieros agrónomos que estudian
toda una carrera para hacerse cargo. La profesionalización de las actividades
relacionadas con los fitosanitarios es fundamental”, aseveró.
Hacerse cargo
Además, la
ausencia de un marco legal a nivel nacional lleva a la disparidad de criterios,
desorden y la falta de control en muchos distritos. “Acá en Córdoba está la Ley
(Nro. 9.164/04) y hay muchos inspectores en los campos. Se exige la receta
agronómica para la aplicación de fitosanitarios, se aplican sanciones y se
secuestran máquinas si no cuentan con la habilitación del operario y de las
mismas pulverizadoras”, destacó Cavallo. De todos modos, “no se pueden emplear
productos de categoría I y II a menos de 500 metros de los centros poblados,
eso es una restricción muy alta”, analizó, resaltando que “quedan muy pocos
productos que si se pueden utilizar en las zonas aledañas a los pueblos” en ese
radio.
En cuanto al
temor de las comunidades, Cavallo entiende que “si la gente está informada de
lo que va a pasar, no tiene miedo”. En ese sentido, destacó que las empresas
deben afianzar la relación con la sociedad, desde las universidades y colegios
agrotécnicos hasta las poblaciones rurales. “Si las personas estuvieran bien
informadas, si supieran bien de que se tratan los productos para la protección
de cultivos, aceptarían mucho más su uso”, finalizó.
Autora:
Alcira Cavallo – Casafe
Comentarios
Me parece también importante señalar
que la atrazina, de la que habla Alicia Cavallo, sigue siendo un herbicida de
muy amplio uso en el mundo (es el segundo herbicida más utilizado en Estados
Unidos, después del glifosato), pero su uso es prohibido en la Comunidad
Europea desde el año 2004.
Por otra parte, las normas de control
aplicadas en la provincia de Córdoba, son muy similares a las que ya se están aplicando,
o implementando en la Comunidad Europea y en muchos países del mundo. La toma
de consciencia por las administraciones públicas de los riesgos provocados por
el mal uso de los plaguicidas, está llevando al endurecimiento progresivo de
todas las normas de utilización.
La profesionalización es ya una
realidad en muchos países.
Pero lo que más falta, es una
comunicación realista e imparcial, hacia el público, para convertir “el temor
en conocimiento”.
No podemos dejar esta comunicación en mano de
organismos privados ya que muchas veces esta alterada
“por posiciones ideológicas que terminan demonizando el tema”.
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