La
agricultura ecológica es un movimiento nacido en los años 30, en los países
industrializados, por oposición con la evolución de la agricultura hacia un
modo productivista, considerado excesivo, y opuesto al concepto de Madre
Naturaleza.
El origen del
movimiento es muy filosófico, con ideólogos como Steiner, Fukuoka, Howard o
Müller.
El movimiento
ha evolucionado, a lo largo de los años, hacia un rechazo de la química de
síntesis y la voluntad de producir alimentos de mejor calidad.
Se puede
dudar del valor de los nombres elegidos (ecológico en español, biologique en
francés, organic en inglés), ya que son pleonasmos, en la medida en que la
agricultura es, por definición, y sea cual sea el método de producción, una
actividad basada en el cultivo y la utilización de seres vivos, animales o
plantas, en un entorno de campo. Estos nombres han sido elegidos por oposición
a la palabra química.
En su
aceptación actual, la agricultura ecológica ha perdido gran parte de sus connotaciones
filosóficas, pero es un movimiento basado en el rechazo del empleo de la
química en agricultura y en los alimentos.
Entre los
ideólogos recientes de la agricultura ecológica, algunos han operado una deriva
hacia una concepción reaccionaria, incluso anti-científica (Teddy Goldsmith por
ejemplo), con la integración de temas como el regreso a la tierra, la
decadencia de la sociedad, o el fin de la civilización, como justificación a la
voluntad de abandonar cualquier técnica moderna.
Hoy en día,
un agricultor que quiere hacer agricultura ecológica y comercializarla como tal
(es decir bajo una de las marcas específicas de producción ecológica), debe
seguir unos protocolos concretos y ser
acreditado. Las acreditaciones tienen una validez de un año, y se renuevan
después de una auditoria específica.
Cada acción
realizada en la finca se toma en cuenta. Las no conformidades deben ser
corregidas en un plazo corto, excepto algunas, consideradas inaceptables, que
pueden hacer perder la acreditación.
El etiquetado
distintivo es de pago, como para el uso de la mayoría de las marcas, que se
trate d agricultura, o no, de ecológico, o no. Por ejemplo, es también el caso
de la producción integrada, de la que os hablare próximamente.
Hay que
entender que un alimento no etiquetado se considera, por defecto, como
procedente de la agricultura convencional. Lo que pretende el etiquetado es de
marcar la diferencia.
El que no
quiere pagar la marca, tendrá que conformarse con los precios de la agricultura
convencional. Los productos ecológicos etiquetados se venden más caro, y la
diferencia de precio cubra ampliamente el precio de la etiqueta.
El concepto
de agricultura ecológica es difícil de conciliar con fincas grandes. En efecto,
incorpora una importante noción social y de estructuración rural.
En los países
industrializados, donde este movimiento ha recibido su mejor acogida, muchos
agricultores ecológicos son neo-rurales y ecologistas, instalados en fincas de
pequeñas dimensiones, después de haber operado un regreso a la tierra.
Sin embargo,
las explotaciones agrícolas de grandes dimensiones representan la mayor parte
de la producción mundial certificada. La agricultura ecológica, cuyos productos
se consumen en su mayoría en países industrializados, se ha convertido poco a
poco en un mercado potencial muy interesante, hacia donde se han orientado
grandes empresas agrícolas buscando mercados económicamente dinámicos y de
márgenes comerciales elevados.
Podemos
resaltar también que los consumidores de productos ecológicos son
principalmente de clases medias y superiores, con buenos ingresos, y viviendo
en las ciudades. Sigue siendo, tanto a nivel de la producción como del consumo,
un movimiento de intelectuales.
Técnicamente
hablando, la agricultura ecológica es poco diferente de la agricultura
convencional. Los métodos de cultivo son bastante parecidos, y los objetivos de
producción son globalmente productivistas. Es decir que el agricultor ecológico
busca la maximización de su producción en el marco del protocolo que debe
cumplir. No hay que engañarse, un agricultor, sea cual sea el método de
producción, siempre sacara mejores ingresos si produce mucho que si produce
poco. Cuando haya decidido el nivel cualitativo que quiere proponer a sus
clientes, siempre buscara, lógicamente, a producir lo máximo posible en el
cumplimiento de su objetivo. Y el precio pagado al agricultor no tiene nada que
ver con el precio pagado por el consumidor. Hablaremos de este punto en otra
ocasión. El agricultor está condenado a producir mucho, incluso en agricultura
ecológica, para vivir correctamente de su actividad.
Se puede
esquematizar los principios utilizados en algunas líneas principales. Todas las
técnicas implementadas buscan favorecer los siguientes puntos:
-
Reducir
la erosión de los suelos y los riesgos de pérdida de fertilidad.
-
El
mantenimiento de los suelos está basado en medios mecánicos.
-
Controlar
el consumo de agua
-
Favorecer
la biodiversidad en la finca
-
Favorecer
la vida microbiana del suelo por la restitución de los restos de cultivos
anteriores, alimentar el suelo para alimentar la planta.
-
Fertilización
a base de materias de origen natural, como estiércoles, compostajes, purines,
polvo de huesos o fertilizantes de origen minero sin transformación industrial
-
Reducir
el impacto de enfermedades y plagas sobre los cultivos
-
Protección
fitosanitaria a base de métodos no químicos y de uso de productos de origen
natural.
Hay que indicar
que estas técnicas no son exclusivas de la agricultura ecológica, como lo
veremos más adelante.
Existe una
reglamentación europea (reglamentos nº
834/2007, 889/2008 y 540/2011) que fija un marco común europeo, pero cada
estado miembro queda libre de aplicarla a su manera. Esta reglamentación tiene
el objetivo de fijar un mínimo común, pero es posible de endurecer las reglas al
nivel nacional, no de aflojarlas.
Cada país no
europeo tiene su propia interpretación legal de la agricultura ecológica, lo
que puede dar lugar a diferencias a veces importantes en la aplicación real del
concepto por el agricultor, y en la calidad final del alimento ecológico.
Uno de los
temas más sensibles es el control de los problemas fitosanitarios. Sobre este
punto, que es el punto más crítico de cara a la opinión pública, quiero hacer
varias observaciones.
Primer
punto importante:
existen numerosos plaguicidas autorizados en agricultura ecológica, ya que los
cultivos son sensibles a plagas en cualquier sistema de cultivo.
Hay que
añadir que la cría y las sueltas de insectos auxiliares (mariquitas, sírfidos,
himenópteros depredadores, chiches depredadores, ácaros depredadores, etc.),
representan técnicas efectivas de control, aunque son a menudo complicadas de
dominar.
Las
sustancias plaguicidas autorizadas en agricultura ecológica se clasifican en
siete categorías (según el anexo II del reglamento europeo nº889/2008):
-
Las
materias activas de origen animal o vegetal (aceites vegetales, piretrinas
naturales, rotenona, gelatinas, etc.)
-
Los
microorganismos utilizados en la lucha biológica contra las plagas y las
enfermedades (bacterias, virus, hongos, nematodos)
-
Las
sustancias producidas por microorganismos (caso del espinosad, toxina producida
por una bacteria del suelo).
-
Las
sustancias de síntesis a utilizar en trampas y/o en distribuidores (como las
feromonas, o las pastillas insecticidas a base de piretroides de síntesis).
-
Las
preparaciones a esparcir en superficie, entre las plantas cultivadas (como los
cebos contra babosas y caracoles).
-
Las
otras sustancias tradicionalmente utilizadas en agricultura ecológica (como el
cobre, el azufre, el aceite de parafina y los aceites minerales, procedentes de
la industria minera o de la petroquímica).
-
Las
otras sustancias como el hidróxido de calcio, el bicarbonato de potasio.
Como lo podéis
observar, algunas sustancias proceden de la química de síntesis, de la petroquímica
o de la industria minera, actividades muy criticadas por los movimientos
ecologistas y la agricultura ecológica por los riesgos de contaminación que
presentan.
Segundo
punto importante: las
sustancias utilizadas en agricultura ecológica no son inocuas. Lo que es
natural, no siempre es bueno para la salud y el medio ambiente. Podemos dar
como ejemplos:
-
El
pelitre natural, insecticida polivalente, extracto de plantas, tóxico para la
fauna auxiliar y muy tóxico para la fauna acuática.
-
La
nicotina, insecticida natural extracto del tabaco, muy conocido por su
peligrosidad para la salud y el medio ambiente, no autorizada en Europa, pero
ampliamente utilizada en muchos países no europeos.
-
La
rotenona y el aceite de neem, otros insecticidas naturales, también conocidos
por su peligrosidad sobre salud y medio ambiente.
-
El
cobre, fungicida de muy amplia utilización, metal tóxico, fuertemente contaminante
de suelos y aguas, no degradable, procedente de la industria minera y del
reciclaje, a veces combinado con pequeñas concentraciones de otros metales
pesados más peligrosos como el mercurio o el plomo.
Tercer
punto importante: la
persistencia de los productos utilizados es generalmente mucho más reducida que
la de los productos de síntesis (excepto el cobre). La principal consecuencia
de este punto es que, para conseguir el mismo nivel de protección de sus
cultivos, un agricultor ecológico ha de tratar de 2 a 3 veces más, según los
problemas a resolver, que un agricultor convencional. Existen pues riesgos
medio ambientales más importantes, y riesgos de residuos en alimentos,
generalmente no controlados.
Cuarto
punto importante: la
legislación. Ya he hablado del tema en publicaciones anteriores. Existe un
problema legal sobre los residuos de plaguicidas en alimentos ecológicos.
Excepto algunos casos concretos, la composición de los productos es mal
conocida ya que los extractos vegetales suelen ser muy complejos.
Un ejemplo,
el aceite de neem tiene un ingrediente activo principal que es la azadiractina,
cuyos efectos y residuos son muy conocidos. Sin embargo, también contiene más
de 100 otros componentes activos mucho menos conocidos que nunca se analizan, y
cuyos efectos sobre la salud y el medio ambiente se desconocen.
El fabricante
no tiene obligación legal de declarar la composición completa, con lo que la
totalidad de los componentes no pueden ser analizados, ni cuantificados.
En concreto,
nadie actualmente puede garantizar que un alimento ecológico contiene, o no,
residuos peligrosos para la salud, y en qué cantidad. Sin embargo, como lo dije
antes, el riesgo vinculado con los residuos de plaguicidas ecológicos es
importante, debido al gran número de tratamientos necesarios.
Los alimentos
ecológicos, al igual que los alimentos convencionales, pasan por controles de
residuos de plaguicidas por muestreos, en las aduanas, en los servicios
sanitarios y en los supermercados. Pero solo se buscan los plaguicidas de
síntesis, nunca los plaguicidas naturales. Permite detectar los fraudes al
cumplimiento de los protocolos ecológicos, pero no permite detectar los abusos
de plaguicidas ecológicos, ni los residuos de productos naturales potencialmente
peligrosos.
Uno de los
problema técnicos que tiene la agricultura ecológica en la gestión de los
problemas fitosanitarios, es que las sueltas de insectos auxiliares, técnica
potencialmente efectiva, presentan resultados muy aleatorios. En numerosos
casos, si no encuentran alimentos suficientes en las zonas de suelta, los
auxiliares desaparecen. Se van simplemente en busca de comida, fuera de los
cultivos a proteger.
Su eficacia a
corto plazo es buena, ya que el agricultor va realizar las sueltas en caso de
presencia de problema, pero a medio y largo plazo, es mucho más difícil. Y su
coste es elevado.
Sin embargo,
existen condiciones en las que esas técnicas funcionan muy bien, pero son
incompatibles con la filosofía de la agricultura ecológica (aunque autorizadas).
Me refiero a los invernaderos. Con el invernadero, se crea un entorno
artificialmente confinado que permite, por el efecto de barrera física una
limitación de los ataques de insectos y un control de la poblaciones de
auxiliares. Pero hay que decir que la ausencia de lluvia, de viento, la
higrometría elevada y la ausencia de biodiversidad provocan el incremento de
otros problemas.
Existen
agricultores ecológicos bajo invernaderos en numerosos países. Sin embargo, la
cuestión de la utilización y de la gestión de los plásticos solo es parcialmente
resuelta.
Por otra
parte, hay un problema filosófico en la creación de un entorno artificial, con
cultivos forzados, y con todas las consecuencias energéticas y fitosanitarias
que representa, así como la obligación de acudir a la industria petroquímica
para las grandes cantidades de plástico necesarias.
Otro punto
especial es la fertilización. Se autorizan solo los abonos de origen natural,
procedentes de estiércoles, de compostaje, o de sub-productos de la industria
agro-alimentaria, como los polvos de huesos. Existen numerosas fuentes de
abonos de origen natural.
Pero tienen
un punto en común. Son abonos no solubles, no asimilables por las plantas sin
pasar previamente por un proceso de mineralización que los cambia en elementos
asimilables. Esta característica combina dos consecuencias antagonistas:
-
La
ventaja de permitir un enriquecimiento de los suelos en materia orgánica, que,
con el tiempo se cambia en humus, importante factor de fertilidad a largo
plazo, y de la conservación de las características agronómicas a lo largo de
los años.
-
El
inconveniente de no poder controlar en qué momento se produce la
mineralización. Depende especialmente de la temperatura y de la humedad del
suelo, y de su actividad microbiana. Es frecuente observar desequilibrios
nutricionales por culpa del desfase entre las necesidades de las plantas y la
disponibilidad de los elementos nutritivos en el suelo. Por otra parte, los
elementos liberados en abundancia durante el verano (los suelos son más
calientes y más activos), y no consumidos por las plantas, pueden ser
arrastrados por las lluvias de otoño hacia los acuíferos subterráneos.
Las técnicas
culturales utilizadas en agricultura ecológica buscan mantener la biodiversidad
de la finca, y un buen equilibrio del cultivo. De esta manera, se limita el
riesgo de desarrollo de ciertas plagas cuyos ciclos se aceleran con los
desequilibrios nutricionales y la ausencia de fauna auxiliar e insectos útiles.
Es el caso, por ejemplo, de los pulgones, ácaros o cicadelides, a menudo controlados
por insectos auxiliares (mariquitas, arañas, crisopas, sírfidos, fitoséidos,
etc.), de los lepidópteros y dípteros, base de alimentación para muchos pájaros
o murciélagos, de roedores pequeños o grandes, como son los topillos o los
conejos, controlados por las aves rapaces, las serpientes, los zorros y otros
animales carnívoras.
Para alcanzar
este objetivo, el agricultor va, entre otras acciones:
-
reservar
determinadas zonas de la finca para crear zonas de biodiversidad,
-
favorecer
una cubierta vegetal donde se puede hacer,
-
dejar
crecer ciertos árboles o arbustos para servir de refugio,
-
instalar
nidos para los pájaros y los murciélagos, percas para los rapaces, etc.
¿Es
eficiente la agricultura ecológica?
Actualmente,
se puede decir que no, si comparamos resultados productivos con los de la
agricultura convencional. Un estudio del INRA (instituto francés de
investigación agronómica), en Francia, muestra que la reducción de producción
es variable según el cultivo y las condiciones agro-climáticas. La reducción se
sitúa entre 0 y 80%, lo más frecuentemente en niveles de 25 a 50%, sin entrar
en detalles, es evidente que, actualmente la agricultura ecológica reduce
claramente los rendimientos potenciales de los cultivos.
En lo que se
refiere a la ganadería, esas diferencias no se pueden medir, ya que el
crecimiento de los animales no está influenciado por la procedencia de su
alimentación. El método de ganadería será más importante que el origen de los
alimentos (animales en libertad, o no).
¿Son mejores
los productos de la agricultura ecológica?
Ningún
estudio serio e imparcial ha podido, hasta la fecha, demostrar nada, ni en
cuanto a efectos sobre la salud, ni en cuanto a efectos sobre el sabor. La
buena fama de un método y la mala fama del otro son leyendas urbanas, y son
cuidadosamente alimentadas por los intereses propios de algunos.
Solo se puede
constatar que las tolerancias comerciales son muy diferentes, y permiten a los
agricultores ecológicos cultivar variedades más sabrosas. Los agricultores
convencionales van a chocar contra la dictadura de la normalización y de los
operadores comerciales, que no les permiten hacerlo. Les obliga, por motivos
económicos, a cultivar variedades con una presentación perfecta y una
conservación mejorada, en detrimento del sabor.
¿Es fácil,
pasar de agricultura convencional a ecológica?
Teóricamente
sí. El agricultor solo tiene que adaptar las técnicas culturales para que
cumplan con los protocolos. Hay que
decir que, aunque hay poca diferencia práctica en producción convencional y
ecológica, el agricultor deberá adoptar un sistema de vigilancia que le permita
intervenir (tratar) muy pronto cuando aparezcan los problemas fitosanitarios,
ya que solo dispone de productos con un efecto curativo limitado.
Pero en realidad,
depende de dos factores principales.
Primero están
los criterios de tipo administrativo. En efecto, una finca podrá ser acreditada
en producción ecológica solo después de una fase de reconversión que dura
varios años. Esta duración varía según el país y el cultivo, pero suele ser de
2 a 5 años.
Este periodo
le permite al agricultor a ser operativo con los protocolos, y sobre todo,
permite que la finca recupere un equilibrio natural supuestamente perdido, o
perturbado. Por otra parte, debe permitir a los suelos y al entorno, terminar
la degradación de los potenciales residuos de plaguicidas y de abonos químicos
empleados anteriormente.
Durante este
periodo, el agricultor debe cumplir con los protocolos, pero no puede sacar
ningún beneficio económico, ya que no tiene derecho de usar las marcas
específicas.
Después, está
el cultivo.
Algunos
cultivos son fáciles de llevar en agricultura ecológica. Son generalmente
cultivos rústicos, poco exigentes, y poco sensibles a problemas fitosanitarios.
Por ejemplo, podemos hablar, de la viña, el olivar, los cítricos, algunos
cereales.
Pero al
revés, algunos cultivos son muy difíciles, incluso imposibles actualmente, como
es el caso del melocotonero, o la patata que tienen algunas enfermedades que
son casi imposibles de controlar sin la ayuda de productos químicos. Los
efectos de la enfermedad reducen la producción a un nivel tan bajo que ningún
sistema comercial permite que el agricultor salga adelante.
Sin embargo,
es una cuestión de tiempo. Es probable que en un futuro cercano, lo que hoy es
imposible sea resuelto por una vía u otra. Por ejemplo, es el caso del manzano,
cuyo principal freno al desarrollo de la producción ecológica era una
enfermedad, el moteado. Las investigaciones en genética (no se trata de OGM
sino de hibridación), han permitido la creación de variedades comerciales resistentes
al moteado abriendo la puerta a la producción ecológica en manzano. El INRA, en
Francia, es uno de los principales actores mundiales de estos avances.
La
agricultura ecológica está pasando por una fase de estagnación, principalmente
debida a la nivelación a la baja de los precios de venta de los productos. La
crisis económica ha reducido el consumo de productos más caros, con la
consiguiente bajada de los precios de los alimentos ecológicos. Los
agricultores han visto sus ingresos bajar de manera importante a pesar de sus
esfuerzos. Los agricultores ya certificados generalmente siguen adelante, para
no tener que volver a pasar por la fase de reconversión, pero las nuevas
reconversiones son cada vez más escasas.
No voy a
hablar ahora de las ventajas e inconvenientes de la agricultura ecológica. Tengo
previsto una publicación específica, ya que me parece interesante comparar los
distintos sistemas de cultivo.
Sin embargo,
quiero insistir en dos puntos que me parecen fundamentales con respecto a las
evoluciones actuales de la producción agrícola.
Primero
quiero hacer un reproche, no a la agricultura ecológica, pero a las personas
encargadas de la comunicación, tanto de los productos agrícolas, como de
productos que a menudo no tienen nada que ver con la agricultura.
La
agricultura ecológica esta presentada como un mundo perfectamente bueno y sano,
sin ninguna explicación ni dato real. Sin lugar a duda, hay cosas buenas, pero
también existen muchos puntos negativos que son casi sistemáticamente
disimulados.
Este bombo
mediático, ampliamente apoyado por el mundo político, contribuye, por una
parte, a dar una idea falsamente positiva de la agricultura ecológica, y por
otra parte (y por consecuencia), a dar una imagen extremadamente negativa,
generalmente injustificada, de la agricultura convencional.
A modo de
ilustración, a continuación pongo esta imagen, que me llego a través de
Facebook, que pretende ser informativa sobre los códigos que aparecen en las
frutas. Está bien, es útil, es desconocido por casi todo el mundo. ¿Pero porque
definir la agricultura convencional como “contiene plaguicidas”? ¡Es una
agresión caracterizada! Puede ser verdad, o no. Es legal, ya que existen normas
legales al respecto, y hasta que se demuestre lo contrario, es inocuo.
Es una imagen
entre muchas más, ya que, como os lo explicaba recientemente, el consumidor es
una diana de comunicación, y el reflejo de miedo esta sobre-utilizado.
El objetivo
es claramente provocar la compra de más alimentos ecológicos. La imagen
transmitida es siempre negativa, como es el caso aquí, y a fin de cuenta,
contribuye involuntariamente a una bajada general del consumo de frutas y verduras
frescas.
Pues si se
observa una estagnación del consumo de los alimentos ecológicos, también se
observa una reducción global del consumo todos tipos de producción incluidos.
Se traduce finalmente por un aumento de los congelados, 4ª gama, conservas y
precocinados.
Al final, es
globalmente negativo y perjudicial para la salud del consumidor.
Y para
terminar sobre una nota positiva, hay que reconocer un inmenso mérito a la
producción ecológica y a su dinamismo: ha obligado al conjunto del sector
agrícola, así como a la industrias relacionadas y a la administración, a pensar
de manera diferente.
Creo que el
mayor cambio se sitúa probablemente en la industria química (tanto
voluntariamente como por los cambios normativos a los que tiene que hacer
frente), que ha cambiado profundamente su manera de investigar nuevas
sustancias, integrando en prioridad los efectos segundarios, buscando métodos
de producción diferentes (como es el caso del espinosad, sustancia autorizada
en agricultura ecológica, que es un producto fermentado procedente de dos
toxinas secretadas por una bacteria del suelo).
Por otra
parte, la mayoría de las grandes empresas internacionales de agroquímica han
invertido mucho en estos últimos años en esta vía, creando o comprando
estructuras especializadas en investigación para la agricultura ecológica. Eso
demuestra el interés que les inspira este mercado que, obviamente, tiene
futuro.
Es como los
agricultores están viendo aparecen cada año una o varias sustancias nuevas,
siempre más efectivas, procedentes de esas investigaciones, que permiten
sustituir moléculas más antiguas y más peligrosas.
Y por último,
hay que añadir que este movimiento ha tenido también una influencia importante
sobre la toma de conciencia de muchos agricultores, de las repercusiones de su
actividad sobre el medio ambiente, tanto en sus aspectos negativos como en los
positivos, y sobre la importancia de no hacerlo de cualquier manera. Se puede
tener un objetivo productivista, sin destruir todo alrededor.
La
agricultura ecológica ocupa un sitio a parte en la agricultura mundial. Es
bastante segundaria en cantidad, pero constituye un poderoso motor de evolución
y de desarrollo de técnicas agrícolas.
Al revés de
lo que quizás os puede dejar creer esta publicación, no estoy en contra.
Considero que el movimiento generado por el desarrollo de la agricultura
ecológica y su gran aceptación en la sociedad de los países ricos, han
permitido avances técnicos y tecnológicos enormes.
Pero estoy
radicalmente opuesto a la manipulación de la opinión pública que se hace para
promocionarla. Se le miente deliberadamente al público, tanto sobre los
beneficios supuestos de la agricultura ecológica, como sobre los peligros de la
agricultura convencional. Cada una tiene sus ventajas y sus inconvenientes,
científicamente demostrados, pero ninguna presenta una notable ventaja sobre la
otra, ni para el medio ambiente, ni para la salud, a pesar de lo que dicen
algunos.
La
agricultura ecológica no necesita atacar a la agricultura convencional para
desarrollarse. Lleva dentro muchos aspectos positivos, suficientes para su
propio desarrollo, sin tener que hacerlo exagerando los aspectos negativos de
su competencia.
No hay que
tomar el consumidor por tonto. Si se le comunica, de manera imparcial, las
informaciones idóneas, elegirá libremente, y todo el mundo le sacara provecho.
Y para
terminar, la administración también tiene una seria responsabilidad en una
situación que favorece por un a priori positivo sobre los alimentos ecológicos,
pero sin los controles necesarios, y un a priori negativo sobre los alimentos
convencionales, pero sin la comunicación adecuada sobre la realidad.
De esta
manera fomenta la duda que existe sobre el riesgo sanitario real que
representan los alimentos frescos, extremadamente perjudicial al conjunto de
los profesionales de la alimentación, y al consumidor.
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