La agricultura,
por definición, es sensible a las intemperies. Siempre ha sido así, forma parte
de la actividad.
Se sabe que
en cualquier momento, se puede tener un problema provocado por el tiempo. Las causas
son numerosas, y las consecuencias posibles, más numerosas aun. En efecto, una
misma causa puede tener consecuencias variadas.
En sí, no es
realmente un problema. Lo sabemos, es una espada de Damocles permanentemente suspendida
encima de nuestras cabezas de agricultores.
Pero a este
hecho, relativamente banal, se ha sumado un problema que agrava, y mucho, sus
consecuencias. Hablo de la normalización.
Las formas
que toman las intemperies y sus consecuencias son de lo más variado. He decidido
hacer de ello una serie, que iré alimentando de vez en cuando.
El primer
episodio no tiene realmente nombre. Lo he llamado “fealdad” por sus
consecuencias. Es un fenómeno no clasificado como tal, pero cuyo análisis posterior,
demuestra que se debe clasificar como daño de intemperies, pero del tipo
imprevisto.
Sus consecuencias
entran directamente en la categoría que fue la inauguración de mi blog: las
pérdidas de alimentos. Podéis leer nuevamente mi publicación nº 1 (“desperdicio
de alimentos”, de enero de 2014)
Aquí esta una
variedad de melocotón, un poco obsoleta por su presentación (la evolución del
mercado va hacia frutas 100% rojas, lo que es una aberración, y no va
mejorando), y sobre todo, que tiende a degenerar con los años.
En concreto,
tiende a tener descoloraciones alrededor del mucrón (el punto pistilar, más o
menos el ombligo del melocotón). Es un problema que califico de cosmético, ya
que solo modifica la estética de la fruta, sin alterar para nada sus cualidades
intrínsecas.
Pero la
normalización actual considera más importante la estética que el sabor.
Bien. Hasta ahí,
nada raro, sino que en la selección de nuevas variedades, es generalmente más
importante elegir una fruta bonita que una fruta buena.
La situación
se pone peligrosa si las intemperies entran en el juego, y que, como es el caso
este año, el mercado es difícil.
Mirad estas
fotos. Son las consecuencias, en esta variedad, de un episodio prologado de
lluvia y humedad en el periodo posterior a la floración, momento clave en el
desarrollo del pequeño fruto.
La mayoría de
estas frutas solo tiene un defecto de aspecto. Pero se venderán, como mucho, en
segunda categoría.
Sin embargo,
el mercado es difícil este año (sobre producción europea y poco consumo), y la
segunda categoría es difícil de vender. Los precios de la primera categoría son
muy bajos (lo que no tiene relación con los precios que se piden en las
tiendas), y la segunda sale, o hacia la industria (9 cts por kg, del que hay
que quitar el transporte), o directamente a la basura.
Sin embargo
esta fruta tiene todas las cualidades necesarias, menos la vista.
¿Os acordáis
de mi publicación llamada “retratos de flores” (nº8 de marzo de 2014)? La última
foto es la senescencia de la flor. Empieza entonces la fase de desarrollo del
fruto. De inicia dentro del cáliz de la flor, despojado de sus pétalos. Viene luego
el momento en el que el fruto debe expulsar el cáliz, entonces llamado
collarín, que podría molestarlo en su desarrollo.
Es esta fase
que es especialmente sensible, ya que la epidermis del frutito debe pasar de
una situación protegida a una situación expuesta, y para eso, debe hacerse más
resistente. Pero si, en el transcurso de esta fase muy delicada, el frutito
sufre agresiones, puede quedarse con graves secuelas.
La recolección
del melocotón, si se busca un nivel elevado de calidad, se hace en varios
pases, para seguir el escalonamiento de la madurez de los frutos en el árbol. En
concreto, solemos coger en 4 a 7 pases, según la variedad y la situación. Al final
de la recolección, suelen quedar algunos frutos en el suelo, entre 10 y 20 por árbol
de manera general, por culpa de caídas accidentales, por exceso de madurez, por
frutas demasiada dañadas para ser vendidas, y a veces por podredumbres en el árbol.
Pero en el
caso que me ha quitado el sueño este año, la cantidad de frutas invendibles era
tal, que hemos tenido que tirar al suelo gran parte de la cosecha. Incluso,
hemos tenido que tomar la dolorosa decisión de abandonar la cosecha de algunas
parcelas antes del final de la recolección.
Con el
resultado desesperante que podéis observar.
Y eso sin
contar con la selección extremadamente dura, realizada en el almacén de
confección, después de la recolección.
Y sin contar
tampoco con las reclamaciones en destino. En efecto, si la fruta entra “limpia”
en el almacén de confección, la selección se hace bien, y no suele haber
problema. Pero si la fruta llega del campo con tantísimos problemas, los
errores de selección son numerosos. Y si el mercado es difícil, todas las
excusas son válidas para poder renegociar los precios, cuando la carga ya está
en destino.
En una
empresa, este tipo de problema es un auténtico desastre, un golpe duro del que
puede ser difícil levantarse, si, como es el caso, es una variedad importante
en el programa de campaña. No tengo cifras definitivas todavía, pero estimo
que, en esta variedad, los resultados de venta no cubrirán más del 30% de los
gastos.
Así que,
cuando escucho o leo algunos comentarios que dicen que los agricultores tratan
sus cultivos por puro ánimo de lucro, me pongo hirviendo.
El agricultor
trata para controlar los elementos sobre los que puede actuar, sabiendo que los
elementos incontrolables son mucho más numerosos. Intenta garantizar unos
ingresos suficientes para cubrir sus gastos de cultivo. Actúa simplemente como
cualquier empresario, de cualquier actividad económica.
En una
situación como la que os explico, las pérdidas son enormes.
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