PERO
¿QUÉ CLASE DE TRABAJO ES ESTE?
La
semana pasada, estaba invitado a una boda en la región de Burdeos, en un bonito
pueblo en medio del viñedo. Fue seguramente la boda más mojada a la que he
tenido ocasión de asistir. La salida de la iglesia fue bastante caótica. Se
notaba cierto nerviosismo entre los asistentes. Siempre se desea una boda
acompañada con un precioso tiempo, para disfrutar mejor del momento, de las
circunstancias, de los bonitos vestidos y de los trajes.
Sin
embargo, también se notaba que la naturaleza y el campo alrededor respiraban.
Hay que decir que la zona sufría desde numerosas semanas una preocupante
sequía.
Los
agricultores sentían probablemente cierto alivio, acompañado de preocupación.
Alivio ya que esa lluvia marca al menos un serio descanso en la sequía, y
dejara una reserva de agua a los cultivos para terminar el verano. Preocupación
porque, como se suele decir “nunca llueve a gusto de todos”, pero también
porque es seguro que algunos agricultores se encontraban en una fase crítica
del ciclo de sus cultivos, que la lluvia habrá perturbado, mientras que otros,
como los viticultores, saben que la lluvia trae su lote de enfermedades, y que
probablemente habrán tenido que tratar para evitarlas.
Total,
es el eterno dilema de la agricultura. La mayoría de los acontecimientos
climáticos tienen sus caras benéficas y sus caras problemáticas. Y existe, como
ya lo he comentado en otras ocasiones, una gran incomprensión entre el mundo
agrícola y el resto de la población. Resulta difícil entender, cuando no formas
parte de este mundo, porque los agricultores nunca quedan satisfechos con el
tiempo que hace.
Con
respecto a la boda, era entre personas del mundo agrícola, con lo que más o
menos todo el mundo se lo tomo con filosofía. El vestido de la novia y muchos
trajes fueron víctimas de esa lluvia, y del barro que provoco.
“Mariage
pluvieux, mariage heureux” (boda lloviosa, boda feliz) como se dice en Francia
a modo de consuelo. Deseemos a Lucie y Jean-Marc toda la felicidad del mundo.
Esta
pequeña anécdota me ha recordado una historia, real en su sustancia, aunque
arreglada a mi manera, y que voy a contar ahora.
Érase
una vez un agricultor, que había heredado una ya importante empresa desde su
padre. Le encantaba su trabajo. Sus elecciones de cultivos eran acertados, los
medios que ponía siempre eran bien estudiados. Recogía cuantiosos beneficios y
los reinvertía sistemáticamente en nuevas tierras y nuevos proyectos. Ya había
pasado de los sesenta y había sabido desarrollar la empresa familiar hasta
convertirse en un auténtico gran terrateniente, dotado de un patrimonio
agrícola excepcional.
Un
día, mientras iba conduciendo su potente coche, en la autopista, tuvo un grave
accidente. ¿Mareo? ¿Dépiste? La
historia no lo cuenta. Total, murió.
Pero
este hombre no tenía hijos. Sin embargo, tenía numerosos sobrinos y sobrinas.
Ninguno había seguido los pasos de su tío en su pasión por la agricultura. La
mayorías de ellos había seguido estudios largos, que los había llevado a ser
médicos, abogados, hombres de negocio, banqueros etc.
Llego
el momento de la herencia. Todos los herederos se interesaron entonces, tal vez
por primera vez en su vida, por las actividades del tío. Y de manera
inevitable, llego la pregunta que los sobrinos, personas formadas y cultivadas,
inversores acostumbrados, tenían que hacer.
-“Veamos
un poco, ¿Cuál es la rentabilidad de la empresa?”
-“Pues
mire Usted, Señor, en realidad, como bien dice, depende”.
-“¿Depende?
¿Pero qué clase de respuesta es esta? ¿Y de qué depende?”
-“Pues
en realidad depende de varias cosa:
Si
llueve demasiado, o demasiado tiempo,
Si no
llueve lo suficiente,
Si
llueve lo suficiente, pero no en el momento oportuno,
Si
hace demasiado frío
Si no
hace el frío necesario,
Si
hace frío, lo justo, pero no en el momento oportuno,
Si
hace demasiado calor,
Si no
hace suficiente calor,
Si
hace calor, lo justo, pero no el momento oportuno,
Si
hay demasiado viento,
Si
hace demasiado sol,
Si
hay granizo,
Si
hay heladas,
Si
hay demasiado humedad,
Si
hay sequía,
Eso,
es referente al tiempo. Pero a eso, hay que sumarle las variaciones del
mercado, a menudo caprichoso:
Si
hay sobreproducción
Si
los stocks son elevados,
Si la
calidad no es suficiente,
Si el
consumo se reduce,
Si
las decisiones políticas no son favorables,
Si
existen tensiones geopolíticas, acompañadas, por ejemplo, de un bloqueo
económico hacia un destino importante,
Si
las regiones en competencia hacen dumping,
Si el
tiempo no es el adecuado en las áreas de destino.
Después,
y para terminar, tienen que saber que los horarios pueden llegar a ser un poco
inestables.
A
veces hay que trabajar el domingo,
A
veces hay que trabajar de noche,
A
menudo hay que hacer largos días de trabajo. Incluso puede ocurrir que haya que
trabajar más de 24 horas seguidas sin dormir,
Se
pueden tomar fines de semana prolongados, por supuesto, pero preferentemente en
invierno,
¿Aprovechar
los días de buen tiempo para ir a la playa? Mejor elegir los días de lluvia.”
-“PERO,
¿QUÉ CLASE DE TRABAJO ES ESTE?”
Estando
muy acostumbrados a trabajos que no dependen tanto de criterios sobre los que
nadie tiene poder, y cuyo ritmo es mucho más regular, los sobrinos tomaron la decisión
de vender, poco a poco, todo el patrimonio acumulado por el tío. Su gran
proyecto fue totalmente desmantelado, y vendido por trozos. Gran parte de las
personas que los habían seguido, o cuyos ingresos dependían de él, se
encontraron en una situación difícil.
Los
sobrinos pudieron repartirse la fortuna que el tío había acumulado a fuerza de
trabajo, de toma de riesgo, y de reflexión, y aumentar sustancialmente sus
inversiones financieras.
Es
una historia, un poco triste en mi opinión, que refleja muy bien una realidad
diaria de la agricultura. Es probablemente la actividad humana que más depende
de las variaciones climáticas. La toma de riesgo es permanente, y más elevada
que en cualquier otra actividad.
Por
desgracia, la civilización moderna no le gusta mucho lo que escapa de su
control.
Los agricultores,
que a veces se encuentran en situaciones difíciles, tienen a menudo problemas
para encontrar apoyo en los bancos o en las administraciones públicas, que
pocas veces entienden esta realidad, y no la integran, o no lo suficiente, en
su business plan.
La
agricultura de los países industrializados sufre una incomprensión crónica del
conjunto de la sociedad. Este trabajo, aunque fundamental, se encuentra en
total desfase con los criterios modernos de calidad y de ritmo de vida.
Esa
incomprensión es sin lugar a dudas uno de los grandes problemas que pudren las
relaciones entre la agricultura y la sociedad.
El
agricultor hace un bonito pero duro trabajo, que la sociedad no sabe valorar.
Es, desde varios años, el objetivo injustificado de una cantidad creciente de
ataques mediáticos que ya la habrían destruido, si no se tratase de una
actividad tan fundamental que la supervivencia de la especia humana depende de
ella al 100%.
La
agricultura es la única actividad humana que sobreviviría a un gran cataclismo.
Es que se trata tan solo de la producción de los alimentos que consumen, todos
los días y varias veces al día si lo pueden, todos los humanos del planeta.
También
es un sector altamente estratégico, tanto del punto de vista económico, como
del punto de vista geopolítico.
Sin
embargo, esta incomprensión se sitúa en todos los niveles de la sociedad, desde
la población hasta la esfera política. Basta con ver la desesperación de los
ganaderos europeos que, por culpa de decisiones principalmente políticas, se
encuentran en muchos casos en situaciones económicas muy difíciles.
Es
una actividad difícil, apremiante, a menudo agotador, a veces peligroso, al
margen de las sociedades modernas. Pero también es una actividad apasionante,
en contacto permanente con la naturaleza, a menudo estimulador, raramente
repetitivo. Total, es un trabajo muy bonito, desgraciadamente demasiado
desprestigiado por personas (en la mayoría de los casos sin ninguna relación
con la agricultura) que no entienden nada y solo ven el mundo a través de
cristales deformantes.
También
es un trabajo en el que todo es arriesgado, nada nunca es totalmente seguro
hasta que la cosecha esté terminada, recogida, vendida y cobrada. Puedes tener
la cosecha del siglo, con una calidad nunca alcanzada, en una situación de
mercado ideal, y recibir una tormenta de granizo al día anterior del inicio. Si
tienes seguro, podrás pasar el año, pero tendrás que olvidar los proyectos que
inevitablemente habías formado a la vista de la cosecha en preparación.
La
sociedad actual no tolera este tipo de problema, y rechaza lo que siempre ha
existido, ya que es inherente al trabajo de agricultor. Exige que toda
actividad humana se amolde a sus propias exigencias. Pero esto no es la vida verdadera.
La vida verdadera debería exigir de los servicios sociales, de los servicios
administrativos, de los servicios bancarios y financieros que se adapten a las
realidades propias de cada actividad. Pero el mundo funciona al revés.
Antaño,
la solidaridad permitía pasar un momento difícil. Pero ahora, el sistema muele de
igual manera el deshonesto que el desgraciado.
¿Agricultor?
Es uno de los trabajos más viejos del mundo, a la vez que es uno de los más
modernos, y sobre todo el único verdaderamente imprescindible.
Acompañada
de una política coherente y dinamizante, la agricultura debería ser un motor
esencial de la economía de cualquier país. Pero considerada como un peso y una
fuente de problemas y de gastos inútiles, como parece ser el caso en Europa, se
convierte en una molestia, y todo parece hecho para debilitarla.
Dejar
que decline la agricultura, es preparar el derrumbe de toda la sociedad.