AGROECOLOGÍA – UN MUNDO SIN PETROLEO
Hace cerca de 50 años, desde la época de la primera
crisis del petróleo de 1973, que se nos repite una y otra vez que las reservas
de petróleo se agotaran en unos 50 años. En 1972, mientras esta grave crisis se
iba perfilando desde un año, el Club de Roma, con la ayuda de un grupo de
investigadores del MIT, había incluso previsto un agotamiento de las reservas
petroleras unos 20 años más tarde, en la publicación “The limits of growth”
(Los límites del crecimiento) https://www.clubofrome.org/report/the-limits-to-growth/.
Llegará el momento, sin lugar a dudas, aunque nadie sea
capaz de predecir seriamente cuando se producirá. Sin embargo, no hay que ser
adivino para entender que un recurso minero que se extrae y se consume a este
ritmo, tiene obviamente una esperanza de vida corta.
Es lo que se producirá al final de la era del petróleo
que me interesa hoy.
Imagen: http://aboutsuzzanneuhland.com/wp-content/uploads/2017/07/dirty-industry-stack-factory_oil.jpg
El petróleo es la base de una increíble y muy
diversificada actividad industrial y económica, la química, la farmacia, la
agroquímica, el textil, los plásticos, los pegamentos, las pinturas, los
transportes, los lubricantes, los carburantes y todos sus productos derivados
como la parafina por ejemplo. Esta inmensa actividad se parará entonces, al
menos en su forma actual. El petróleo es hoy por hoy la materia prima principal
del conjunto de la actividad humana.
Frente a este sitio primordial, una enorme actividad de
investigación se ha puesto en marcha, desde varias décadas, con el fin de
encontrar materias primas de sustitución para todas esas actividades y
producciones.
De hecho, el muy fértil genio humano ya ha encontrado
soluciones de sustitución para muchas cosas. A menudo es el precio, la
resistencia o la dificultad de aprovisionamiento que hace compleja su
generalización, como se observa por ejemplo para los plásticos agrícolas de
origen vegetal. A esas dificultades técnicas o económicas, se suma la
resistencia de las industrias actuales que, a veces, frenan tanto como pueden
algunas soluciones susceptibles de crear une nueva competencia.
Sustituir una materia prima tan polivalente y económica
no es fácil, en un modelo económico e industrial hecho por y para el petróleo
desde 150 años, cuya adaptación es compleja.
Para hacer las cosas sencillas, se puede decir que los
sustitutos del petróleo son el aceite, la celulosa y las fibras. Esos tres
elementos esenciales destinados a tomar el sitio del petróleo proceden todos de
la producción vegetal y animal.
El futuro de la humanidad pues, pasa por la agricultura.
No es un secreto para nadie cuando hablamos de alimentos. Pero es probable que
poca gente sea consciente de esto en los que se refiere a la industria química,
el textil, los plásticos, muchos materiales modernos o para los carburantes.
Total, el porvenir de las actividades humanas depende de
la agricultura.
El fin del petróleo perturbará profundamente el
equilibrio geopolítico del planeta, y los países poderosos serán entonces los
que habrán sabido sus capacidades productivas en agricultura, sea mediante la
preservación de las superficies agrícolas, la conservación de la fertilidad de
los suelos, o la cantidad y la calidad de los recursos de agua dulce
disponibles para la agricultura.
Es cuando la agroecología entra en el juego, no por las
ideologías que se le relacionan, pero por su desarrollo por decisión política,
y sobre todo por su práctica diría por los agricultores, y en la diversidad de
sus múltiples facetas.
Grandes países productores de cereales como Ucrania,
¿seguirán siendo capaces de producir lo mismo sin una evolución hacia prácticas
que conserven mejor los recursos?
El frecuente rechazo actual de creación de nuevos
embalses por motivos ecológicos o políticos, ¿no se convertirá en un grave
problema agroecológico?
Imagen: https://www.entrepriseetdecouverte.fr/wp-content/uploads/2016/03/5817_EDF_BARRAGE_VASSIVIERE.jpg
Los países tienen que desarrollar su potencial agrícola
con una visión a largo plazo, en la base de una agricultura de conservación,
capaz de producir mucho preservando los recursos fundamentales que son la
biodiversidad, el suelo y el agua.
La agricultura industrial no es un mal como tal. Producir
a gran escala tiene sus ventajas en términos de calidad de las estructuras, de
cumplimiento de los protocolos y de las normas, y de poder de inversión, así
como de puesta a disposición de los productos. Pero debe ser claramente
enmarcada y controlada con el fin de evitar sus riesgos de derivas sociales y
medioambientales.
La agricultura ecológica, en sus actuales formas, no
tendrá, en mi opinión, la posibilidad de cubrir todas las necesidades de la
humanidad en la perspectiva de la desaparición de la actual principal materia
prima.
La actual puesta por delante como un modelo a seguir y cómo
vía de futuro de la humanidad de la permacultura, procede más de la necesidad
de serenarse de una clase social intelectual, más bien pudiente y urbana, ampliamente
desconectada de las realidades, que de una visión clarividente de las
necesidades reales de la humanidad y del planeta.
Alimentar
el mundo es una cosa, proveerlo a la vez de alimentos, de energía y de materia
primas, es otra cosa.
La vía razonable de futuro si sitúa en el término medio,
como a menudo es el caso. Y en el caso de la agricultura, el término medio se
sitúa en una producción intensiva, pero respetuosa con el medioambiente y el
consumidor, que no rechaza la química de síntesis por puro dogmatismo, pero
elige todas sus prácticas productivas por su combinación de ventajas técnicas y
agronómicas por una parte, y sus mínimos efectos sobre el medioambiente y la
salud y el ahorro de recursos por otra parte.
Imagen personal
Esta agricultura ya existe. Evoluciona de manera
permanente, mejora día tras día, pero no tiene verdadero reconocimiento
político y social porque no rechaza la química de síntesis. Se llama agricultura de conservación para
los cultivos anuales de cereales y cultivos industriales, y agricultura
integrada para los cultivos perennes y las hortalizas. Pero no es
considerada como políticamente correcta, y se encuentra situada por la sociedad
civil al mismo nivel que la agricultura industrial o incluso que el
productivismo agrícola heredado de la Revolución Verde, tal como se practicaba
en los años 60.
Sin embargo no tiene nada que ver, y se asemeja mucho más
a la agricultura ecológica que a la agricultura industrial.
Los guardianes de este dogma son especialmente las
grandes ONGs medioambientalistas con el apoyo, declarado o no, de numerosas
personalidades de la política, del espectáculo, de la cocina y del periodismo,
y rechazan lo que consideran una perversión.
“Es difícil
aceptar la verdad cuando las mentiras son exactamente lo que quieres escuchar.” (Frase
de origen desconocido encontrada en la web).
La agricultura ecológica conserva su sitio en este
panorama agrícola del era post-petróleo, para servir un público exigente, más
bien pudiente, y preferentemente urbano. También sigue siendo una importante
fuente de evolución y de investigación de soluciones nuevas. El hecho de no
poder recurrir a determinadas soluciones obliga a inventar, a imaginar. La agricultura
ecológica, bajo todas sus formas, es un excelente laboratorio de progreso.
Pero la agroecología es a la vez una decisión de agricultor
y una orientación política.
Los países que están interesados en su desarrollo, o que
ya han decidido usarla como objetivo socioeconómico, deben saber tomar decisiones
progresivas.
Nadie puede olvidar que la agricultura no es una persona.
La agricultura
es un conjunto de personas, de empresas y de actividades interdependientes, a
menudo frágiles, que es conveniente hacer evolucionar de manera progresiva y
con el acompañamiento necesario para no debilitarlas más.
Los países
que sabrán preparar adecuadamente la era post-petróleo tienen un brillante
futuro por delante.
Aún hace
falta poder llegar a ese crucial momento con una agricultura en buen estado,
capaz de responder a esos nuevos retos.