dimanche 16 juillet 2017

109- Agricultura urbana -3- ¿La ciudad o el campo?

¿LA CIUDAD O EL CAMPO?

Hace unos meses, te hablaba de agricultura urbana. Quiero volver al tema, con una mirada distinta, que los urbanos a menudo miran al revés, y que tengo que vivir diariamente.
No se trata realmente de agricultura urbana, pero de la agricultura cuando se encuentra, sin querer, enfrentada a un vecindario urbano o en la orilla de una comunidad urbana.


El desarrollo de la agricultura en las ciudades es una novedad, y se hace en su gran mayoría con técnicas de agricultura ecológica. Aprovecha espacios libres para implantar cultivos agrícolas. En general, no es un cultivo rentable, en el sentido que el agricultor urbano no busca hacer de ello su principal fuente de ingresos. Es un complemento, un pasatiempo, un placer, una satisfacción personal, o un gesto ecológico. No le resta valor al hecho, pero lo sitúa en un plan relativamente segundario, al menos del punto de vista económico. En barrios desfavorecidos sin embargo, puede representar un importante complemento de ingresos, o mejor dicho, un ahorro sobre el presupuesto de alimentación, con a veces interesantes acciones comunitarias o de reinserción.

Las ciudades crecen consumiendo tierras agrícolas, mordisqueando partes de fincas cultivadas. No ha cambiado desde la creación de las primeras ciudades hace aproximadamente 5.000 años.
Mira este Château XX del que te hablaba en el pasado mes de Octubre. Se ha encontrado dentro de la ciudad, no por voluntad propia, sino porque la ciudad ha crecido. Los propietarios de Château XX se han resistido frente a los compradores y a los promotores, pero no sus vecinos. Poco a poco, la ciudad ha ido rodeando el viñedo.


En Europa, según los datos de la FAO, 11 hectáreas de tierra agrícola desaparecen cada hora, lo que representa más o menos 100.000 hectáreas cada año, recubiertos por alojamientos, oficinas, centros de ocios, polígonos industriales, infraestructuras sanitarias, ferroviarias o de carreteras. Es enorme. A modo de comparación, el rendimiento medio de patata en 2015 en la Unión Europea fue de 33.000 kilos por hectárea (http://ec.europa.eu/eurostat/statistics-explained/index.php/The_EU_potato_sector_-_statistics_on_production,_prices_and_trade#Farms_and_area). La pérdida anual de 100.000 hectáreas de tierras agrícolas equivale a la pérdida de 3.300 millones de kilos de patata. Para una población, en 2015 de 508 millones de habitantes, representa una pérdida de potencial productivo ¡de 6,5 kilos de patata por cada habitante! Y eso ¡cada año!

Pero ¿qué pasa cuando un urbano se muda al campo? Se da cuenta que la agricultura es una actividad que funciona 365 días al año, durante las 24 horas, con personas, máquinas, ruido, olores, total, lo que en general considera como molestias, y que a menudo ha intentado evitar instalándose en el campo, pero que forman parte integrante y a menudo inevitable de la actividad agrícola.
El urbano no entiende (o se niega a entender), protesta y exige. El agricultor, casi siempre, no tiene más remedio que de ceder.

Mira este curioso caso. Una pareja, en el Sur de Francia, es obligada por la justicia, a tapar un estanque porque las ranas molestan a los nuevos vecinos: http://immobilier.lefigaro.fr/article/quand-des-grenouilles-bruyantes-font-condamner-des-proprietaires_f812211c-2ee7-11e6-91c1-3e3a0f8cba2d/


Mira también este caso, muy reciente, también en Francia, mucho más dramático, que podría obligar a un ganadero, descendiente de 6 generaciones de ganaderos, a parar su actividad, porque el olor del estiércol molesta a sus nuevos vecinos, instalados desde poco para su jubilación:
Es revelador de una situación muy real, cada vez más frecuente, y diaria para muchos agricultores.

Aquí, para mí, son las actividades nocturnas, por ejemplo los tratamientos o la trituración de la leña de poda, imposibles a hacer de día durante la mitad del año, por culpa de las temperaturas excesivas, que provocan denuncias frecuentes por ruido de parte de los vecinos instalados en edificios de construcción reciente situados (adivina donde) en una parte expropiada de la finca.


La ganadería genera estiércol. Es lo mismo desde que el hombre cuida animales, y no huele siempre bien.
La agricultura puede necesitar amontonar o esparcir estiércol, para enriquecer o simplemente para nutrir el suelo, especialmente en agricultura ecológica. Es muy sano, y de esta manera los efluentes de ganadería se reciclan limpiamente para la producción vegetal.
Cuando llega el momento de cosechar cereales, el trabajo puede ser tanto de día como de noche, ya que hay que ir lo más rápido posible, para evitar los problemas de lluvia y la sobremadurez.
Si una enfermedad o un vuelo de mariposas amenaza los cultivos, los tratamientos son urgentes, aún más si son ecológicos y hay que intervenir lo más rápido posible, de día como de noche.
Hace varios años, una enorme y repentina eclosión de un lepidóptero, Plusia gamma, provoco daños terribles en numerosos cultivos en el área de Sevilla. En esa época, producíamos espárragos y en los días siguiendo el problema, se podía determinar visualmente las primeras parcelas tratadas, que estaban todavía muy verdes, aunque dañadas, y las últimas, totalmente peladas por millones de orugas nacidas al mismo tiempo. La producción del año siguiente delato claramente este ataque, con la progresividad que correspondía a la hora del tratamiento. Este resultado nos demostró que habíamos tenido razón de no esperar y de tratar durante las 24h en cuanto detectamos el riesgo.
Los animales también viven de noche, incluso si son animales de granjas, y pueden ser ruidosos.
La preparación de las tierras para la siembra o las plantaciones se hace cuando el suelo y el tiempo lo permiten, y hay que hacer las cosas con rapidez, de día como de noche, entre semana, los domingos y los días festivos.


Total, la agricultura puede ser ruidosa u oler fuerte, lo que normalmente no molesta los vecinos si son también agricultores o vinculados con ella.
Pero para oídos y olfatos delicados de urbanos no preparados, no acostumbrados y a menudo, poco dispuestos a aceptarlo, es otra historia.

Sin embargo muchos urbanos tienen un sueño que algunos, en los países occidentales, ejecutan, que es de instalarse en el campo, descansar ahí durante sus vacaciones o jubilarse ahí.
Algunos le hacen cambiando su residencia principal hacia las afueras o los corredores verdes de las grandes ciudades. Otros invierten en una casa de campo a donde van corriendo cada vez que pueden.
Total, se acercan a los agricultores que los alimentan. Pero ¿crees que aceptan los tractores de noche o los montones de estiércol?
No, protestan, a veces incluso demandan a los agricultores. Y lo peor es que, al igual que en los casos mencionados, la justicia les da razón bastante a menudo.

Se instalan para vivir ociosamente en un lugar de trabajo. Pues sí, el campo es el lugar de trabajo de los agricultores.
Imagina un segundo que agricultores se vayan hacer una siesta en tu oficina o en tu sala de junta, y que además, ¡¡¡exijan el silencio!!!

Podemos resumir, de manera un poco caricatural, la situación actual de las relaciones entre el mundo urbano y el mundo agrícola:
Hay que producir buenos productos, sanos, respetuosos con el medioambiente, sin pesticidas, en cantidad, baratitos, pero sobre todo, sin molestarme, sin hacer ruido, y sin olores.


Voy a tu casa, disfruto de las ventajas que son los tuyos pero, ya que no tengo la más mínima intención de compartir los inconvenientes que son los tuyos, exijo que adoptes mi modo de vida.
¡Vaya! Y yo que creía que la descolonización se había terminado en el siglo pasado.

Solo había olvidado la colonización del campo por las ciudades. Las ciudades conquistan, a menudo de forma brutal, incluso guerrera, y se implantan sin ninguna concesión ni ninguna precaución para que los vecinos puedan seguir viviendo y trabajando igual que antaño.
El responsable de los problemas no es el colonizador, sino el colonizado.

¿Alguien ha dicho que hay cierto malestar en el mundo rural?

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