mardi 1 septembre 2015

52- El espíritu de las plantas -2- Autodefensa



AUTODEFENSA

Una pareja de científicos de la Universidad de Missouri, Jack Schultz y su mujer Heide Appel,  ha estado estudiando durante más de treinta años, algo que cualquier propietario de jardín con césped conoce muy bien, el olor a hierba recién cortada.
¿Pensarás que es una idea extraña? No es tan seguro, ya que todas las plantas producen un olor cuando se las corta, se las poda o se las agrede. Era finalmente bastante lógico que alguien intente entender el porqué. Los descubrimientos que han hecho esos científicos resultan bastante sorprendentes. Puedes leer el artículo de Cody Newill, publicado en Kcur.com (en inglés) http://kcur.org/post/fresh-cut-grass-smell-mu-researchers-say-its-your-grass-crying

“El olor de la hierba recién cortada, es la hierba que pide ayuda”. Efectivamente, Jack Schultz nos explica que “uno de los tipos de productos químicos que produce la planta cuando esta atacada por insectos se llaman volátiles u olores, que se desplazan por el aire”.

Se trata de una señal cuyo propósito es primero de atraer a predadores, como pájaros u otros insectos depredadores, diciéndoles “venid aquí a comer, hay orugas para vosotros”.
Al mismo tiempo, la planta agredida sintetiza toxinas y repelentes (nicotina, cafeína y aceite de mostaza), con el fin de reducir la intensidad de los ataques.
La planta no sabe determinar que o quien es el agresor. En principio, una agresión de este tipo es debida a orugas u otros insectos. Pues pide ayuda cuando le pasa la cortadora de césped pensando que eres un tipo de oruga grande (y ruidosa).
El equipo de Jack Schultz también probo someter la planta a vibraciones similares a las que producen las orugas alimentándose (al principio del artículo, aunque no entiendas inglés, puedes escuchar el ruido que hace la oruga comiendo). La planta produce entonces hasta 35 veces más cantidad de las moléculas tóxicas.
Lo que no se decir, es si la planta sabe hacer la distinción entre la vibración de una oruga comiéndola, et la de una vaca paciéndola. Me imagino que la planta no reacciona de la misma manera frente a un rumiante. Si encuentro algo al respecto, te lo diré.
Pero esto va bastante más lejos, ya que esta señal también sirve para informar a sus congéneres de la inminencia del peligro, para que pongan en marcha sus sistemas de autodefensa. Un tipo de vanguardia que se sacrifica por el bien del pueblo entero. Un bonito ejemplo de solidaridad vegetal (o de instinto de supervivencia de la especie).


En otro artículo, también en inglés, escrito por Jessie Rack y publicado en npr.org, http://www.npr.org/sections/thesalt/2015/06/29/418518152/why-you-should-thank-a-caterpillar-for-your-mustard-and-wasabi?utm_source=facebook.com&utm_medium=social&utm_campaign=npr&utm_term=nprnews&utm_content=20150629 aprendemos que lo que hace el sabor especifico del wasabi o de la mostaza proviene de una evolución progresiva de las plantas en su lucha permanente contra sus agresores. Los trabajos de Chris Pires y su equipo, una vez más de la Universidad de Missouri, sobre la “carrera evolutiva al armamento”, demuestran que la planta ha desarrollado sistemas de defensa, que los insectos han aprendido a esquivar. La planta, a modo de reacción, ha reforzado sus defensas, y así sucesivamente, hasta hoy, cuando la selección varietal realizada para cubrir las necesidades nutricionales y agrícolas, ha seleccionado entre los caracteres presentes para elegir los que interesan más a los humanos. Pero los compuestos químicos naturales que son los aromas específicos en algunos casos (mostaza), irritantes (pimienta, guindilla) o tóxicos (cicuta, datura) son sobre todo sustancias de defensa contra los agresores.
Un campo de wasabi en Japón



Para cerrar este capítulo apasionante y enorme, otro artículo, también en inglés, escrito por Nathanael Johnson y publicado el 25 de agosto en grist.org, http://grist.org/food/theres-a-new-sustainable-ag-technique-in-town-and-its-cleaning-up/  se interesa a una interesante consecuencia de los trabajos de investigación anteriores.
Hace 22 años, un entomólogo, Zeyaur Khan invento un método de cultivo, que llamo push-pull, destinada a permitir a los agricultores locales de producir maíz sin soportar las consecuencias desastrosas de las orugas del taladro del maíz por una parte, y de la competencia de una hierba local invasora, la striga por otra parte. Los agricultores locales, no instruidos y pobres, no podían recurrir a los plaguicidas. La técnica, puesta a punto después de largas observaciones de la flora y de la fauna locales, combina el maíz como cultivo principal, con la hierba de elefante (pennisetum purpureum) y del desmodium. La hierba de elefante tiene la particularidad de ser mucho más atrayente para el taladro que el maíz, y de ser luego capaz de matar a la oruga. El desmodium tiene la particularidad de ser repelente para los insectos, y de ser tóxico para las semillas de determinadas hierbas, entre las que se encuentra la famosa striga.
La técnica, cuyos resultados son controvertidos, ya que su eficacia no es constante, y es difícil de adaptar a otros cultivos y a otras áreas, ha tenido el gran mérito de mejorar notablemente los ingresos de los agricultores. También es una pista de trabajo y de reflexión para una evolución posible de los métodos de cultivo en el futuro.
 Un campo de maíz devastado por la striga (foto FAO)

Existen numerosos estudios en el mundo que demuestran que, al fin y al cabo, no sabemos mucho de plantas.
Poco a poco estamos descubriendo un mundo vegetal impresionante, que sorprende por su organización y sus capacidades insospechadas hasta ahora. Una vía probable de futuro será de aprender a estimular a la planta de tal manera que sus capacidades de autodefensa se expresen mejor, y le otorguen al agricultor cierta interacción con sus cultivos.
Quizás se podría conseguir reducir las necesidades de tratamientos y de fertilizantes dándoles un mayor protagonismo a las plantas. En cierto modo, la planta produciría, y el agricultor se convertiría en pastor de plantas.
Pero cuidado, esta perspectiva es muy bonita y probablemente utópica, ya que nos queda muchísimo que aprender.
Un corto artículo publicado el 24 de agosto en la página web Freshplaza.es, http://www.freshplaza.es/article/91132/Un-alem%C3%A1n-muere-tras-comer-un-calabac%C3%ADn-casero  nos cuenta (en español) la triste anécdota siguiente:
“Un alemán de 79 años de edad ha fallecido tras consumir un calabacín de producción casera que probablemente desarrolló por sí mismo una sustancia venenosa. Esto no suele pasar en los calabacines, pero en algunos casos raros puede suceder. El hombre y su esposa estuvieron muy enfermos durante dos semanas después de consumir el calabacín y finalmente ingresaron en el hospital. La mujer se recuperó pero la salud del hombre siguió deteriorándose hasta acabar falleciendo.
El culpable del envenenamiento es una sustancia denominada cucurbitacina, que solía aparecer de forma natural en calabacines y pepinos como defensa natural para evitar que los animales los comieran. Durante los últimos siglos los productores han conseguido eliminar la sustancia a través de los programas de obtención, pero si la gente cultiva sus propias verduras, la sustancia puede reaparecer. Por tanto, es recomendable probar una porción del calabacín crudo si es de cultivo casero. Si la verdura sabe mucho más amarga de lo habitual, esto puede indicar la presencia de la cucurbitacina. Esto mismo se aplica también a las calabazas”.

¿Qué debemos sacar de esta historia?
¿Qué relación existe entre el principio de este artículo y esta triste anécdota final?
Simplemente que si la planta debe defenderse, produce, en cantidades inusuales, toxinas totalmente naturales para ahuyentar o matar a sus agresores. Y es que esas toxinas se mantienen presentes en la planta durante cierto tiempo, y en cantidad desconocida.

Suponiendo que en el futuro, seamos en condiciones de interactuar con el cultivo para pedirle de auto-defenderse con el fin de reducir las necesidades de plaguicidas, será imprescindible que también seamos capaces de conocer todas las toxinas producidas, y de medir su cantidad antes del consumo del alimento.
Y volvemos, por caminos indirectos, a un punto del que ya te he hablado anteriormente, pero que sigue preocupándome mucho:
La agricultura ecológica, con todas sus variantes, rechaza el uso de plaguicidas de síntesis. Pero usa, excepto la biodinámica, un importante abanico de plaguicidas ecológicos, que son toxinas naturales peligrosas para la salud. También acude a varios estimuladores de autodefensa, que es precisamente mi tema de hoy. Sin embargo al día de hoy, la legislación no obliga a declarar la integralidad de los compuestos de los plaguicidas ecológicos, ni a conocer las toxinas que desarrollan las plantas cuando se ponen en situación de autodefensa, y aún menos a controlar los residuos potencialmente presentes de estas sustancias naturales en los alimentos puestos a disposición del consumidor. O sea que el consumidor de alimentos ecológicos comprar con toda la tranquilidad del mundo y con el apoyo de las autoridades responsables, productos potencialmente más peligrosos que los alimentos convencionales, sin embargo tildados de portadores de veneno.
Otro punto se merece una reflexión: las famosas semillas autoproducidas por el propio agricultor o por el hortelano, o compradas en la tienda de semillas. Es un elemento importante del debate actual. Esta anécdota aporta un argumento muy interesante a favor de las semillas certificadas. Es que, aunque el caso sea felizmente excepcional, nos encontramos ante una situación de semillas autoseleccionadas, que han degenerado con el tiempo, regresando a un “estado silvestre”, produciendo cantidades importantes de toxinas de autodefensa. Este fenómeno no habría ocurrido de tratarse de semillas certificadas. Estamos en presencia de un ejemplo típico de lo que puede aportar una semilla comprada, en términos de seguridad de los alimentos.

Es una excelente ilustración del dicho “no todo lo que brilla es oro”, que en este caso se puede traducir por “los productos los más peligrosos no siempre son los que creemos”.

Y a modo de conclusión, te diré lo mismo que para un animal que desees adoptar. Cuidado, estas plantas de tu jardín o de tu huerta son plantas salvajes domesticadas. En cualquier momento, sus instintos salvajes pueden reaparecer. Especialmente, no dejes que tu huerta sea invadida de insectos o enfermedades. ¿Te parece poco importante, y te da igual comer frutas y hortalizas feas si vienen de tu jardín? Vale, pero las plantas intentan defenderse, ya que forma parte de su naturaleza salvaje. Es posible que empiecen a producir toxinas cuya existencia ni siquiera sospechas, y que los alimentos que vas a coger con total confianza y con orgullo, en realidad sean peligrosos.

¿De verdad quieres tener tu propia huerta? Ningún problema, pero cuídala muy bien, es una cuestión de salud.

Si tu nivel de comprensión del inglés es suficiente, te aconsejo muchísimo escuchar la entrevista radiofónica de Heide Appel y Jack Schultz, disponible al principio del primer artículo citado. Es muy claro e instructivo.

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