dimanche 9 avril 2017

102- Agroecología -5- (El suelo -3-) Poder de descontaminación

AGROECOLOGÍA (EL SUELO) – PODER DE DESCONTAMINACIÓN

A principios de los 90, un agricultor sueco, Göran Olsson, preocupado por los riesgos de consecuencias medioambientales de sus prácticas agrícolas, tuvo la idea de confinar sus efluentes fitosanitarios en una suerte de fosa llena de tierra y de materia orgánica. Su idea era de evitar la contaminación cerca de su punto de llenado y lavado, con la hipótesis que los efluentes, con el tiempo, perderían todo o parte de su potencial contaminante.

Imagen: http://biobeds.net/media/2016/03/070110-Goran-Olshon-biobed_webb.jpg

Los efluentes fitosanitarios son constituidos por las aguas contaminadas por pesticidas de síntesis o pesticidas naturales, procedentes de salpicaduras durante la fase de llenado de las máquinas de tratamiento, de fondos de cubas que la bomba no consigue aspirar, de los restos de caldos no aplicados al cultivo, y sobre todo del agua contaminada generada por el lavado de las máquinas después las aplicaciones. Las aguas de lavado constituyen en general cerca del 90% del total de los efluentes fitosanitarios.
Puede ocurrir también, aunque de manera excepcional, que durante la preparación de una cuba, se produzca una reacción química (debida a la calidad del agua, a la temperatura, o a la mezcla de productos), o simplemente un error de manipulación (introducción por error en la cuba de un producto no adecuado o prohibido) que haga que el caldo fitosanitario no se pueda emplear. En este caso, esta cuba entra también en los efluentes fitosanitarios.

Me imagino que varios intentos habrán sido necesarios para conseguir un resultado coherente, pero el hecho está claro. Este señor invento un principio, llamado lecho biológico, o biobed, posteriormente estudiado científicamente y modificado para mejorar su efectividad, que permite que el agricultor reduzca mucho los efectos colaterales de los tratamientos fitosanitarios. El gigante de la agroquímica Bayer propone una optimización del principio bajo la marca Bayer Phytobac®, cada vez más reconocida en el sector agrícola. Se trata de un biobed mejorado que permite reducir su volumen a la vez que garantiza un funcionamiento óptimo.

Los plaguicidas, si se concentran de cantidad importante, son potencialmente peligrosos para el medioambiente.
Es cierto para los pesticidas de síntesis, aunque las moléculas actualmente disponibles en Europa presentan un riesgo muy bajo, en comparación con las moléculas prohibidas en los últimos años.
También es cierto para los pesticidas “naturales”, autorizados en agricultura ecológica. Es que muchos de estos pesticidas son extractos vegetales o productos sintetizados a partir de bacterias y son, a fin de cuenta, moléculas químicas que tienen efectos medioambientales similares a los pesticidas de síntesis (riesgo para los suelos, para la fauna acuática, para las aves, etc). Sobre este problema, ver mi serie en curso “Natural vs sintético” https://culturagriculture.blogspot.com.es/search/label/ES-%20Natural%20vs%20sint%C3%A9tico, de la que, hasta la fecha, he editado tres capítulos,
Por eso es muy importante que, sea cual sea el modo de cultivo adoptado, excepto la agricultura biodinámica, los efluentes sean adecuadamente controlados.

Muchos agricultores, preocupados por este problema, pero sin disponer de un sistema efectivo, han tomado disposiciones para evitar que sus efluentes fitosanitarios sean una fuente de contaminación. Muchas fincas disponen de una fosa en la que se recupera y se confina, esperando su evaporación o esparcirlo, después de su dilución en agua, en zonas sin cultivo y alejadas de fuentes de agua (pozos, arroyos, estanques, balsas, etc.). Pero este método tiene límites. Sin embargo es mejor que de no hacer nada y de mirar por otro lado…


Durante varios años, este invento quedo limitado a pocos agricultores, sin extenderse realmente. Pero en 2007, en Francia, tuvieron lugar varios encuentros políticos, llamadas “Grenelle Environnement”, con el fin de tomar decisiones que influyan directamente sobre las consecuencias medioambientales de las distintas actividades humanas. Esos encuentros dieron lugar a textos de ley, a normas de funcionamiento destinadas a todos los sectores económicos. En lo que respecta a la agricultura, fue la señal de lanzamiento de toda una serie de inventos y de normalizaciones que afectaron especialmente al uso de pesticidas y fertilizantes, naturales o de síntesis.
El principio del biobed marco así su gran despegue. En la actualidad, varios miles de esos biobeds funcionan en Francia, y cerca de una veintena de principios de destrucción de los efluentes fitosanitarios agrícolas han sido autorizados por el Ministerio de Agricultura. Pero un solo principio puede ser considerado como biológico, el biobed, y en concreto, el Phytobac®. Todos los otros principios llevan a un residuo contaminado (filtros, bolsas, lodos u otros), del que hay que organizar la recogida, que hay que transportar con todas las precauciones adecuadas, hasta una empresa especializada, para luego tratarlo.
El biobed permite realizar el tratamiento de descontaminación de manera local, sin peligro, sin transporte, ni incineración, ni proceso industrial.

Imagen: http://www.biobeds.org/uf/40000_49999/45709/6465e52a32a06201bd03da69cb441727.jpg

Lo que la ciencia demostró, y especialmente el INRA (Instituto Nacional de Investigación Agronómica) en Francia, que ha trabajado mucho tiempo sobre el principio del biobed con el fin de averiguar si funciona, es que las moléculas químicas, de síntesis o no, son naturalmente descompuestas por la flora bacteriana del suelo, para convertirlas en elementos o moléculas simples, no contaminantes, naturalmente presentes en el medioambiente, como son el agua, el gas carbónico o el carbonato cálcico. Este proceso requiere tiempo (del orden de 4 a 6 meses), pero es real y completo. Solo algunas moléculas, actualmente prohibidas, resisten a este proceso, especialmente el DDT. La degradación del DDT en los suelos requiere varias decenas de años, pasando por varios estados, DDD y DDE.
Pero todas las moléculas actuales son degradadas en totalidad en los suelos en un plazo que va desde pocas horas a algunos meses. De hecho, es uno de los criterios que las autoridades competentes consideran actualmente imprescindibles para aceptar la homologación de una nueva molécula o la renovación de una antigua.

¿Cómo se hace un biobed?
En el sistema original sueco, el área de lavado es simplemente constituida de una fosa rellenada con tierra y materia orgánica en la que caen y se quedan los efluentes. La Naturaleza hace su obra, la hierba crece y participa a la efectividad del sistema. Sin embargo, las fincas grandes tienen que prever superficies importantes, las instalaciones son complejas y costosas, y es muy difícil asegurar su correcto mantenimiento. Además, los riesgos de rebosamiento son elevados.
El Phytobac® optimizado retoma la misma idea, pero integra determinados criterios destinados a aumentar su efectividad, reduciendo su volumen, mejorando su mantenimiento y aumentando su seguridad. Los efluentes pasan por un área de lavado totalmente impermeabilizada, se almacenan en un depósito y se aplican en el contenedor de degradación/evaporación por un juego de bombas. La profundidad del substrato es limitada ya que la flora microbiana útil aerobia (que necesita aire) solo se mantiene en los 50 primeros centímetros de profundidad.
Total, el principio es el mismo, pero la puesta en obra es diferente, para mejorar la eficacia, la seguridad y el control.


¿Cómo hace el suelo para descomponer esas moléculas?
En realidad, son las bacterias del suelo que se hacen cargo. Atacan directamente las moléculas y las descomponen rompiendo los enlaces químicos entre los átomos.
Las moléculas agroquímicas son todas compuestas por elementos muy comunes, C, H, O, N, Ca, Cl, S, K, Cu, Fe, F, P, Zn, Mg, Mn, que son todos elementos naturalmente presentes en los suelos y que constituyen casi todos son elementos nutricionales para las plantas. Lo que hace la química, es combinar esos elementos entre sí, con enlaces determinados, para formar moléculas con usos específicos.
Esos elementos, cuando estén liberados de los enlaces que crean la molécula, se van recombinar para formar otras moléculas ordinarias como son el agua, el gas carbónico, etc.
Algunos elementos, especialmente los metales, se quedan en el biobed. Por lo tanto hay que vigilar los niveles de estos metales en el sustrato para evitar la contaminación del biobed. Cuando las concentraciones se acercan a los niveles considerados peligrosos (según las normas de contaminación de los suelos vigentes), se renueva el sustrato. El sustrato viejo, no tóxico si las normas se cumplen, es decir si se renueva antes de haber alcanzado los niveles máximos autorizados de carga de metales, se esparce en la finca, en una gran superficie, de manera de diluir aún más la presencia de metales.
Para darte una idea, el sustrato de un Phytobac estudiado para una finca de frutales de unas 50 hectáreas, representa unos 3.000 kg de tierra. Se considera que se puede esparcir un máximo de 10.000 kg de sustrato por hectárea. El peso de tierra agrícola (los 60 primeros centímetros de profundidad), representa aproximadamente 10.000 toneladas (10 millones de kg) por hectárea.
El sustrato no debe pasar de 50 mg de cobre por kg de tierra. Esparcido y mezclado en 1 hectárea, se reduce la concentración 1000 veces, con un resultado insignificante, ya que inferior a los niveles naturales de esos elementos en la mayoría de los suelos.
De media, el sustrato será renovado cada 5 a 10 años, dependiendo especialmente del empleo de cobre y de cinc, los metales más utilizados en agricultura, convencional y ecológica, ya que son elementos naturales, que son a la vez potentes fungicidas, bactericidas, e importantes elementos nutricionales.
Sin embargo, su exceso es tóxico, tanto para las plantas, como para fauna, la microfauna y la microflora del suelo.

Con el fin de favorecer la actividad bacteriana, hay que airear el sustrato una a dos veces al año incorporando paja o cualquier otra materia orgánica rica en lignina, que servirá de alimento básico para las bacterias.

Es pues un método biológico de descomposición de los químicos que permite, mediante unas buenas prácticas agrícolas, evitar al máximo los efectos colaterales de los tratamientos fitosanitarios, tanto en agricultura convencional, como en agricultura ecológica.

 También es una característica de los suelos, de ser capaz de descomponer las moléculas químicas. Los suelos químicamente contaminados son pocas veces suelos agrícolas. Solo el DDT y algunos organoclorados o herbicidas residuales, desde muchos años prohibidos, resisten a la degradación. Se encuentran todavía en muchos suelos, más de 40 años después de su prohibición, pero en niveles extremadamente bajos. La degradación se produce, pero es muy lenta.

Fuente: INRA

Los casos de contaminación son generalmente debidos a accidentes, con lo que son muy puntuales, o a contaminaciones industriales o mineras.
En fincas agrícolas, solo las proximidades de los puntos de lavado y de llenado pueden presentar contaminaciones notables, pero en superficies muy reducidas.
Sin embargo, los riesgos de contaminación de aguas superficiales y subterráneas quedan relativamente importantes por arrastre por las lluvias, especialmente de los efluentes acumulados cerca de esos puntos críticos.

Tenemos ahora la posibilidad de evitar las contaminaciones involuntarias de los suelos y de las aguas debidas al empleo de los plaguicidas, naturales y sintéticos. Se trata sin lugar a dudas de un progreso importante para la durabilidad de la agricultura y para evitar al máximo los efectos indeseables de la protección de los cultivos.

La preocupación de los usuarios crece, pero en general, todavía no lo suficiente como para medir el interés de la inversión en este tipo de equipos.
Sin embargo la preocupación del público crece mucho, no siempre de manera justificada, ni siquiera razonable, bajo la presión de varios grupos de presión de los que ya he hablado en varias ocasiones.
Pero esta preocupación, aunque en general sea ampliamente exagerada, debe ser un motor de evolución y de innovación.

Sin embargo es sorprendente constatar la falta de interés de las administraciones gubernamentales para este tipo de progreso.
Todo el mundo se escandaliza de las contaminaciones de todos tipos, o de los riesgos ligados al empleo de plaguicidas, naturales o sintéticos, pero las administraciones se muestran torpes a la hora de tomar decisiones drásticas sobre el tema. El tratamiento de efluentes está bien tomado en cuenta en solo dos o tres países, especialmente en Francia. A pesar de esto, incluso en Francia no es obligatorio. Es una fuerte recomendación apoyada por ayudas a la inversión. Además solo toma en cuenta el riesgo de contaminación de las aguas, superficiales y subterráneas, no de los suelos.
Algunos grupos de supermercados, o protocolos de calidad empiezan a tomarlo en cuenta, pero una vez más, no existe, al día de hoy, ninguna obligación sobre el tema. Solo los accidentes están sancionados.

¿No sería más inteligente y efectivo de hacer que el control y el tratamiento de los efluentes sea obligatorio, con el fin de evitar los accidentes, cuyas consecuencias siempre son graves?

El suelo, por su vida microbiana, tiene la capacidad de protegerse descomponiendo las moléculas que puede serle nefastas. Es esta característica que el biobed aprovecha. Un empleo racional de los plaguicidas modernos no presenta riesgo para los suelos, si son adecuadamente gestionados. La vida microbiana natural en todos los suelos es normalmente suficiente para degradar todas las moléculas actualmente disponibles, a la condición que las prácticas agrícolas permitan una buena aireación de las capas superficiales.
Conviene sin embargo tener cuidado en al menos dos situaciones específicas :
-       Los suelos muy arenosos tienen en general una vida microbiana débil o nula. El empleo de los plaguicidas debe ser ahí especialmente cuidadoso. Es aún más cierto sabiendo que esos suelos tiene poca capacidad a retener las moléculas, que podrían llegar rápidamente a los acuíferos sin haber tenido tiempo de ser descompuestas.
-       Los cultivos o métodos de cultivo que emplean sales metálicas en gran cantidad. Es el caso de algunos cultivos como la viña o el olivar. También es el caso de la agricultura ecológica que, a falta de disponer de la diversidad de fungicidas sintéticos, emplea sales de cobre y de cinc de manera repetida. Los metales no se pueden degradar y se pueden acumular hasta niveles peligrosos.

Imagen:  https://www.research.bayer.com/img/27/Phytobac/wasser_grafik_1075px_en.jpg

El empleo de los plaguicidas naturales o sintéticos es una práctica útil, segura, e incluso ecológica, gracias a la productividad que permite alcanzar, en la producción de alimentos. Pero para ser sostenible, es imprescindible tomar una serie de precauciones para evitar las contaminaciones de suelo y agua mediante precauciones como el control de efluentes fitosanitarios.

El propio suelo nos da el recurso para cumplir con esta necesidad, gracias al biobed.



El suelo es un recurso imprescindible, vivo y frágil.
Es nuestro deber de usuarios, agricultores, jardineros, hortelanos u otros, de cuidar mucho de él. También es necesario entender su funcionamiento para poder aprovecharlo lo mejor posible, sin perjudicarlo.
Conocer su suelo es imprescindible para una agricultura sostenible.
La agronomía es una ciencia que todavía tiene mucho que descubrir.
Algunos incluso consideran que es una de las principales exploraciones que los humanos deben todavía realizar.


El porvenir de la humanidad se encuentra debajo de nuestros pies, cuidemos mucho nuestros suelos.

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