dimanche 4 janvier 2015

16- Métodos de producción -2- Agricultura ecológica


La agricultura ecológica es un movimiento nacido en los años 30, en los países industrializados, por oposición con la evolución de la agricultura hacia un modo productivista, considerado excesivo, y opuesto al concepto de Madre Naturaleza.
El origen del movimiento es muy filosófico, con ideólogos como Steiner, Fukuoka, Howard o Müller.
El movimiento ha evolucionado, a lo largo de los años, hacia un rechazo de la química de síntesis y la voluntad de producir alimentos de mejor calidad.
Se puede dudar del valor de los nombres elegidos (ecológico en español, biologique en francés, organic en inglés), ya que son pleonasmos, en la medida en que la agricultura es, por definición, y sea cual sea el método de producción, una actividad basada en el cultivo y la utilización de seres vivos, animales o plantas, en un entorno de campo. Estos nombres han sido elegidos por oposición a la palabra química.

En su aceptación actual, la agricultura ecológica ha perdido gran parte de sus connotaciones filosóficas, pero es un movimiento basado en el rechazo del empleo de la química en agricultura y en los alimentos.
Entre los ideólogos recientes de la agricultura ecológica, algunos han operado una deriva hacia una concepción reaccionaria, incluso anti-científica (Teddy Goldsmith por ejemplo), con la integración de temas como el regreso a la tierra, la decadencia de la sociedad, o el fin de la civilización, como justificación a la voluntad de abandonar cualquier técnica moderna.

Hoy en día, un agricultor que quiere hacer agricultura ecológica y comercializarla como tal (es decir bajo una de las marcas específicas de producción ecológica), debe seguir unos protocolos concretos y  ser acreditado. Las acreditaciones tienen una validez de un año, y se renuevan después de una auditoria específica.
Cada acción realizada en la finca se toma en cuenta. Las no conformidades deben ser corregidas en un plazo corto, excepto algunas, consideradas inaceptables, que pueden hacer perder la acreditación.
El etiquetado distintivo es de pago, como para el uso de la mayoría de las marcas, que se trate d agricultura, o no, de ecológico, o no. Por ejemplo, es también el caso de la producción integrada, de la que os hablare próximamente.
Hay que entender que un alimento no etiquetado se considera, por defecto, como procedente de la agricultura convencional. Lo que pretende el etiquetado es de marcar la diferencia.
El que no quiere pagar la marca, tendrá que conformarse con los precios de la agricultura convencional. Los productos ecológicos etiquetados se venden más caro, y la diferencia de precio cubra ampliamente el precio de la etiqueta.

El concepto de agricultura ecológica es difícil de conciliar con fincas grandes. En efecto, incorpora una importante noción social y de estructuración rural.
En los países industrializados, donde este movimiento ha recibido su mejor acogida, muchos agricultores ecológicos son neo-rurales y ecologistas, instalados en fincas de pequeñas dimensiones, después de haber operado un regreso a la tierra.
Sin embargo, las explotaciones agrícolas de grandes dimensiones representan la mayor parte de la producción mundial certificada. La agricultura ecológica, cuyos productos se consumen en su mayoría en países industrializados, se ha convertido poco a poco en un mercado potencial muy interesante, hacia donde se han orientado grandes empresas agrícolas buscando mercados económicamente dinámicos y de márgenes comerciales elevados.
Podemos resaltar también que los consumidores de productos ecológicos son principalmente de clases medias y superiores, con buenos ingresos, y viviendo en las ciudades. Sigue siendo, tanto a nivel de la producción como del consumo, un movimiento de intelectuales.

Técnicamente hablando, la agricultura ecológica es poco diferente de la agricultura convencional. Los métodos de cultivo son bastante parecidos, y los objetivos de producción son globalmente productivistas. Es decir que el agricultor ecológico busca la maximización de su producción en el marco del protocolo que debe cumplir. No hay que engañarse, un agricultor, sea cual sea el método de producción, siempre sacara mejores ingresos si produce mucho que si produce poco. Cuando haya decidido el nivel cualitativo que quiere proponer a sus clientes, siempre buscara, lógicamente, a producir lo máximo posible en el cumplimiento de su objetivo. Y el precio pagado al agricultor no tiene nada que ver con el precio pagado por el consumidor. Hablaremos de este punto en otra ocasión. El agricultor está condenado a producir mucho, incluso en agricultura ecológica, para vivir correctamente de su actividad.

Se puede esquematizar los principios utilizados en algunas líneas principales. Todas las técnicas implementadas buscan favorecer los siguientes puntos:
-       Reducir la erosión de los suelos y los riesgos de pérdida de fertilidad.
-       El mantenimiento de los suelos está basado en medios mecánicos.
-       Controlar el consumo de agua
-       Favorecer la biodiversidad en la finca
-       Favorecer la vida microbiana del suelo por la restitución de los restos de cultivos anteriores, alimentar el suelo para alimentar la planta.
-       Fertilización a base de materias de origen natural, como estiércoles, compostajes, purines, polvo de huesos o fertilizantes de origen minero sin transformación industrial
-       Reducir el impacto de enfermedades y plagas sobre los cultivos
-       Protección fitosanitaria a base de métodos no químicos y de uso de productos de origen natural.
Hay que indicar que estas técnicas no son exclusivas de la agricultura ecológica, como lo veremos más adelante.

Existe una reglamentación  europea (reglamentos nº 834/2007, 889/2008 y 540/2011) que fija un marco común europeo, pero cada estado miembro queda libre de aplicarla a su manera. Esta reglamentación tiene el objetivo de fijar un mínimo común, pero es posible de endurecer las reglas al nivel nacional, no de aflojarlas.
Cada país no europeo tiene su propia interpretación legal de la agricultura ecológica, lo que puede dar lugar a diferencias a veces importantes en la aplicación real del concepto por el agricultor, y en la calidad final del alimento ecológico.

Uno de los temas más sensibles es el control de los problemas fitosanitarios. Sobre este punto, que es el punto más crítico de cara a la opinión pública, quiero hacer varias observaciones.
Primer punto importante: existen numerosos plaguicidas autorizados en agricultura ecológica, ya que los cultivos son sensibles a plagas en cualquier sistema de cultivo.
Hay que añadir que la cría y las sueltas de insectos auxiliares (mariquitas, sírfidos, himenópteros depredadores, chiches depredadores, ácaros depredadores, etc.), representan técnicas efectivas de control, aunque son a menudo complicadas de dominar.
Las sustancias plaguicidas autorizadas en agricultura ecológica se clasifican en siete categorías (según el anexo II del reglamento europeo nº889/2008):
-       Las materias activas de origen animal o vegetal (aceites vegetales, piretrinas naturales, rotenona, gelatinas, etc.)
-       Los microorganismos utilizados en la lucha biológica contra las plagas y las enfermedades (bacterias, virus, hongos, nematodos)
-       Las sustancias producidas por microorganismos (caso del espinosad, toxina producida por una bacteria del suelo).
-       Las sustancias de síntesis a utilizar en trampas y/o en distribuidores (como las feromonas, o las pastillas insecticidas a base de piretroides de síntesis).
-       Las preparaciones a esparcir en superficie, entre las plantas cultivadas (como los cebos contra babosas y caracoles).
-       Las otras sustancias tradicionalmente utilizadas en agricultura ecológica (como el cobre, el azufre, el aceite de parafina y los aceites minerales, procedentes de la industria minera o de la petroquímica).
-       Las otras sustancias como el hidróxido de calcio, el bicarbonato de potasio.
Como lo podéis observar, algunas sustancias proceden de la química de síntesis, de la petroquímica o de la industria minera, actividades muy criticadas por los movimientos ecologistas y la agricultura ecológica por los riesgos de contaminación que presentan.

Segundo punto importante: las sustancias utilizadas en agricultura ecológica no son inocuas. Lo que es natural, no siempre es bueno para la salud y el medio ambiente. Podemos dar como ejemplos:
-       El pelitre natural, insecticida polivalente, extracto de plantas, tóxico para la fauna auxiliar y muy tóxico para la fauna acuática.
-       La nicotina, insecticida natural extracto del tabaco, muy conocido por su peligrosidad para la salud y el medio ambiente, no autorizada en Europa, pero ampliamente utilizada en muchos países no europeos.
-       La rotenona y el aceite de neem, otros insecticidas naturales, también conocidos por su peligrosidad sobre salud y medio ambiente.
-       El cobre, fungicida de muy amplia utilización, metal tóxico, fuertemente contaminante de suelos y aguas, no degradable, procedente de la industria minera y del reciclaje, a veces combinado con pequeñas concentraciones de otros metales pesados más peligrosos como el mercurio o el plomo.

Tercer punto importante: la persistencia de los productos utilizados es generalmente mucho más reducida que la de los productos de síntesis (excepto el cobre). La principal consecuencia de este punto es que, para conseguir el mismo nivel de protección de sus cultivos, un agricultor ecológico ha de tratar de 2 a 3 veces más, según los problemas a resolver, que un agricultor convencional. Existen pues riesgos medio ambientales más importantes, y riesgos de residuos en alimentos, generalmente no controlados.

Cuarto punto importante: la legislación. Ya he hablado del tema en publicaciones anteriores. Existe un problema legal sobre los residuos de plaguicidas en alimentos ecológicos. Excepto algunos casos concretos, la composición de los productos es mal conocida ya que los extractos vegetales suelen ser muy complejos.
Un ejemplo, el aceite de neem tiene un ingrediente activo principal que es la azadiractina, cuyos efectos y residuos son muy conocidos. Sin embargo, también contiene más de 100 otros componentes activos mucho menos conocidos que nunca se analizan, y cuyos efectos sobre la salud y el medio ambiente se desconocen.
El fabricante no tiene obligación legal de declarar la composición completa, con lo que la totalidad de los componentes no pueden ser analizados, ni cuantificados.
En concreto, nadie actualmente puede garantizar que un alimento ecológico contiene, o no, residuos peligrosos para la salud, y en qué cantidad. Sin embargo, como lo dije antes, el riesgo vinculado con los residuos de plaguicidas ecológicos es importante, debido al gran número de tratamientos necesarios.
Los alimentos ecológicos, al igual que los alimentos convencionales, pasan por controles de residuos de plaguicidas por muestreos, en las aduanas, en los servicios sanitarios y en los supermercados. Pero solo se buscan los plaguicidas de síntesis, nunca los plaguicidas naturales. Permite detectar los fraudes al cumplimiento de los protocolos ecológicos, pero no permite detectar los abusos de plaguicidas ecológicos, ni los residuos de productos naturales potencialmente peligrosos.

Uno de los problema técnicos que tiene la agricultura ecológica en la gestión de los problemas fitosanitarios, es que las sueltas de insectos auxiliares, técnica potencialmente efectiva, presentan resultados muy aleatorios. En numerosos casos, si no encuentran alimentos suficientes en las zonas de suelta, los auxiliares desaparecen. Se van simplemente en busca de comida, fuera de los cultivos a proteger.
Su eficacia a corto plazo es buena, ya que el agricultor va realizar las sueltas en caso de presencia de problema, pero a medio y largo plazo, es mucho más difícil. Y su coste es elevado.

Sin embargo, existen condiciones en las que esas técnicas funcionan muy bien, pero son incompatibles con la filosofía de la agricultura ecológica (aunque autorizadas). Me refiero a los invernaderos. Con el invernadero, se crea un entorno artificialmente confinado que permite, por el efecto de barrera física una limitación de los ataques de insectos y un control de la poblaciones de auxiliares. Pero hay que decir que la ausencia de lluvia, de viento, la higrometría elevada y la ausencia de biodiversidad provocan el incremento de otros problemas.
Existen agricultores ecológicos bajo invernaderos en numerosos países. Sin embargo, la cuestión de la utilización y de la gestión de los plásticos solo es parcialmente resuelta.
Por otra parte, hay un problema filosófico en la creación de un entorno artificial, con cultivos forzados, y con todas las consecuencias energéticas y fitosanitarias que representa, así como la obligación de acudir a la industria petroquímica para las grandes cantidades de plástico necesarias.

Otro punto especial es la fertilización. Se autorizan solo los abonos de origen natural, procedentes de estiércoles, de compostaje, o de sub-productos de la industria agro-alimentaria, como los polvos de huesos. Existen numerosas fuentes de abonos de origen natural.
Pero tienen un punto en común. Son abonos no solubles, no asimilables por las plantas sin pasar previamente por un proceso de mineralización que los cambia en elementos asimilables. Esta característica combina dos consecuencias antagonistas:
-       La ventaja de permitir un enriquecimiento de los suelos en materia orgánica, que, con el tiempo se cambia en humus, importante factor de fertilidad a largo plazo, y de la conservación de las características agronómicas a lo largo de los años.
-       El inconveniente de no poder controlar en qué momento se produce la mineralización. Depende especialmente de la temperatura y de la humedad del suelo, y de su actividad microbiana. Es frecuente observar desequilibrios nutricionales por culpa del desfase entre las necesidades de las plantas y la disponibilidad de los elementos nutritivos en el suelo. Por otra parte, los elementos liberados en abundancia durante el verano (los suelos son más calientes y más activos), y no consumidos por las plantas, pueden ser arrastrados por las lluvias de otoño hacia los acuíferos subterráneos.

Las técnicas culturales utilizadas en agricultura ecológica buscan mantener la biodiversidad de la finca, y un buen equilibrio del cultivo. De esta manera, se limita el riesgo de desarrollo de ciertas plagas cuyos ciclos se aceleran con los desequilibrios nutricionales y la ausencia de fauna auxiliar e insectos útiles. Es el caso, por ejemplo, de los pulgones, ácaros o cicadelides, a menudo controlados por insectos auxiliares (mariquitas, arañas, crisopas, sírfidos, fitoséidos, etc.), de los lepidópteros y dípteros, base de alimentación para muchos pájaros o murciélagos, de roedores pequeños o grandes, como son los topillos o los conejos, controlados por las aves rapaces, las serpientes, los zorros y otros animales carnívoras.
Para alcanzar este objetivo, el agricultor va, entre otras acciones:
-       reservar determinadas zonas de la finca para crear zonas de biodiversidad,
-       favorecer una cubierta vegetal donde se puede hacer,
-       dejar crecer ciertos árboles o arbustos para servir de refugio,
-       instalar nidos para los pájaros y los murciélagos, percas para los rapaces, etc.

¿Es eficiente la agricultura ecológica?
Actualmente, se puede decir que no, si comparamos resultados productivos con los de la agricultura convencional. Un estudio del INRA (instituto francés de investigación agronómica), en Francia, muestra que la reducción de producción es variable según el cultivo y las condiciones agro-climáticas. La reducción se sitúa entre 0 y 80%, lo más frecuentemente en niveles de 25 a 50%, sin entrar en detalles, es evidente que, actualmente la agricultura ecológica reduce claramente los rendimientos potenciales de los cultivos.
En lo que se refiere a la ganadería, esas diferencias no se pueden medir, ya que el crecimiento de los animales no está influenciado por la procedencia de su alimentación. El método de ganadería será más importante que el origen de los alimentos (animales en libertad, o no).

¿Son mejores los productos de la agricultura ecológica?
Ningún estudio serio e imparcial ha podido, hasta la fecha, demostrar nada, ni en cuanto a efectos sobre la salud, ni en cuanto a efectos sobre el sabor. La buena fama de un método y la mala fama del otro son leyendas urbanas, y son cuidadosamente alimentadas por los intereses propios de algunos.
Solo se puede constatar que las tolerancias comerciales son muy diferentes, y permiten a los agricultores ecológicos cultivar variedades más sabrosas. Los agricultores convencionales van a chocar contra la dictadura de la normalización y de los operadores comerciales, que no les permiten hacerlo. Les obliga, por motivos económicos, a cultivar variedades con una presentación perfecta y una conservación mejorada, en detrimento del sabor.

¿Es fácil, pasar de agricultura convencional a ecológica?
Teóricamente sí. El agricultor solo tiene que adaptar las técnicas culturales para que cumplan con  los protocolos. Hay que decir que, aunque hay poca diferencia práctica en producción convencional y ecológica, el agricultor deberá adoptar un sistema de vigilancia que le permita intervenir (tratar) muy pronto cuando aparezcan los problemas fitosanitarios, ya que solo dispone de productos con un efecto curativo limitado.
Pero en realidad, depende de dos factores principales.

Primero están los criterios de tipo administrativo. En efecto, una finca podrá ser acreditada en producción ecológica solo después de una fase de reconversión que dura varios años. Esta duración varía según el país y el cultivo, pero suele ser de 2 a 5 años.
Este periodo le permite al agricultor a ser operativo con los protocolos, y sobre todo, permite que la finca recupere un equilibrio natural supuestamente perdido, o perturbado. Por otra parte, debe permitir a los suelos y al entorno, terminar la degradación de los potenciales residuos de plaguicidas y de abonos químicos empleados anteriormente.
Durante este periodo, el agricultor debe cumplir con los protocolos, pero no puede sacar ningún beneficio económico, ya que no tiene derecho de usar las marcas específicas.

Después, está el cultivo.
Algunos cultivos son fáciles de llevar en agricultura ecológica. Son generalmente cultivos rústicos, poco exigentes, y poco sensibles a problemas fitosanitarios. Por ejemplo, podemos hablar, de la viña, el olivar, los cítricos, algunos cereales.
Pero al revés, algunos cultivos son muy difíciles, incluso imposibles actualmente, como es el caso del melocotonero, o la patata que tienen algunas enfermedades que son casi imposibles de controlar sin la ayuda de productos químicos. Los efectos de la enfermedad reducen la producción a un nivel tan bajo que ningún sistema comercial permite que el agricultor salga adelante.
Sin embargo, es una cuestión de tiempo. Es probable que en un futuro cercano, lo que hoy es imposible sea resuelto por una vía u otra. Por ejemplo, es el caso del manzano, cuyo principal freno al desarrollo de la producción ecológica era una enfermedad, el moteado. Las investigaciones en genética (no se trata de OGM sino de hibridación), han permitido la creación de variedades comerciales resistentes al moteado abriendo la puerta a la producción ecológica en manzano. El INRA, en Francia, es uno de los principales actores mundiales de estos avances.

La agricultura ecológica está pasando por una fase de estagnación, principalmente debida a la nivelación a la baja de los precios de venta de los productos. La crisis económica ha reducido el consumo de productos más caros, con la consiguiente bajada de los precios de los alimentos ecológicos. Los agricultores han visto sus ingresos bajar de manera importante a pesar de sus esfuerzos. Los agricultores ya certificados generalmente siguen adelante, para no tener que volver a pasar por la fase de reconversión, pero las nuevas reconversiones son cada vez más escasas.

No voy a hablar ahora de las ventajas e inconvenientes de la agricultura ecológica. Tengo previsto una publicación específica, ya que me parece interesante comparar los distintos sistemas de cultivo.
Sin embargo, quiero insistir en dos puntos que me parecen fundamentales con respecto a las evoluciones actuales de la producción agrícola.

Primero quiero hacer un reproche, no a la agricultura ecológica, pero a las personas encargadas de la comunicación, tanto de los productos agrícolas, como de productos que a menudo no tienen nada que ver con la agricultura.
La agricultura ecológica esta presentada como un mundo perfectamente bueno y sano, sin ninguna explicación ni dato real. Sin lugar a duda, hay cosas buenas, pero también existen muchos puntos negativos que son casi sistemáticamente disimulados.
Este bombo mediático, ampliamente apoyado por el mundo político, contribuye, por una parte, a dar una idea falsamente positiva de la agricultura ecológica, y por otra parte (y por consecuencia), a dar una imagen extremadamente negativa, generalmente injustificada, de la agricultura convencional.

A modo de ilustración, a continuación pongo esta imagen, que me llego a través de Facebook, que pretende ser informativa sobre los códigos que aparecen en las frutas. Está bien, es útil, es desconocido por casi todo el mundo. ¿Pero porque definir la agricultura convencional como “contiene plaguicidas”? ¡Es una agresión caracterizada! Puede ser verdad, o no. Es legal, ya que existen normas legales al respecto, y hasta que se demuestre lo contrario, es inocuo.

Es una imagen entre muchas más, ya que, como os lo explicaba recientemente, el consumidor es una diana de comunicación, y el reflejo de miedo esta sobre-utilizado.
El objetivo es claramente provocar la compra de más alimentos ecológicos. La imagen transmitida es siempre negativa, como es el caso aquí, y a fin de cuenta, contribuye involuntariamente a una bajada general del consumo de frutas y verduras frescas.
Pues si se observa una estagnación del consumo de los alimentos ecológicos, también se observa una reducción global del consumo todos tipos de producción incluidos. Se traduce finalmente por un aumento de los congelados, 4ª gama, conservas y precocinados.
Al final, es globalmente negativo y perjudicial para la salud del consumidor.

Y para terminar sobre una nota positiva, hay que reconocer un inmenso mérito a la producción ecológica y a su dinamismo: ha obligado al conjunto del sector agrícola, así como a la industrias relacionadas y a la administración, a pensar de manera diferente.
Creo que el mayor cambio se sitúa probablemente en la industria química (tanto voluntariamente como por los cambios normativos a los que tiene que hacer frente), que ha cambiado profundamente su manera de investigar nuevas sustancias, integrando en prioridad los efectos segundarios, buscando métodos de producción diferentes (como es el caso del espinosad, sustancia autorizada en agricultura ecológica, que es un producto fermentado procedente de dos toxinas secretadas por una bacteria del suelo).
Por otra parte, la mayoría de las grandes empresas internacionales de agroquímica han invertido mucho en estos últimos años en esta vía, creando o comprando estructuras especializadas en investigación para la agricultura ecológica. Eso demuestra el interés que les inspira este mercado que, obviamente, tiene futuro.
Es como los agricultores están viendo aparecen cada año una o varias sustancias nuevas, siempre más efectivas, procedentes de esas investigaciones, que permiten sustituir moléculas más antiguas y más peligrosas.

Y por último, hay que añadir que este movimiento ha tenido también una influencia importante sobre la toma de conciencia de muchos agricultores, de las repercusiones de su actividad sobre el medio ambiente, tanto en sus aspectos negativos como en los positivos, y sobre la importancia de no hacerlo de cualquier manera. Se puede tener un objetivo productivista, sin destruir todo alrededor.


La agricultura ecológica ocupa un sitio a parte en la agricultura mundial. Es bastante segundaria en cantidad, pero constituye un poderoso motor de evolución y de desarrollo de técnicas agrícolas.
Al revés de lo que quizás os puede dejar creer esta publicación, no estoy en contra. Considero que el movimiento generado por el desarrollo de la agricultura ecológica y su gran aceptación en la sociedad de los países ricos, han permitido avances técnicos y tecnológicos enormes.
Pero estoy radicalmente opuesto a la manipulación de la opinión pública que se hace para promocionarla. Se le miente deliberadamente al público, tanto sobre los beneficios supuestos de la agricultura ecológica, como sobre los peligros de la agricultura convencional. Cada una tiene sus ventajas y sus inconvenientes, científicamente demostrados, pero ninguna presenta una notable ventaja sobre la otra, ni para el medio ambiente, ni para la salud, a pesar de lo que dicen algunos.

La agricultura ecológica no necesita atacar a la agricultura convencional para desarrollarse. Lleva dentro muchos aspectos positivos, suficientes para su propio desarrollo, sin tener que hacerlo exagerando los aspectos negativos de su competencia.
No hay que tomar el consumidor por tonto. Si se le comunica, de manera imparcial, las informaciones idóneas, elegirá libremente, y todo el mundo le sacara provecho.

Y para terminar, la administración también tiene una seria responsabilidad en una situación que favorece por un a priori positivo sobre los alimentos ecológicos, pero sin los controles necesarios, y un a priori negativo sobre los alimentos convencionales, pero sin la comunicación adecuada sobre la realidad.
De esta manera fomenta la duda que existe sobre el riesgo sanitario real que representan los alimentos frescos, extremadamente perjudicial al conjunto de los profesionales de la alimentación, y al consumidor.

El próximo capítulo de esta serie será dedicado a la agricultura biodinámica.

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