dimanche 4 janvier 2015

18- Intemperies -1- Fealdad

La agricultura, por definición, es sensible a las intemperies. Siempre ha sido así, forma parte de la actividad.
Se sabe que en cualquier momento, se puede tener un problema provocado por el tiempo. Las causas son numerosas, y las consecuencias posibles, más numerosas aun. En efecto, una misma causa puede tener consecuencias variadas.
En sí, no es realmente un problema. Lo sabemos, es una espada de Damocles permanentemente suspendida encima de nuestras cabezas de agricultores.

Pero a este hecho, relativamente banal, se ha sumado un problema que agrava, y mucho, sus consecuencias. Hablo de la normalización.

Las formas que toman las intemperies y sus consecuencias son de lo más variado. He decidido hacer de ello una serie, que iré alimentando de vez en cuando.

El primer episodio no tiene realmente nombre. Lo he llamado “fealdad” por sus consecuencias. Es un fenómeno no clasificado como tal, pero cuyo análisis posterior, demuestra que se debe clasificar como daño de intemperies, pero del tipo imprevisto.
Sus consecuencias entran directamente en la categoría que fue la inauguración de mi blog: las pérdidas de alimentos. Podéis leer nuevamente mi publicación nº 1 (“desperdicio de alimentos”, de enero de 2014)


Aquí esta una variedad de melocotón, un poco obsoleta por su presentación (la evolución del mercado va hacia frutas 100% rojas, lo que es una aberración, y no va mejorando), y sobre todo, que tiende a degenerar con los años.
En concreto, tiende a tener descoloraciones alrededor del mucrón (el punto pistilar, más o menos el ombligo del melocotón). Es un problema que califico de cosmético, ya que solo modifica la estética de la fruta, sin alterar para nada sus cualidades intrínsecas.
Pero la normalización actual considera más importante la estética que el sabor.
Bien. Hasta ahí, nada raro, sino que en la selección de nuevas variedades, es generalmente más importante elegir una fruta bonita que una fruta buena. 

La situación se pone peligrosa si las intemperies entran en el juego, y que, como es el caso este año, el mercado es difícil.
Mirad estas fotos. Son las consecuencias, en esta variedad, de un episodio prologado de lluvia y humedad en el periodo posterior a la floración, momento clave en el desarrollo del pequeño fruto.

La mayoría de estas frutas solo tiene un defecto de aspecto. Pero se venderán, como mucho, en segunda categoría.
Sin embargo, el mercado es difícil este año (sobre producción europea y poco consumo), y la segunda categoría es difícil de vender. Los precios de la primera categoría son muy bajos (lo que no tiene relación con los precios que se piden en las tiendas), y la segunda sale, o hacia la industria (9 cts por kg, del que hay que quitar el transporte), o directamente a la basura.
Sin embargo esta fruta tiene todas las cualidades necesarias, menos la vista.

¿Os acordáis de mi publicación llamada “retratos de flores” (nº8 de marzo de 2014)? La última foto es la senescencia de la flor. Empieza entonces la fase de desarrollo del fruto. De inicia dentro del cáliz de la flor, despojado de sus pétalos. Viene luego el momento en el que el fruto debe expulsar el cáliz, entonces llamado collarín, que podría molestarlo en su desarrollo.
Es esta fase que es especialmente sensible, ya que la epidermis del frutito debe pasar de una situación protegida a una situación expuesta, y para eso, debe hacerse más resistente. Pero si, en el transcurso de esta fase muy delicada, el frutito sufre agresiones, puede quedarse con graves secuelas.

La recolección del melocotón, si se busca un nivel elevado de calidad, se hace en varios pases, para seguir el escalonamiento de la madurez de los frutos en el árbol. En concreto, solemos coger en 4 a 7 pases, según la variedad y la situación. Al final de la recolección, suelen quedar algunos frutos en el suelo, entre 10 y 20 por árbol de manera general, por culpa de caídas accidentales, por exceso de madurez, por frutas demasiada dañadas para ser vendidas, y a veces por podredumbres en el árbol.
El resultado es el siguiente.

Pero en el caso que me ha quitado el sueño este año, la cantidad de frutas invendibles era tal, que hemos tenido que tirar al suelo gran parte de la cosecha. Incluso, hemos tenido que tomar la dolorosa decisión de abandonar la cosecha de algunas parcelas antes del final de la recolección.
Con el resultado desesperante que podéis observar.
¡Un año de trabajo para llegar a esto!

Y eso sin contar con la selección extremadamente dura, realizada en el almacén de confección, después de la recolección.
Y sin contar tampoco con las reclamaciones en destino. En efecto, si la fruta entra “limpia” en el almacén de confección, la selección se hace bien, y no suele haber problema. Pero si la fruta llega del campo con tantísimos problemas, los errores de selección son numerosos. Y si el mercado es difícil, todas las excusas son válidas para poder renegociar los precios, cuando la carga ya está en destino.

En una empresa, este tipo de problema es un auténtico desastre, un golpe duro del que puede ser difícil levantarse, si, como es el caso, es una variedad importante en el programa de campaña. No tengo cifras definitivas todavía, pero estimo que, en esta variedad, los resultados de venta no cubrirán más del 30% de los gastos.

Así que, cuando escucho o leo algunos comentarios que dicen que los agricultores tratan sus cultivos por puro ánimo de lucro, me pongo hirviendo.
El agricultor trata para controlar los elementos sobre los que puede actuar, sabiendo que los elementos incontrolables son mucho más numerosos. Intenta garantizar unos ingresos suficientes para cubrir sus gastos de cultivo. Actúa simplemente como cualquier empresario, de cualquier actividad económica.

En una situación como la que os explico, las pérdidas son enormes.

Esperemos solo que el fin de la campaña permita compensar las pérdidas, para poder, al menos, equilibrar las cuentas.

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